Milei denuncia el ‘Estado-dios’ de la izquierda: un ídolo que destruye la libertad

En su reciente visita a la provincia de Chaco, el presidente argentino Javier Milei volvió a encender una poderosa señal de advertencia contra la ideología que ha dominado a buena parte del mundo occidental en las últimas décadas: la izquierda no solo ha degradado los valores que hicieron grande a la civilización, sino que ha levantado un nuevo ídolo, un falso dios que reemplaza a la fe verdadera. Ese ídolo es el Estado.
Durante la clausura de un congreso de iglesias evangélicas en la provincia de Chaco, Milei no solo reivindicó los valores de la tradición judeocristiana, sino que denunció con firmeza la distorsión moral que, a su juicio, ha producido la izquierda. En sus palabras, la izquierda “renunció a la cultura del trabajo, al ahorro, a la verdad y a la responsabilidad”, y en su lugar instauró una serie de quimeras disfrazadas de justicia social, cuyo verdadero motor no es la compasión, sino la envidia.
La justicia social: envidia disfrazada
Milei recurrió a pensadores como Thomas Sowell y Jesús Huerta de Soto para desmontar el concepto de “justicia social”, al que calificó como “envidia con retórica”. Para el presidente, la justicia no puede ser impuesta a punta de pistola ni repartida arbitrariamente por burócratas. La caridad —sostuvo— debe surgir del corazón, no de la coacción. “La justicia social es robarle a una persona el fruto de su trabajo para dárselo a otra”, afirmó, señalando que esta idea atenta directamente contra el séptimo y el décimo mandamiento: no robarás y no codiciarás los bienes ajenos.
Según esta visión, el Estado omnipresente no solo quebranta los principios morales básicos, sino que destruye el vínculo entre mérito y recompensa. Al romper ese vínculo, se castiga a quien trabaja y se premia al que espera dádivas, minando la ética del esfuerzo individual que fundamenta el progreso.
El Estado como sustituto del Creador
Para Milei, la izquierda ha construido una religión política que convierte al Estado en su dios. Este falso dios promete el paraíso terrenal a cambio de obediencia y poder absoluto. Pero en lugar de prosperidad, produce miseria. “El Estado se convirtió en un becerro de oro al que muchos han comenzado a adorar, abandonando al verdadero Dios”, sentenció el mandatario.
El presidente recurrió incluso a las Escrituras para ilustrar su punto. En el capítulo 8 del libro de Samuel, el pueblo de Israel rechaza a Dios y pide un rey. El Señor les advierte que ese rey les quitará sus bienes, su libertad y su dignidad. Más adelante, en el Evangelio de San Lucas, el demonio ofrece a Jesús todos los reinos de la Tierra —es decir, los Estados— a cambio de su adoración. Jesús rechaza la oferta, pero Milei sugiere que hoy muchos líderes han aceptado esa tentación.
Una batalla espiritual, cultural y política
El discurso de Milei plantea que la lucha actual no es solo económica o política, sino espiritual. La izquierda, afirma, ha colonizado la mente de millones a través de una prolongada batalla cultural que logró infiltrar ideas equivocadas sobre el trabajo, la riqueza, la justicia y la libertad. “Han confundido generaciones enteras, haciéndoles creer que la pobreza de unos es consecuencia de la riqueza de otros, que el empresario es enemigo del trabajador, que la dependencia es virtud y que el mérito es opresión”, denunció.
Pero el presidente también ofreció una alternativa: el retorno a la tradición judeocristiana, fuente —según él— de los valores que dieron origen al capitalismo, a la cooperación voluntaria, al respeto a la ley, y a la prosperidad. Citando a Max Weber, recordó que fue la ética protestante del trabajo duro, la frugalidad y el ahorro la que hizo posible el desarrollo de Occidente.
Libertad y verdad: la verdadera revolución
Para Milei, las elecciones de 2023 marcaron un punto de inflexión: el pueblo argentino dijo basta al falso dios del Estado. Optó por volver a los valores de la libertad y el mérito, y rechazó la lógica perversa de quienes buscan esclavizar al ciudadano bajo el pretexto de “protegerlo”.
En sus palabras finales, evocó una frase bíblica que resume su visión de gobierno: “La verdad os hará libres”. En esa verdad —la que sostiene que cada uno es dueño de su vida, responsable de su destino y libre para prosperar— se apoya el nuevo rumbo de la Argentina. Un rumbo que, de consolidarse, no solo buscará restituir la economía, sino también el alma de una Nación.