Trascender el dolor: cómo comprender y aceptar la incomodidad
Como seres humanos, tenemos una aversión tanto natural como aprendida al dolor. Ya sea físico o emocional, hacemos todo lo posible para evitar el dolor. Sin embargo, si tratamos de comprender el dolor y su valor, podemos llegar a apreciarlo e incluso aceptarlo como una fuerza que cambia la vida y nos eleva espiritualmente. En este punto, trascender el dolor se vuelve posible.
Aunque el dolor es subjetivo y médicamente indetectable, esta sensación es muy real para cualquiera que la experimente. Ya sea que provenga de un golpe físico o psicológico, el malestar provoca una respuesta emocional. Aquí es donde podemos tomar las riendas. Al ajustar nuestra perspectiva sobre el dolor, podemos modificar cómo reaccionamos emocionalmente.
Comprender el valor del dolor
Por azaroso o injusto que parezca, el dolor tiene un propósito. El aspecto más elemental de la importancia del dolor es que sirve como advertencia. Entrar en cualquier cantidad de situaciones peligrosas, como exposición al fuego, vidrios rotos o un animal feroz, causa una sensación de dolor inmediato que le indica que se aleje, evitando así lesiones físicas graves. Pero el dolor también tiene un propósito mayor, que es multifacético.
Todo el mundo experimenta dolor, es natural e inevitable. Varias religiones sostienen que el dolor y el sufrimiento son claves para el crecimiento espiritual; y se puede ver fácilmente que el sufrimiento a menudo hace que las personas hagan un examen de conciencia y encuentren una verdad superior. Pero el dolor no es simplemente un catalizador.
La escuela de Buda enseña que uno sufre debido a la retribución kármica por los errores del pasado, y que pagar estas deudas es un paso hacia el regreso al ser puro original. Las religiones cristianas sostienen que las pruebas y tribulaciones ponen a prueba la fe y fortalecen el carácter, acercándolo a Dios.
El judaísmo ve el dolor como parte de la vida en este mundo, que es intrínsecamente bueno. Con una fe fuerte, uno puede ver el dolor como una bendición disfrazada y ganar equilibrio y armonía superándolo.
Una cita del antiguo filósofo chino Lao Zi resume el gran potencial del dolor: “Los nuevos comienzos a menudo se disfrazan de finales dolorosos”.
¿Cómo promueve el dolor el crecimiento espiritual?
Soportar el dolor y el sufrimiento aumenta la sabiduría. Quien ha pasado por duras pruebas mirará la vida de otra manera, adquirirá una conciencia que va mucho más allá de uno mismo y se conmoverá menos por las cosas triviales.
El dolor no solo templa y madura a una persona, sino que también les muestra que son más fuertes de lo que creían. Al enfrentar las dificultades, la mente y el corazón se vuelven estables y fuertes, construyendo una resiliencia que lo ayudará a enfrentar las pruebas futuras con gracia y dignidad. Al mismo tiempo, nos hace humildes, recordándonos que somos meramente humanos y estamos sujetos a todas las pruebas de la mortalidad.
Como lo opuesto al placer, el dolor también le da a uno una apreciación de todas las cosas placenteras de la vida. Cuando uno experimenta gratitud, el corazón se expande para aceptar y nutrir la bondad.
Quizás lo más importante es que el dolor fomenta la empatía. El sufrimiento personal ayuda a comprender el sufrimiento de los demás, transformando el ego egoísta en un ser compasivo. Casi todos los caminos espirituales enfatizan la compasión como un estado de conciencia al que uno debe aspirar. Sentirse movido a servir a los demás en lugar de uno mismo lo eleva a uno al reino espiritual.
Modificando nuestra reacción al dolor
Teniendo en cuenta todos estos beneficios, parece que uno aceptaría y soportaría fácilmente el dolor, si no fuera tan condenadamente incómodo. Una lección valiosa para recordar es que la intensidad del dolor depende de nuestra actitud hacia él. Si queremos que el dolor afloje su control sobre nuestra realidad, debemos ajustar nuestra mentalidad al respecto.
Cuando miramos el dolor con aversión, tenemos el deseo de alejarlo. Sin embargo, cuanto más tratamos de evitarlo, más intenso se siente el dolor y más dura. Buda Shakyamuni ilustró este principio a sus discípulos con una analogía:
Suponga que le disparan con una flecha. Ser disparado con una flecha es bastante doloroso, pero puede superarse como cualquier otra desgracia. El problema surge cuando nosotros, con nuestros pensamientos negativos y la resistencia al dolor, nos disparamos con una segunda flecha.
Es nuestra reacción psicológica al dolor lo que causa sufrimiento. Cuando estamos gobernados por nuestras emociones, persiguiendo las cosas que nos gustan y evitando las que no, no estamos en armonía con la naturaleza. Esto en sí mismo puede traer molestias. Si podemos aprender a aceptar el dolor como un componente necesario de nuestro crecimiento espiritual, se vuelve mucho más soportable.
“Revertir el pensamiento de la aversión al sufrimiento es la base para convertir el sufrimiento en el camino de la iluminación”.
Shantideva, maestro del siglo VIII
Las cuatro nobles verdades
De la antigua sabiduría del budismo, las Cuatro Nobles Verdades abordan el sufrimiento en detalle.
