Qué esconde la pérdida billonaria de las acciones chinas
Un artículo reciente de Bloomberg News expone la delicada situación económico-financiera que subyace en China y que se ha manifestado en el descalabro bursátil de 6 billones de dólares.
«Las perspectivas de la segunda mayor economía del mundo son desesperanzadoramente pesimistas, y su pesimismo es cada vez más difícil de ignorar», destaca la nota publicada el 24 de enero.
En las últimas semanas, el CSI 300 -el índice que nuclea a las principales acciones negociadas en las bolsas de valores de Shanghái y Shenzhen- experimentó una fuerte caída. En el acumulado de los últimos tres años, ha sufrido un desplome del 40%.
Si bien el gobierno ha intentado apuntalar el mercado inyectando dinero, «los inversores internacionales como los particulares se muestran escépticos ante la posibilidad de que estas medidas sean suficientes para provocar una recuperación sostenida», sostiene el artículo de Bloomberg.
La venta masiva de acciones -en un mercado dominado por los pequeños inversores- corre el riesgo de frenar el gasto de los consumidores y la inversión empresarial, agravando aún más los problemas de la economía.
Mientras los especialistas dudan de la cifra oficial de crecimiento del 5% en 2023, lo cierto es que el año pasado el gigante asiático registró su peor racha deflacionista desde la crisis financiera asiática (el precio de la vivienda sufrió en diciembre su mayor caída en casi nueve años). Además, las exportaciones han disminuido, al igual que la población y hay muchos graduados desempleados.
De acuerdo a la nota del portal financiero, las autoridades de Beijing parecen estar más dispuestas a destinar recursos a la seguridad nacional que a intervenir para estimular la economía.
«Con el ánimo en su punto más bajo en décadas, crece el debate sobre si la economía china superará algún día a la estadounidense o si, por el contrario, se encamina hacia el tipo de estancamiento que se apoderó de Japón en la década de 1990», sostiene el texto.
En este marco, crecen las señales de urgencia entre las autoridades chinas para intentar transmitir confianza entre los inversores.
El primer ministro chino, Li Qiang, acudió al Foro Económico Mundial de Davos la semana pasada con la misión de presentar una imagen positiva de la economía y charlar con las elites financieras: «Invertir en el mercado chino no es un riesgo, sino una oportunidad».
El mensaje fracasó. Tan pronto como los mercados chinos reabrieron al día siguiente, se aceleró una liquidación de acciones y otros activos.
En los últimos años, una serie de campañas gubernamentales dirigidas a todo tipo de objetivos, desde la protección del medio ambiente hasta la reducción de la brecha de riqueza, han asestado un duro golpe a las empresas.
Por ende, la mejora del entorno privado -incluida una mayor protección de los derechos de propiedad y la apertura de las fuerzas del mercado en la asignación de recursos- serán fundamentales para revertir la desconfianza de los empresarios. La pregunta del millón es: ¿tendrá el totalitario Partido Comunista la intención de abrirse a la libertad de mercado y respetar la propiedad privada?