La «tarea fina» del régimen chino para infiltrarse en América Latina, exportar su ideología y aumentar su poder
En 1991 con el fin de la Guerra Fría, terminó un período de varias décadas en las que el mundo entero debatió entre las ideas comunistas y capitalistas. En ese entonces muchos optimistas indicaron que el comunismo era parte de un pasado oscuro de la historia y lo dieron por terminado.
Sin embargo, hoy podemos notar que la ideología del espectro comunista no desapareció en absoluto. Simplemente tomó diversas formas y así logró expandirse por todo el mundo.
En algunos lugares se mantienen los típicos gobiernos dictatoriales abiertamente comunistas como en China, Corea del Norte, Cuba y Vietnam, también está la Europa del Este donde ya no existe de modo oficial pero si continúan vigentes la ideología y las costumbres comunistas, también continúan varios países africanos y latinoamericanos donde ciertas castas políticas mantienen oprimidas a sus poblaciones en nombre del socialismo y el populismo.
Luego están las naciones de Europa y Norteamérica que se han convertido en anfitriones de influencias comunistas sin que mucha gente sea consciente de ello. Luego del “aburguesamiento” de la clase obrera en estas regiones, al comunismo no le quedó otra opción que modificar los motivos de lucha, confrontación y odio difundiendo un sinnúmero de ideologías confrontativas que no tienen que ver con la lucha obrera pero mantienen en común la idea de destruir lo tradicional, lo establecido y lo recto.
En este sentido el Partido Comunista Chino (PCCh), el máximo representante hoy en la tierra de esta ideología perversa, utilizó diversos mecanismos para favorecer esta expansión ideológica por el mundo.
En el presente capítulo llevaremos a cabo un análisis histórico sobre la relación del PCCh con Latinoamérica y su intento por avanzar en el continente con su ideología, su influencia en las revoluciones de izquierda de los años 60, 70 y 80, y como finalmente logró penetrar en las últimas décadas a través de estrategias que llevaron a polémicos acuerdos económicos que en muchos casos ponen en riesgo la soberanía nacional de los supuestos beneficiados.
El PCCh exporta las ideas maoístas a Latinoamérica
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el mundo tenía los ojos puestos sobre Estados Unidos y la Unión Soviética, los dos grandes protagonistas de la Guerra Fría que debatieron en tensión pero sin enfrentamientos armados el modelo económico que seguiría el mundo de posguerra.
Mientras tanto el monstruo del PCCh tomaba el gobierno de China por la fuerza y comenzaba a gestarse el poder más perverso de la historia, hasta ese entonces había sido un satélite insignificante de la Unión Soviética.
A pesar de la gran crisis que debió enfrentar el PCCh durante sus primeras décadas de gobierno, incluyendo la gran hambruna que provocó la muerte de millones de personas, su campaña para exportar el comunismo al resto del mundo no paró de crecer.
El PCCh hizo de la exportación de la revolución una piedra angular de su política exterior. No sólo proveyendo de apoyo financiero, entrenamiento y armas para rebeliones de izquierda en Asia, África y América Latina, sino incluso enviando tropas para asistir directamente a guerrillas que luchaban contra gobiernos legítimos.
Entre 1958 y 1962, millones de chinos murieron de hambre, sin embargo durante esos años la ayuda extranjera superó los 2360 millones de yuanes y se donaron decenas de miles de toneladas de arroz y trigo a Guinea, Albania y otros países donde guerrilleros comunistas intentaban tomar el poder.
Según informes oficiales, en 1973, durante la Revolución Cultural, los gastos del PCCh en ayuda extranjera alcanzaron su pico: casi el siete por ciento del presupuesto nacional.
Tanto la Unión Soviética como la República Popular China llevaron adelante extensas campañas de apoyo a los movimientos comunistas en el Oriente Medio, Asia meridional, África y América Latina. Pero desde finales de los años 60, la Unión Soviética se encontraba no solo bajo la lupa de Estados Unidos, sino también de la OTAN y el resto de las potencias europeas, lo que implicaba que ante un inminente aumento de la tensión podría desatarse una tercera guerra mundial.
Esta situación llevó a que la Unión Soviética reduzca su apoyo a los movimientos revolucionarios que promovían la lucha armada en el “tercer mundo”, dejando este espacio al PCCh, y generando el comienzo de fuertes internas entre los dos países que se disputaban el liderazgo del comunismo mundial.
Durante la Revolución Cultural, el PCCh solía tener un lema: “El proletariado sólo puede liberarse al liberar a toda la humanidad”, y así comenzó el empoderamiento del PCCh a nivel mundial.
A mediados de los años 60, en Latinoamérica, los comunistas maoístas ya habían establecido organizaciones en Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Chile, Venezuela y Ecuador. Los miembros principales eran jóvenes y estudiantes. Con el apoyo de China, en 1967 los maoístas en Latinoamérica establecieron dos grupos guerrilleros: el Ejército Popular de Liberación de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia.
En esos años también fue entrenado directamente en Beijing Abimael Guzmán, líder del Partido Comunista Peruano, también conocido como Sendero Luminoso.
