Lo que la elección del nuevo alcalde de Nueva York revela sobre las fallas del sistema chino

Por un colaborador de Vision Times / Mundo Libre

La noche del 4 de noviembre de 2025, un joven llamado Zohran Mamdani fue elegido alcalde de la ciudad de Nueva York. Tiene tan solo 34 años, es musulmán e hijo de inmigrantes ugandeses. Un chico que creció en un apartamento alquilado logró, de alguna manera, ganarse el aplauso y la confianza de una de las ciudades más complejas del mundo.

En ese instante, me invadió una emoción indescriptible. Cada voto emitido parecía iluminar el país oscuro y opresivo que aún vive en mi memoria. Aquí, un joven puede ser enaltecido por sus ideas; allá, un joven puede ser arrestado simplemente por hablar.

No dejaba de mirar esa foto de prensa: Mamdani sonriendo entre la multitud, con una pancarta detrás que decía “El poder al pueblo”.

Cinco simples palabras que me inquietaron durante mucho tiempo.

En Estados Unidos, esa frase significa “la soberanía pertenece al pueblo”.

Pero en China, si esas mismas palabras aparecieran en un cartel, serían condenadas por “incitar a la subversión”.

Desde la infancia nos enseñaron a “amar a nuestra patria” y a “apoyar al Partido”, pero nadie nos preguntó jamás: ¿amamos realmente a nuestro país o al partido político que afirma estar por encima de él?

La victoria de Mamdani no es solo un triunfo personal; es un triunfo del sistema.

Provenía de un entorno humilde: sin contactos ni poderosos patrocinadores. Triunfó gracias a sus ideas, el debate y la confianza de los ciudadanos.

No puedo evitar preguntarme: si hubiera nacido en China, ¿cómo sería su vida?

Quizás estaría bajo “vigilancia especial”. Quizás nunca tendría la oportunidad de expresar públicamente sus creencias.

Una vez viví en un país sin verdaderas urnas electorales. Había urnas, pancartas rojas y funcionarios sonrientes, pero todo ya estaba decidido.

Recuerdo la primera vez que oí la frase “elecciones reales”; fue después de llegar a Estados Unidos.

Aquí, el voto es un arma del pueblo, no un instrumento. Los medios pueden cuestionar al alcalde. Los periodistas pueden burlarse del presidente. Los ciudadanos pueden protestar abiertamente.

Pero en China, una persona común que simplemente cuestione al gobierno —incluso con una sola publicación en Weibo— podría ser “invitada a tomar el té”.

A menudo me pregunto: ¿Por qué el poder en China nunca teme perder ? ¿Por qué el pueblo, en su propio país, nunca es tratado como dueño?

Mamdani ganó porque los votantes creen que la política puede cambiar vidas.

En China, la mayoría de la gente solo ha aprendido a escapar: escapar al extranjero, escapar al silencio, escapar a los rincones de su mente.

Mamdani es musulmán, del sur de Asia y un progresista de izquierda.

Se atreve a defender el “transporte público gratuito”, los “impuestos a los ricos” y la “congelación de los alquileres”.

Tal vez sus propuestas sean radicales, pero tiene derecho a expresarlas y a ser escuchado.

En China, los jóvenes solo hablan de “exámenes para el servicio civil”, “involución” o “huir de casa”.

El sistema ha vaciado su imaginación y el miedo les ha cortado las alas.

Conozco a muchos chinos de ultramar que todavía extrañan su tierra natal, pero también saben que esa tierra ya no permite una verdadera diversidad.

Una sociedad que pierde el choque de ideas es como un cuerpo que ha perdido el aliento.

No estoy alabando a Estados Unidos; estoy reflexionando.

¿Qué hace que una sociedad abrace la diferencia, mientras que otra solo puede hacerse eco de una sola voz?

A veces siento que el problema de China no es solo la falta de democracia, sino la pérdida de la vergüenza.

Cuando el poder puede mentir libremente, suprimir la verdad y pisotear los derechos humanos sin remordimientos, significa que la brújula moral de toda la sociedad se ha entumecido.

En Nueva York, el alcalde debe rendir cuentas a los ciudadanos. En Beijing, los ciudadanos deben someterse a los funcionarios.

En una democracia, el poder es una posición de servicio. En una autocracia, el poder es un privilegio de saqueo.

No soy politólogo, pero entiendo una verdad simple:

El poder sin control siempre corromperá. Un sistema que no puede ser criticado está condenado al colapso.

Ahora vivo en Estados Unidos.

A menudo camino por las calles y veo personas de diferentes razas y religiones caminando juntas. Debaten, discrepan y protestan, pero pueden hablar .

Sé que la libertad de expresión no significa perfección, pero significa esto: no desapareceré por decir la verdad.

Y todavía recuerdo los nombres de los que desaparecieron : Zhang Zhan, Xu Zhiyong, Ding Jiaxi, Guo Feixiong…

Fueron enterrados en la oscuridad de la prisión simplemente por decir verdades prohibidas.

A veces me pregunto: si vivieran en Nueva York, ¿también podrían estar bajo la luz del sol y expresar sus creencias con una sonrisa, como Mamdani?

En una sociedad libre, un joven que vive de alquiler puede cambiar su destino mediante la convicción. En una sociedad represiva, un ciudadano que dice la verdad puede perder su futuro por ello.

¿Cuándo celebrará China unas verdaderas elecciones ciudadanas?
¿Cuándo dejará la gente de temer expresar su disconformidad?
¿Cuándo vivirá finalmente la próxima generación sin mentiras ni miedo?

Ese día aún puede estar lejos, pero creo que llegará.
Porque la historia nunca se pone del lado de los opresores para siempre.
El poder puede controlar los medios de comunicación, pero no despertar conciencias.
Puede encarcelar a las personas, pero jamás sus convicciones.

En Nueva York, la gente cambia la realidad con su voto.
En China, innumerables personas siguen resistiendo al olvido con su conciencia.

Este artículo representa la opinión personal del autor y no refleja necesariamente la opinión de Mundo Libre .

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