Las “concesiones estratégicas” de Xi en la cumbre Trump–Xi revelan fracturas dentro del Partido Comunista Chino (PCCh)

En una cumbre de alto riesgo celebrada en Busan, Donald Trump y Xi Jinping se reunieron cara a cara por primera vez desde 2019, en un encuentro que, según expertos, expuso profundas fracturas bajo la aparente cooperación entre Estados Unidos y China.

El 30 de octubre, el presidente estadounidense Donald Trump y el líder chino Xi Jinping sostuvieron su primer encuentro cara a cara desde el regreso de Trump a la Casa Blanca. La última vez que ambos mandatarios se reunieron fue en 2019. Las conversaciones, que duraron aproximadamente una hora y cuarenta minutos en el Aeropuerto Internacional Gimhae de Busan, abordaron temas clave como los aranceles comerciales, las exportaciones de tierras raras, la crisis del fentanilo y Taiwán.

Aunque los medios estatales chinos presentaron la cumbre como un “avance positivo”, los analistas aseguran que el evento reveló la creciente vulnerabilidad de Pekín y una postura cada vez más defensiva de Xi. “Esta llamada estrategia de ‘pelear sin romper’ ha fracasado”, comentó el analista político Du Wen, calificando las concesiones de Xi como “una rendición apenas disimulada”.

“Una rendición apenas disimulada”

El viaje de Trump por Asia, que abarcó Malasia, Japón y Corea del Sur, representó un intento decisivo por recuperar la influencia estratégica de Estados Unidos en la región. Tras mediar en el conflicto fronterizo entre Tailandia y Camboya, su intensa gira diplomática logró varios éxitos económicos, asegurando más de 70.000 millones de dólares en nuevas inversiones de países del sudeste asiático y reforzando cadenas de suministro alineadas con Washington, excluyendo a China.

En Malasia y Tailandia, Trump aplicó su política de “aranceles recíprocos”, advirtiendo que los países que se negaran a firmar acuerdos comerciales con EE. UU. podrían enfrentar tarifas entre el 10 % y el 40 %. En cambio, aquellos que se sumaran —como Malasia, Tailandia y Vietnam— obtendrían acceso preferencial al mercado estadounidense e incentivos a la inversión.

El comentarista Jiang Feng describió los resultados como “una jugada maestra de diplomacia económica”, señalando que las naciones del sudeste asiático se están alejando de la dependencia de las cadenas de suministro chinas y alineándose con mercados liderados por Estados Unidos. “El mensaje es claro”, dijo Jiang. “Mientras la retórica de Pekín se endurece, su poder de negociación se desvanece”.

Las concesiones de Xi

Observadores destacaron tres concesiones clave de Pekín durante la cumbre, que reflejan tanto presiones internas como debilidad internacional:

  • Tierras raras: China acordó retrasar al menos un año la prohibición de exportarlas, en una drástica reversión tras meses de retórica nacionalista.
  • Fentanilo: Pekín prometió “reforzar la aplicación de la ley” sobre las exportaciones de precursores químicos, a cambio de que Washington redujera a la mitad los aranceles sobre productos relacionados.
  • Importaciones agrícolas: China se comprometió a reanudar las compras masivas de soja estadounidense, con un valor estimado de 500.000 millones de dólares en bienes estadounidenses a lo largo de tres años.

“Esto no es diplomacia, es sumisión”, sostuvo Du Wen. “Xi levantó la carta de las tierras raras muy alto, solo para dejarla caer suavemente. Fue obligado a ceder”.

Jiang Feng fue más allá, afirmando que las concesiones reflejan un cambio de poder interno: “La llamada ‘facción de Hu’ —veteranos pragmáticos vinculados al exlíder Hu Jintao— ha recuperado el control. Xi solo firmó la nota de rendición que ellos redactaron”.

