La tragedia del actor Yu Menglong: cómo el régimen comunista chino destruye el bien mediante mentiras y miedo

La muerte del actor chino Yu Menglong ha conmocionado la conciencia pública. Quienes aún viven pueden percibir lo que él no pudo: el engaño y el peligro que lo rodeaban. Su historia nos recuerda que la bondad sin discernimiento puede ser peligrosa. Como advierte un antiguo proverbio chino: «Un hombre sabio no se mantiene bajo un muro derruido».

Muchos en China, cuando se enfrentan a los crímenes del Partido Comunista Chino (PCCh), reaccionan con desapego: “¿Qué tiene eso que ver conmigo?” Pero la historia muestra que no reconocer el mal conlleva su propio costo.

Cuando el PCCh tomó el poder en 1949, quienes huyeron y quienes se quedaron emprendieron caminos radicalmente diferentes. Muchos de los que permanecieron quedaron lisiados, encarcelados o enloquecidos en sucesivas campañas políticas. Quienes escaparon sobrevivieron en gran medida; su salvación se debió a un juicio lúcido y a una visión moral previsora. Ver el mal tal como es, requiere profunda sabiduría.

A finales de 1948, los nacionalistas estaban perdiendo la guerra civil china. Chiang Kai-shek puso en marcha un plan de emergencia para evacuar a destacados académicos a un lugar seguro en Taiwán. Ordenó personalmente a los aviones que desafiaran el fuego enemigo y esperaran en el aeropuerto de Nanyuan en Beijing. Sin embargo, la mayoría de los asientos permanecían vacíos. Solo unos pocos, entre ellos Hu Shi y Chen Yinke, decidieron embarcar.

El PCCh envió emisarios para persuadir a Hu Shi de que se quedara. Su respuesta fue tajante:

No creas ni una palabra de lo que dicen los comunistas.
En la Unión Soviética hay pan, pero no libertad.
En Estados Unidos, hay pan y libertad.
Cuando lleguen los comunistas, no habrá ni lo uno ni lo otro.

La advertencia de Hu fue desatendida. Muchos intelectuales se quedaron, convencidos de que los comunistas representaban un «nuevo amanecer». Chen Yuan, rector de la Universidad Fu Jen, escribió que sus estudiantes estaban «dando la bienvenida a una nueva sociedad». Pocos imaginaron la pesadilla que se avecinaba.

Propaganda y traición

Antes de tomar el poder, el PCCh prometió públicamente democracia y libertad. El diario Xinhua declaró en 1940 que las afirmaciones sobre una «dictadura de partido único» eran mentiras maliciosas, prometiendo «devolver el poder al pueblo». En 1945, Mao Zedong aseguró a Reuters que la nueva China sería «libre, democrática y gobernada por elecciones».

Estas promesas sedujeron tanto a intelectuales chinos como a observadores extranjeros. Sin embargo, la historia resultó ser lo contrario: un régimen totalitario basado en el engaño.

Los que confiaron en el régimen pagaron caro.

  • Chen Yinke, el historiador más erudito de la nación, fue atormentado por los Guardias Rojos hasta su muerte durante la Revolución Cultural.
  • Zeng Zhaolun y su esposa Yu Dayin, ambos académicos de renombre, regresaron de Hong Kong para «servir a la patria». Yu fue desnudada y golpeada hasta la muerte; Zeng murió meses después bajo tortura.
  • Hu Sidu, hijo de Hu Shi, se quedó, denunció a su padre y posteriormente fue tildado de «derechista». Se ahorcó en 1957.
  • Dong Jiayi, un doctorado de Harvard, murió en el campo de trabajo de Jiabiangou durante la Gran Hambruna; su cuerpo quedó mutilado por el hambre.

Sus destinos son un claro testimonio de cómo el PCCh devoró las mismas mentes que una vez soñaron con reconstruir la nación.

La historia de estos eruditos —y ahora, la de Yu Menglong— transmite un mensaje atemporal: la bondad sin sabiduría puede ser fatal. El mal a menudo se disfraza con el lenguaje de la justicia y el progreso. Para resistirlo, hay que ver con claridad, pensar con independencia y no dejarse engañar por falsas promesas.

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente las del autor y no reflejan necesariamente las de Mundo Libre.

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Redacción Mundo Libre
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