Revolución cubana y su relación con el PCCh
Cuba merece un capítulo aparte por el solo hecho de ser la primera revolución comunista en llegar al poder en un país lationamericano, además de ser el primer país de la región en establecer vínculos oficiales con el régimen chino.
Las relaciones de China con Cuba en la primera mitad de la década de 1960, cuando la división chino-soviética se intensificaba rápidamente, fueron determinantes tanto para Beijing como para La Habana, así como para el movimiento comunista mundial.
Aunque los lazos de Fidel Castro, líder del movimiento comunista Cubano, con Mao Zedong sobrevivieron al comienzo, luego de la ruptura chino-soviética, la dependencia de Castro de la URSS finalmente condenó su noviazgo con China.
El discurso vehementemente antichino de Castro en marzo de 1966 marcó el final de la amistad chino-cubana.
Años más tarde, Castro terminó de hundir la relación cuando durante una entrevista en 1977 dijo: “Creo que Mao (Zedong) destruyó con los pies lo que hizo con su cabeza durante muchos años. Estoy convencido de eso. Y algún día la gente de China y el Partido Comunista de China tendrán que reconocer eso”, le dijo el dictador cubano a la periodista estadounidense Barbara Walters.
Sin embargo, el legado maoísta estaba más que presente entre otros líderes de la revolución cubana, como en el caso del Comandante “Che” Guevara, quien reconoció en muchas ocasiones su simpatía y admiración por el régimen comunista chino y especialmente por su líder Mao Zedong.
Las reiteradas críticas de Guevara contra la Unión Soviética y sus frecuentes visitas a la China comunista, fueron uno de los principales motivos que despertaron la conocida rivalidad que se gestó entre él y Fidel Castro, quien, por el contrario, promovía la relación de Cuba con el bloque Soviético.
De hecho, las relaciones entre Cuba y China no se restablecieron del todo sino hasta 1989 cuando cayó la Unión Soviética y Castro hizo su primera visita de Estado a China en 1995.
Cuba, todavía bajo el embargo económico de Estados Unidos, necesitaba fortalecer sus lazos con otros aliados comunistas. Rápidamente, China se convirtió en uno de los aliados comerciales más importantes de Cuba y la economía fue el foco principal de la visita de Castro al país asiático.
El préstamo del PCCh al Che Guevara
Ernesto Guevara consideraba a China un ejemplo a seguir y admiraba a Mao Zedong, con quien se reunió en varias ocasiones. La primera visita del Comandante Che Guevara fue en noviembre de 1960, oportunidad en que fue recibido por el propio Mao. Los principales medios de difusión chinos, en especial la prensa escrita, ofrecieron una gran cobertura a la visita de la delegación presidida por el Che. Desde entonces, continuaron las visitas y los encuentros con los referentes principales del régimen chino.
En particular, Guevara declaró haber quedado impresionado de cómo, supuestamente, la reciente revolución comunista china había transformado una sociedad rural en una industrializada sociedad socialista. En sus palabras, China es un “ejemplo” que muestra “un nuevo camino para las Américas”.
Tal es la admiración por el líder chino que en los escritos más básicos del Che Guevara se puede notar la presencia de la teoría maoísta acompañada desde luego por el leninismo revolucionario y la teoría marxista como estructura fundamental.
La admiración parece haber sido mutua, de hecho el propio Mao reconoció el “buen trabajo realizado por Guevara y sus aliados en Cuba”, y en ese entonces comprometió su apoyo incondicional a la revolución cubana.
Dada la disputa entre el PCCh y la Unión Soviética por liderar el movimiento comunista internacional, se presupone que Mao tenía especial interés en profundizar su relación con Guevara.
Tal es así, que según los registros históricos el régimen comunista chino le prestó 60 millones de dólares al guerrillero Guevara tras su visita a China, para colaborar con la avanzada comunista en Latinoamérica. Esto fue en el mismo momento en que el pueblo chino estaba muriendo de hambre durante la campaña fallida del Gran Salto Adelante.
En 1980 había más de 50 partidos comunistas en Latinoamérica con gran influencia maoísta
Durante los años 70 y 80 los levantamientos populares en latinoamérica motivados por el comunismo internacional no dieron tregua a las débiles democracias, que alternaron con golpes militares que buscaban detener el avance izqueirdista en la región.
Entre los grupos de izquierda, sin duda, el movimiento maoísta fue uno de los más populares y violentos.
El llamado Sendero Luminoso en Perú, el Partido Comunista Revolucionario en Argentina, el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario en Colombia y tantas otras agrupaciones políticas de jóvenes revolucionarios adoptaron al maoísmo como teoría política fundamental para llevar adelante sus acciones guerrilleras.
El maoísmo confrontaba con la corriente soviética que para aquel entonces parecía, según gran parte de la izquierda latinoamericana, seguir el juego y ser funcional al “imperialismo norteamericano”.
Los maoístas latinos promovieron la lucha armada hasta las últimas consecuencias, tal como indicaba el manual sangriento del entonces líder del Partido Comunista Chino Mao Zedong, provocando la muerte de decenas de miles de personas inocentes en atentados terroristas en su intento por tomar el poder.
