NASA redefine prioridades por orden de Trump: «Dejaremos de lado toda la ciencia climática»

El administrador interino de la NASA, Sean Duffy, confirmó que la agencia espacial estadounidense dejará de destinar recursos a la investigación de la Tierra y las ciencias climáticas, para concentrarse exclusivamente en su misión principal: la exploración espacial.

“Vamos a dejar de lado toda la ciencia climática y todas las demás prioridades que la administración anterior tenía en la NASA, y toda la ciencia que hacemos se centrará en la exploración, que es la misión de la NASA”, declaró Duffy en una entrevista con Fox News.

La medida marca un giro en la política científica de la agencia, que desde hace décadas ha desarrollado proyectos de observación de la Tierra, incluyendo el lanzamiento de satélites destinados a recopilar información ambiental y climática.

Prioridad: volver a la Luna y llegar a Marte

Duffy explicó que, bajo la presidencia de Donald Trump, la prioridad de la NASA será el retorno de los humanos a la Luna, la instalación de un reactor nuclear en su superficie y la preparación de futuras misiones a Marte. Según señaló, se trata de recuperar la esencia de la agencia como motor de la exploración espacial, alejándola de tareas que considera ajenas a su mandato original.

“Por eso tenemos la NASA: para explorar, no para dedicarnos a las ciencias de la Tierra”, remarcó el administrador.

La decisión refuerza la visión de la Casa Blanca de priorizar la conquista del espacio y la innovación tecnológica asociada, frente a la narrativa de emergencia climática que había cobrado fuerza en los últimos años.

Un informe que sacude el debate climático

Casi en paralelo, a fines de julio el Departamento de Energía de Estados Unidos publicó un documento que ha generado gran repercusión: Una revisión crítica de los impactos de las emisiones de gases de efecto invernadero en el clima de Estados Unidos. Elaborado por un panel de científicos independientes convocados por el secretario de Energía Chris Wright, el informe cuestiona la forma en que organismos internacionales presentan la llamada “crisis climática”.

Si bien reconoce que el dióxido de carbono (CO₂) es un gas de efecto invernadero, sostiene que su influencia sobre el clima ha sido sobredimensionada y que sus beneficios han sido minimizados. Entre ellos, menciona el “reverdecimiento” global registrado en los últimos 40 años gracias al aumento de la fotosíntesis, lo que ha favorecido la cobertura vegetal y los rendimientos agrícolas.

El estudio también señala que los cambios en el pH oceánico se mantienen dentro de los rangos históricos y no representan un riesgo inmediato para los ecosistemas marinos, citando como ejemplo la recuperación de la Gran Barrera de Coral en Australia.

En cuanto a los modelos climáticos, el informe advierte que tienden a exagerar los futuros aumentos de temperatura debido a supuestos poco realistas, como el escenario de emisiones extremas RCP8.5, hoy desacreditado. Además, resalta que no existen tendencias alarmantes en fenómenos extremos como huracanes, tornados o sequías, y que el aumento del nivel del mar, aunque real, ha sido gradual y desigual según las regiones.

Más allá del alarmismo

Uno de los puntos más controvertidos del documento es la afirmación de que los costos atribuidos al CO₂ son altamente especulativos, mientras que las políticas de mitigación agresivas podrían provocar más daños económicos que beneficios ambientales.

El informe, firmado por especialistas como John Christy, Judith Curry, Steven Koonin, Ross McKitrick y Roy Spencer, busca abrir un debate más amplio sobre la ciencia climática y sus implicancias políticas. Para sus autores, la prioridad debe ser garantizar acceso a energía confiable y asequible, condición esencial para el desarrollo humano y la reducción de la pobreza energética.

En palabras del secretario Chris Wright: “El cambio climático es un desafío, pero no una catástrofe”.

Con estas iniciativas —la redefinición de las prioridades de la NASA y la publicación del informe del Departamento de Energía— la administración Trump impulsa un giro en la política científica de Estados Unidos, apostando por la exploración espacial y un debate más crítico y menos alarmista sobre el cambio climático.

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Redacción Mundo Libre
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