La Primera Noble Verdad reconoce dukkha (dolor) como un hecho de la vida. Nuestra reacción a este dolor es el sufrimiento, que se divide en tres categorías.
Dukkha dukkha, o sufrimiento ordinario, está relacionado con cosas como el envejecimiento, la enfermedad y la muerte. Uno debe entender que esta incomodidad es inevitable y aceptarla sin juicio, resistencia o negación. Viparinama-dukkha es el sufrimiento resultante del cambio. La resistencia al cambio incómodo prolonga la incomodidad, mientras que dar la bienvenida al cambio abre oportunidades para el alivio. Sankhara-dukkha es el sufrimiento causado por la falta de realización o insatisfacción. Cuando aprendemos a apreciar lo que tenemos, la vida naturalmente se vuelve más satisfactoria.
La Segunda Noble Verdad samudaya (surgir) aborda la causa del sufrimiento como tanha (anhelos o deseos). Una vez más, esto se divide en tres categorías: kama-tanha, que abarca los deseos sensuales y materiales; bhava-tanha, un anhelo de permanencia; y vibhava-tanha, el deseo de evitar realidades desagradables. La codicia, la ignorancia y el odio se nombran como los tres venenos y se reconocen como la raíz de todo sufrimiento.
La Tercera Noble Verdad nirodha (cese) se refiere a la solución del sufrimiento. Sugiere que eliminemos nuestros antojos. Rompiendo con nuestros deseos nos hacemos libres.
La Cuarta Noble Verdad revela el magga, (óctuple sendero) como el camino hacia la iluminación y la eliminación del sufrimiento. En este camino, uno aspira a corregir la acción, la concentración, el esfuerzo, la intención, el sustento, la atención plena, el habla y los puntos de vista. Al dejar ir los apegos, uno puede seguir este camino.
Dejar ir los apegos
Si bien podemos pensar que las cosas a las que estamos apegados son buenas, cualquier apego fuerte va acompañado de miedo, porque tememos perder aquello a lo que estamos apegados. Lo mismo es válido para nuestro apego a la comodidad. Nuestro miedo a la incomodidad se suma significativamente a nuestro dolor y sufrimiento porque perturba nuestra paz mental.
Aprender a soltar y tomar a la ligera todos los apegos humanos es una meta espiritual común. Uno no puede estar contento mientras se aferra a las preocupaciones mundanas. Cuanto más podamos desprendernos de nuestros deseos y miedos, menos dolor nos podrá mover al sufrimiento.
Si comienza a prestar atención a lo que pasa por su mente, descubrirá que hay muchos, muchos apegos que juegan con sus emociones, la mayoría de los cuales giran en torno al deseo de controlar el resultado de cosas que no están bajo su control. Liberarse de estos apegos es un gran paso en el viaje espiritual y, en última instancia, lo ayudará a trascender el dolor.
Eliminar los apegos no significa renunciar a la cosa en sí. Simplemente significa que reconoce que su felicidad no depende de esa cosa, y esa cosa tampoco define quién es usted. Puede tomarlo o dejarlo y seguirá estando íntegro y completo.
Al dejar de lado la aversión al dolor, el dolor pierde su control sobre ti y eventualmente puedes trascenderlo.
Trascender el dolor a través de la atención plena
No necesita convertirse en un monje budista para trascender el dolor, pero necesitará ejercitar la paciencia y la fortaleza al observar tu mente para examinar los motivos detrás de tu pensamiento. Al practicar la atención plena, podemos aprender gradualmente a reconocer los pensamientos y apegos que no nos sirven, y tomar una decisión consciente para eliminarlos.
Muchos de nuestros pensamientos cotidianos están fijados en el futuro o el pasado. La atención plena es la práctica de vivir en el momento presente, observando tus pensamientos objetivamente a medida que surgen. Al tomar conciencia de sus intenciones, puede desarrollar una claridad mental que lo ayudará a dejar de lado los diversos apegos detrás de su incomodidad.
Trascender el dolor lleva tiempo y requiere un esfuerzo constante. Para ayudarlo a perseverar, recuerde los beneficios del dolor y recuerde que, como todo en la vida, el dolor es temporal. A través de la meditación y la atención plena, podemos examinar nuestro dolor y aprender de él. Esta es también una buena oportunidad para descubrir todos los aspectos de su vida que son buenos y encontrar satisfacción en lo que es, en lugar de buscar intencionalmente satisfacción en lo que no es.
Trate de sentarse en silencio con su dolor. Ya sea un dolor físico persistente o un dolor emocional como la ira, el miedo o la tristeza; sintonízalo sin detenerte en él. ¿Puedes ver su causa raíz? Pida orientación y es posible que reciba una idea de cómo abordarlo y equilibrarse.
Mientras descubre los apegos que le hacen sufrir, trate de aceptar y soportar la incomodidad natural de la existencia. En lugar de verse a sí mismo como una víctima, resistirse al cambio y negar lo que no le gusta, relájese; deje que la naturaleza siga su curso y encuentra la armonía a medida que se vuelve uno con el universo. A través de un profundo trabajo espiritual, uno puede alcanzar un estado de armonía donde todas las experiencias son igualmente agradables.