Misterio insólito en Utah: Desaparece un coche de policía y aparecen ciervos de la nada

En Utah vivían dos hermanas gemelas, en una comunidad donde muchos residentes eran mormones. Como la mayoría de la gente de la zona iba a la iglesia y había relativamente pocos coches en la carretera, su trayecto al trabajo solía ser rápido. Empezaban a trabajar a las 6 de la mañana y, gracias al poco tráfico, tardaban solo unos siete minutos en llegar a la empresa.
La mañana del 6 de agosto de 2017, alrededor de las 5:50, las hermanas iban juntas al trabajo en coche. Parecía una mañana cualquiera, como cualquier otra, pero lo que sucedió después fue totalmente inesperado. Tras unos cuatro minutos de conducción, llegaron a un cruce de cuatro carriles. El semáforo acababa de ponerse en amarillo. Como era día festivo y las carreteras estaban vacías, no redujeron la velocidad ni se detuvieron. La hermana mayor, que conducía, decidió acelerar y cruzar antes de que se pusiera en rojo.
En ese momento, la hermana menor vio un coche patrulla aparcado en la esquina y gritó: «¡Hay un policía en la esquina!». Sobresaltada, la mayor frenó bruscamente. Al ver que no había pasado nada, ambas suspiraron aliviadas, pensando que se habían librado de problemas. Entonces, el semáforo del coche patrulla se puso en verde; cruzó la esquina justo delante de ellas y se detuvo a un lado de la carretera, muy cerca de donde estaban.
La hermana mayor dijo nerviosa: «¡El coche patrulla se detuvo! ¡Nos va a parar!». Ambas miraron fijamente el coche, preocupadas por la posibilidad de una multa. La mayor sugirió: «Quizás debería girar a la derecha en vez de pasar de largo». Pero la menor se opuso: «¡No! Girar ahora sería muy sospechoso». Decidieron seguir recto, y la menor mantuvo la vista fija en el coche patrulla.
Pero al pasar por el lugar donde se había detenido el coche patrulla, este desapareció repentinamente ante sus ojos. No se alejó, no giró; en un abrir y cerrar de ojos, simplemente se esfumó. Ambas hermanas quedaron atónitas, completamente mudas ante lo que acababan de presenciar.
Tras unos instantes de confusión, siguieron conduciendo por su ruta habitual al trabajo, una carretera completamente recta. De repente, como por arte de magia, tres ciervos adultos cruzaron corriendo delante del coche. La hermana mayor frenó bruscamente de nuevo, a punto de atropellarlos. Pero, al igual que el coche patrulla, los tres ciervos desaparecieron al instante. La hermana menor había estado muy atenta a la carretera todo el tiempo y estaba segura de que no podía haber pasado por alto ni un solo ciervo, y mucho menos tres que aparecían y desaparecían a la vez.
En los ocho años que llevaban viviendo allí, jamás habían visto ciervos en esa carretera. Su barrio era una zona urbana, no un lugar donde se acostumbrara a ver ciervos. Ver siquiera uno habría sido extraño; tres a la vez, impensable. Aquel día les resultó profundamente inquietante e inexplicablemente extraño de principio a fin: una experiencia escalofriante que, hasta el día de hoy, sigue siendo un misterio para ambas.








