El pabellón de orquídeas: una celebración de la belleza en poesía, caligrafía y música
Era el tercer día del tercer mes lunar del año 353. Wang Xizhi, el mejor calígrafo de la historia de China, había invitado a un grupo de familiares y amigos a su Pabellón de Orquídeas para celebrar el Festival de Purificación de Primavera anual, una ocasión para dar la bienvenida a el esperado calor de la primavera.
Numerosos eruditos se habían reunido en el lugar pintoresco cerca del agua para beber y jugar.
El escenario estaba rodeado de imponentes montañas que, junto con prístinos bambúes por todos lados del armonioso pabellón, eran testigos de la solemne celebración.
Una brisa refrescante flotaba en el aire, como restos de los vapores invernales que habían sido reemplazados por los rayos del sol de la nueva temporada. Y acompañados de los tonos humildes de una sutil melodía, los invitados se acomodaron a orillas del río, donde estaban a punto de brotar algunos de los versos más nobles de la poesía china.
Un juego de beber poético
Los eruditos comenzaron a jugar un juego de beber artísticamente desafiante. Los sirvientes llenaron copas pequeñas con vino para colocarlas en la corriente de agua sobre hojas grandes. Si una de estas copas flotaba hacia un erudito, tendría que proporcionar un verso adecuado o tomar un trago.
Entre risas modestas, conversación ilustre y un poco de borrachera, se compusieron esa tarde un total de 37 poemas. Tan idílico fue el escenario y tan alegre la ocasión, que Wang Xizhi se sintió inspirado a escribir un prefacio a la antología de poemas recopilados por los invitados.
Utilizando un pincel de bigotes de comadreja sobre papel capullo, Wang hizo uso de sus incomparables habilidades caligráficas para representar los versos que brotaron de su alma. La escritura inicial, tan armoniosa para los ojos y edificante para el espíritu que se convirtió en una de las obras más famosas de la caligrafía china: el «Prefacio a los poemas recopilados del pabellón de orquídeas» (Lántingjí Xù蘭亭集序) , o simplemente el “Prefacio del Pabellón de las Orquídeas”.
Aparte de ser una fiesta para beber y para burlar los talentos de los demás, la reunión en el Pabellón de las Orquídeas fue una celebración general de la reflexión académica. En cuanto al juego poético, su papel en la creación de los famosos versos le valió un lugar propio en las tradiciones populares chinas, convirtiéndose en la forma popular de entretenimiento conocida como la “fiesta del arroyo sinuoso” ( liúshāngqūshuǐ流觴曲水).
Música de eruditos: el humilde pero expresivo gu qin
Conocido como “el padre de la música”, el gu qin (古琴) es una antigua cítara de siete cuerdas que ha sido preferida como instrumento de los sabios debido a su gran sutileza y refinamiento.
En la antigua China, sus tonos lentos y profundos solían adornar la mayoría de las reuniones académicas, creando una atmósfera contemplativa muy adecuada para la reflexión. Naturalmente, los humildes sonidos del gu qin también acompañaron la reunión poética en el Pabellón de las Orquídeas.
El origen del gu qin se remonta a principios de la historia china, cuando se dice que los dioses y los mortales coexistían en la tierra. La historia cuenta que Fu Xi (伏羲), un semidiós que había sido nombrado Gobernante Celestial del Este, estaba un día pensando en cómo ayudar a la gente del mundo humano.
Cuando los vio luchando por la comida, inventó armas y redes de pesca para que los humanos pudieran cazar. Cuando los vio enfermarse por comer carne cruda, les enseñó los secretos de hacer fuego. Más tarde creó el matrimonio para unir a hombres y mujeres en una unión sagrada y desarrolló un sistema de adivinación.
Sin embargo, Fu Xi quería darles aún más felicidad, por lo que creó música. Lo que quizás no sabía era que la cultura musical que estaba a punto de crear sobreviviría durante más de cinco milenios.
El primer instrumento parecido a una cítara de Fu Xi se hizo con la madera de un árbol bendito. Tenía cinco cuerdas que representaban los cinco elementos y doce trastes correspondientes a los meses del año. Un extremo tenía cuatro pulgadas de ancho, simbolizando las cuatro estaciones, y su grosor de dos pulgadas aludía a las fuerzas duales del yin y el yang.
Como uno de los instrumentos más venerados en la historia de China, el gu qin nos recuerda lo que significaba ser un intelectual en la antigua China: ser tan humilde como la cítara silenciosa pero tan perspicaz como sus tonos más expresivos.
Caligrafía fascinante
Ahora exploremos lo que sucedió con la obra maestra de Wang, el Lántingjí Xù (蘭亭集序). La memorable reunión del Pabellón de las Orquídeas tuvo lugar durante la dinastía Jin (266-420), en una época en la que la imitación era la forma más alta de adulación.
La mayoría de las obras caligráficas de Wang se copiaron con tinta sobre papel o se tallaron en piedras para preservarlas a lo largo de los siglos, pero en la actualidad existe muy poco de su obra original. El famoso prefacio no se libró de este desafortunado destino, ya que solo sus reproducciones sobrevivieron hasta el día de hoy.
Según los registros históricos, la obra maestra original pasó de generación en generación en la familia Wang hasta que su último heredero, un monje llamado Zhiyong, se la pasó a su discípulo Biancai, en un intento de mantener el manuscrito en buenas manos.
Eventualmente, los designios del destino llevaron el renombrado poema al emperador Tang Taizong de la dinastía Tang (618-907), quien solo había visto copias del original y conocía el valor de las pinceladas incomparables. Cuenta la leyenda que el emperador se llevó el original a la tumba.
Afortunadamente, los numerosos ejemplares de los que hoy disponemos brindan una oportunidad invaluable de vislumbrar la letra del “Sabio de la Caligrafía” de China, quien a través de versos atemporales y palabras sentidas transmite la fugacidad de las alegrías y tristezas de la vida humana, que es, al mismo tiempo, tiempo, sino un abrir y cerrar de ojos de la historia.
Si desea tener una idea de la atmósfera contemplativa en el Pabellón de las Orquídeas, vea esta obra maestra de la Orquesta Sinfónica de Shen Yun que representa la escena atemporal a través de la música.
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