«Vade retro Satana»: La reacción del cardenal Viganò a la inauguración de los Juegos Olímpicos de París

El arzobispo Carlo Maria Viganò lanzó una dura crítica contra la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024, calificándola como «el último de una larga serie de viles ataques contra Dios, la Religión Católica y la Moral natural por parte de la élite anticristiana que mantiene como rehenes a los países occidentales».

En su declaración titulada «Vade retro Satana», Viganò describe la ceremonia como «una danza macabra distópica» donde se alternaron «hologramas de los jinetes del Apocalipsis con un rollizo Dionisio azul». El arzobispo señaló elementos particularmente ofensivos, como «la parodia de la Última Cena LGBTQ+» y «los ballets de travestis barbudos y bailarines afeminados».

La recreación de la Última Cena con drag queens en lugar de los apóstoles generó una ola de indignación en redes sociales. Usuarios calificaron el acto como «satánico», «decadente» y una burla a Cristo. Viganò ve en esto una «subversión infernal del Bien y el Mal» y una «reivindicación insana de poder blasfemar y profanar todo».

El arzobispo no se limita a criticar el espectáculo, sino que llama a la acción. Exige un boicot a los Juegos Olímpicos y sus patrocinadores, instando a las delegaciones y atletas individuales a retirarse. También pide que «los responsables de este intolerable acoso rindan cuentas por sus acciones».

Sentencia: «No es casualidad que el patrocinador de este repugnante carnaval sea un emisario del Foro Económico Mundial, Emanuel Macron, que hace pasar impunemente a un travesti por su propia esposa, al igual que Barack Obama va acompañado de un hombre musculoso con peluca».

Viganò, figura conservadora en la Iglesia Católica, fue excomulgado el 5 de julio por la Congregación para la Doctrina de la Fe, acusado de cisma. El arzobispo de 83 años ha sido un crítico vocal del Papa Francisco, a quien ha llamado «herético», «tirano» y «siervo de Satanás».

El Papa aún no se pronuncia ante el espectáculo blasfemo contra la Iglesia que preside.

A pesar de su excomunión, Viganò continúa su batalla contra lo que percibe como una decadencia moral en la sociedad y la Iglesia. En su declaración sobre los Juegos Olímpicos, afirma: «La tolerancia no puede ser la coartada para la destrucción sistemática de la sociedad cristiana».

Arzobispo Carlo Maria Viganò. (Charles Rex Arbogast-Pool/Getty Images)

A continuación, se presenta la declaración completa de Monseñor Carlo Maria Viganò traducido al español:

DECLARACIÓN
tras los sacrilegios y escándalos
de los Juegos Olímpicos de París

«Vade retro Satana»

La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París es solo el último de una larga serie de viles ataques contra Dios, la Religión Católica y la Moral natural por parte de la élite anticristiana que mantiene como rehenes a los países occidentales. Habíamos visto escenas no menos desconcertantes en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, la inauguración del Túnel de San Gotardo en 2016 y los Juegos de la Commonwealth de 2022, con figuras infernales, cabras y animales aterradores. La élite que organiza estas ceremonias exige no solo el derecho a la blasfemia y la exhibición obscena de los vicios más inmundos, sino incluso su aceptación muda por parte de los católicos y las personas decentes, que se ven obligados a sufrir el ultraje de ver profanados los símbolos más sagrados de su Fe y los mismos fundamentos de la Ley Natural.

Presenciamos una danza macabra distópica en la que los hologramas de los jinetes del Apocalipsis se alternaban con un rollizo Dionisio azul, servido bajo una campana de varios platos; la parodia de la Última Cena LGBTQ+, la truculenta actuación de una María Antonieta decapitada cantando Ça ira llamada a celebrar los horrores de la Revolución Francesa; los ballets de travestis barbudos y bailarines afeminados acompañados de lamentables cantantes mimos. En este espectáculo provocador, Satanás no sabe hacer otra cosa que arruinar la perfección creativa de Dios, mostrándose como el envidioso autor de toda falsificación. Satanás no crea nada: solo lo arruina todo. No inventa: manipula. Y sus seguidores no son diferentes: humillan la feminidad de la mujer para borrar la maternidad que recuerda a la Virgen Madre; castran la virilidad del hombre para arrancarle la imagen de la paternidad de Dios; corrompen a los pequeños para matar en ellos la inocencia y convertirlos en víctimas del wokeismo más abyecto.

Las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos han dado escándalo, no solo por la arrogante exhibición de lo feo y lo obsceno, sino por la subversión infernal del Bien y del Mal, la reivindicación insana de poder blasfemar y profanar todo, incluso lo más sagrado, en nombre de una ideología de muerte, fealdad y mentiras que desafía a Cristo y escandaliza a quienes lo reconocen como Señor y Dios. No es casualidad que el patrocinador de este repugnante carnaval sea un emisario del Foro Económico Mundial, Emanuel Macron, que hace pasar impunemente a un travesti por su propia esposa, al igual que Barack Obama va acompañado de un hombre musculoso con peluca. Es el reino de la mistificación, de la falsedad, de la ficción erigida en tótem, en el que el hombre es desfigurado precisamente porque fue creado a imagen y semejanza de Dios.

La tolerancia no puede ser la coartada para la destrucción sistemática de la sociedad cristiana, una sociedad con la que se identifican miles de millones de personas honestas y hasta ahora silenciosas. ¡Esta prevaricación debe terminar! Y debe terminar no tanto y no solo porque hiere las sensibilidades de los creyentes, sino porque ofende la Majestad de Dios. Satanás no tiene los derechos de Dios, el mal no puede ponerse al mismo nivel que el Bien, ni la mentira puede equipararse a la Verdad. En esto se basa nuestra civilización, una civilización que algunos quisieran enterrar bajo los escombros físicos y morales de un mundo en ruinas.

Debe quedar claro que la paciencia y la tolerancia de los fieles y de los ciudadanos se han agotado, que ya no es hora de «deplorar» sino de actuar, incluso y especialmente cuando la autoridad civil y religiosa es cómplice de la traición.

Por lo tanto, es necesario que los cristianos se organicen en todo el mundo con acciones concretas, en primer lugar con un boicot a los Juegos Olímpicos y a todos sus patrocinadores. Es igualmente necesario que las empresas no sometidas al globalismo rescindan sus contratos de patrocinio, y que las delegaciones y los atletas individuales se retiren de los Juegos, que fueron inaugurados bajo los peores auspicios. Debemos esperar y exigir que los responsables de este intolerable acoso rindan cuentas por sus acciones, así como por la corrupción que acompaña también a este evento. Por último, el escenógrafo homosexual que dio a luz a este espectáculo blasfemo y vulgar debe devolver los honorarios que Macroniades cobró a los contribuyentes franceses.

Insto a los católicos a hacer reparación mediante la oración, el ayuno y la penitencia por los ultrajes perpetrados contra Nuestro Señor Jesucristo y contra nuestra santa Religión. Y que el confiado recurso de los buenos ante el Trono del Altísimo no se divorcie de un despertar general de las conciencias, para que el Rey de reyes vuelva a reinar sobre las naciones, las sociedades, las familias y la Iglesia.

Carlo Maria Viganò, Arzobispo
28 de julio de 2024

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Redacción Mundo Libre
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