Un espejismo económico

Xi llegó a Corea del Sur alardeando de un crecimiento del PIB del 5,3 %, asegurando que la economía china estaba “estable y resiliente”. Sin embargo, observadores independientes calificaron esas cifras de “profundamente infladas”. Du Wen lo describió como “un fraude sistemático”, señalando que los gobiernos locales falsifican los datos inflando facturas, devolviendo sobornos y contabilizando pérdidas como ingresos.

“La realidad es sombría”, añadió Du. “Las ventas minoristas han caído durante seis meses consecutivos, la inversión inmobiliaria se ha desplomado un 41 % y el índice manufacturero PMI está por debajo de 50. Estos no son números de una economía sana, sino de una en soporte vital.”

En los últimos años, China ha enfrentado una desaceleración económica provocada por el colapso del mercado inmobiliario, el aumento de la deuda local y la pérdida de confianza del consumidor. El sector inmobiliario, otrora motor de crecimiento, hoy se encuentra en el centro de la crisis, con proyectos inconclusos, desarrolladores quebrados y millones de ciudadanos que se niegan a pagar hipotecas. La caída de gigantes como Evergrande y Country Garden ha sacudido el sistema financiero, erosionando la confianza pública y agotando la liquidez.

El economista Lao Deng comparó la situación con un organismo enfermo: “La deuda local, los mercados de vivienda y la sobreproducción han dejado al sistema financiero chino pudriéndose desde dentro. Es como un paciente con cáncer y sida al mismo tiempo”, dijo. “Cada sistema está fallando, pero Xi insiste en que el paciente goza de buena salud.”

Control vs. innovación

Uno de los principales reclamos de Trump durante la cumbre fue la liberalización de Internet, una exigencia histórica de Washington vinculada al acceso de empresas tecnológicas estadounidenses al mercado chino. Según los analistas, las divisiones internas dentro del PCCh sobre este tema se han agudizado.

El ala reformista sostiene que la censura excesiva está sofocando la innovación y la competitividad comercial del país, mientras que los sectores más duros insisten en que abrir el acceso digital pondría en riesgo la supervivencia del régimen. “Aproximadamente 200 millones de chinos usan VPNs regularmente”, indicó Du. “El muro ya está agrietado; solo es cuestión de tiempo antes de que se derrumbe.”

Lao Deng advirtió que Xi sigue alineado con el sector conservador, favoreciendo una apertura parcial y controlada bajo fuerte vigilancia estatal. “La dirigencia cree que la seguridad está por encima del crecimiento”, señaló, “pero al hacerlo, están sacrificando ambas.”

Las fracturas del PCCh

Pese a las sonrisas, fotos y apretones de manos, las fuentes internas sostienen que la cumbre fue menos una negociación diplomática y más una prueba política del debilitamiento de Xi. “Esto no fue una negociación EE. UU.–China”, afirmó Jiang Feng. “Fue una sesión de corrección al estilo Hu Jintao. Xi solo entregó la tarea escrita por otros.”

Los analistas coinciden en que la aparente distensión encubre una fractura más profunda dentro del Partido Comunista. Mientras las facciones pragmáticas presionan por un enfoque económico más realista y reconciliación exterior, la rigidez ideológica y el autoritarismo de Xi lo han dejado cada vez más aislado.

“El ‘arrodillamiento de Busan’”, señaló Jiang, “marca el momento en que se quebró la supremacía de Xi. La fachada de unidad se ha derrumbado, y el futuro de China se está reescribiendo a puertas cerradas.”

¿Una nueva fase en las relaciones EE. UU.–China?

Por ahora, Washington y Pekín parecen haber retomado una dinámica de “pelea sin ruptura”: cooperación envuelta en confrontación. Pero los expertos advierten que las tensiones de fondo siguen creciendo.

La estrategia indo-pacífica de Trump, sumada al realineamiento de la ASEAN y la renovada cooperación con Japón y Corea del Sur, deja a China acorralada económica y diplomáticamente.

“La casa del PCCh está dividida”, concluyó Lao Deng. “La legitimidad de Xi se erosiona, la economía se debilita y el ejército está en crisis. La verdadera pregunta no es si China cambiará, sino quién estará al mando cuando lo haga”.

Por Yin Hua

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