Trump le gana el pulso a Harvard y la universidad renombra su «Oficina de Diversidad»

La Universidad de Harvard, bastión histórico del progresismo académico, anunció el 29 de abril el cambio de nombre de su Departamento de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), que ahora se llamará “Community and Campus Life Officer” (Oficina de Vida en la Comunidad y en el Campus).
La decisión, efectiva de inmediato, responde a las presiones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien congeló 2.200 millones de dólares en fondos federales destinados a la institución a mediados de abril. Esta medida, ejecutada por la administración Trump, buscaba forzar a Harvard a desmantelar sus programas de diversidad y alinear sus políticas con las exigencias del gobierno.
El conflicto entre Harvard y Trump escaló cuando la universidad rechazó las demandas del gobierno federal de eliminar sus programas DEI y monitorear la orientación ideológica de sus estudiantes extranjeros.
En un correo electrónico enviado el 28 de abril a estudiantes y personal, la directora de la antigua oficina DEI, Sherri Ann Charleston, comunicó el cambio de nombre, citando al presidente de Harvard, Alan Garber: “Los miembros de la entidad deben fomentar una comunidad que acoja la diferencia” y, al mismo tiempo, cumplir con una ley que prohíbe tomar decisiones “en función de la raza”.
La decisión marca un punto de inflexión en la batalla cultural que Trump ha librado contra las políticas progresistas en la academia.
La congelación de los 2.200 millones de dólares, ejecutada el 15 de abril, fue justificada por la administración Trump a través de informes del “Grupo de Trabajo Federal para Combatir el Antisemitismo”, creado por el propio presidente. Este organismo acusó a Harvard de promover “políticas de discriminación positiva” y de no garantizar lo que el gobierno denomina “diversidad de ideas”.
La medida no solo afectó a Harvard, sino que forma parte de una estrategia más amplia de Trump para presionar a universidades de élite, como Columbia, que también enfrentó recortes de 400 millones de dólares en fondos federales en marzo de este año.
Harvard, en un intento por recuperar los fondos congelados, también anunció el 28 de abril, mediante otro correo de Charleston, que dejará de financiar eventos culturales donde estudiantes de diversas comunidades étnicas celebraban sus tradiciones antes de graduarse.
Según informó el periódico universitario The Harvard Crimson, el Departamento de Educación de EE. UU. había amenazado con más recortes si estas actividades continuaban. Esta decisión ha generado críticas entre sectores estudiantiles, pero para muchos observadores, refleja la necesidad de la universidad de priorizar su estabilidad financiera sobre agendas ideológicas.
El enfrentamiento entre Trump y Harvard no es nuevo. El 24 de abril, el presidente calificó a la universidad como una “amenaza para la democracia” y la acusó de ser “antisemita” durante un discurso en Washington D. C.
Estas declaraciones se suman a las tensiones previas. Diez días antes Harvard demandó a la administración Trump por coacción, argumentando que las exigencias de eliminar los programas DEI y monitorear estudiantes “socavan la libertad académica”. La primera audiencia judicial está programada para el 21 de julio próximo en un tribunal de Boston.
La resistencia inicial de Harvard, liderada por su presidente Alan Garber, fue contundente. En una declaración del 24 de abril, Garber afirmó: “Quieren revisar directamente a quién contratamos en nuestra facultad… también quieren decirnos a quién debemos despedir y quieren intervenir en nuestros procesos de admisión. Eso es a lo que nos oponemos”.
Sin embargo, la decisión de renombrar el departamento DEI y cancelar eventos culturales sugiere que la presión financiera fue un factor decisivo para que la universidad cediera parcialmente.
Esta situación evidencia el poder de las políticas de Trump para contrarrestar lo que muchos consideran una deriva ideológica en las universidades.
La reestructuración del departamento DEI no implica su eliminación, pero sí un cambio de enfoque. Según Charleston, en su correo del 28 de abril, la nueva oficina se centrará en “las experiencias y contribuciones únicas de cada individuo” en lugar de “grupos demográficos amplios”.
Esta declaración alinea a Harvard con las leyes federales que prohíben decisiones basadas en raza, un punto que los sectores conservadores han aplaudido como un retorno al mérito individual sobre políticas identitarias.
El caso de Harvard no es aislado. Empresas como Walmart, Harley-Davidson y John Deere han desmantelado programas DEI desde 2024, influenciadas por activistas conservadores y por el fallo de la Corte Suprema de EE. UU. en 2023 contra la discriminación positiva en universidades.
Estas acciones, junto con las órdenes ejecutivas de Trump, como la del 27 de enero de este año para eliminar programas DEI en el ejército, muestran una tendencia más amplia de rechazo a las políticas “woke” en instituciones públicas y privadas.