¿Fracasó el comunismo en los países latinoamericanos o tomó diversas formas?
Si analizamos solo la lucha armada como factor determinante para el éxito comunista, se puede afirmar que el comunismo en latinoamérica fracasó casi rotundamente, con algunas excepciones como Cuba y Venezuela, donde continúa vigente aunque bajo una profunda crisis económica, política y social.
Sin embargo, haciendo un análisis más profundo de la historia, concluimos en que la mayoría de los países latinoamericanos cayeron en diversas variantes del socialismo. Y partidos políticos de izquierda o centro izquierda llegaron al poder asumiendo nombres como Partido Socialista Democrático, Partido Socialista del Pueblo, y así varias agrupaciones en América Latina quitaron las palabras “partido comunista” de sus nombres, pero continuaron promoviendo ideologías de izquierda, volviéndose incluso más engañosos en sus actividades.
Surgió un gran movimiento latinoamericano con características populistas, que permitió el “aburguesamiento” de las clases trabajadoras, pero manteniendo el autoritarismo típico del comunismo, los límites a las libertades, la idolatría a ciertas figuras del “partido”, y el intento constante de hacerle creer a la ciudadanía que el gobierno es del pueblo, el cual será empoderado y enriquecido si siguen al “líder”. Estas falsas promesas, nunca se cumplieron en Latinoamérica.
En este sentido se puede decir que en términos generales en América Latina la izquierda no pudo tomar el poder por las armas, pero se desató una batalla cultural la cual parece haberla ganado, por lo menos hasta el momento, la izquierda socialista. Esto allanó el camino para que algunos años más tarde el PCCh pueda penetrar sin ningún tipo de obstáculo e intervenir, como un espectro en silencio y con disimulo, en prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana.
El fin de la guerra fría, el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio y el impacto en Latinoamérica
El fin de la Guerra Fría, el colapso del bloque soviético y la implementación de reformas económicas en China parecían señalar el fin de la amenaza del comunismo para el mundo libre y la humanidad.
En realidad, el retraimiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética dejó al PCCh fuera del foco de atención y le dio varias décadas para apuntalar su sistema totalitario e implementar su plan para penetrar en el mundo Occidental.
En 2001, con el apoyo del entonces presidente estadounidense Bill Clinton, China ingresó a la Organización Mundial del Comercio (OMC), a partir de allí el país logró un crecimiento inédito en términos económicos.
Atraídos por las condiciones de nulos costos laborales y regulaciones, China comenzó a recibir de Occidente flujos de inversión directa que representaban hasta el 16% de su formación de capital fijo todos los años (principalmente de Estados Unidos), generando un superávit comercial sin precedentes.
Los excedentes de dinero que comenzó a generar el régimen comunista, derivados de su gran superávit comercial, comenzaron a ser invertidos estratégicamente en aquellos países que la cúpula del partido comunista consideraba idóneos.
El nuevo poder de compra del régimen produjo que las importaciones chinas comenzaran a ser un factor fundamental en los sistemas económicos de muchos países, incluidos los latinoamericanos.
La influencia china en el mundo y en la región ha alcanzado niveles que eran impensados hace 20 años. Mediante mecanismos económicos y corporativos ha logrado imponer no sólo su lógica comercial, sino también la política.
Estos mecanismos se basan en dos pilares fundamentales desde lo económico: la inversión proveniente del régimen chino, tanto pública como privada (en forma de inversión directa o financiamiento), y las compras focalizadas al extranjero que fueron cuidadosamente ensambladas con su estrategia de inversiones para su propio desarrollo económico y geopolítico, como es el caso de las cuantiosas importaciones de minerales en la región.
Existe un tercer pilar, el financiero, que no es menos importante para desarrollar la influencia del PCCh en el mundo, el cual deriva de sus inversiones de cartera con sus compras de activos, bonos y acciones.
La construcción de estas formas de poder comenzaron con mucho disimulo a principios del milenio, y no fue hasta la fundación del llamado proyecto de “la Franja y la Ruta” en el año 2013 que el avance comercial/imperialista logró institucionalizarse tanto en Latinoamérica, como en África y actualmente también en Europa y Estados Unidos.
China, a pesar de los cambios estructurales mostrados al mundo en los últimos años, no dejó de ser, puertas adentro, el mismo régimen comunista dictatorial, violento y perverso de siempre. Solo que ahora con un protagonismo mundial que antes no existía y con más poder para influir sobre el mundo Occidental.
Permitir el ingreso de China a la OMC fue quizás uno de los peores errores históricos de Occidente, pues el PCCh al salir al mundo nunca adoptó los valores occidentales como la libertad de expresión, de mercado y de credo y por el contrario continuó teniendo el peor récord de violaciones a los derechos humanos del mundo entero.
La neocolonización: Cómo es el plan de China para conquistar América Latina y las peligrosas consecuencias
El gigante asiático somete a países empobrecidos a fuerza de préstamos y promesas de inversiones. Mano de obra barata, precarización y deterioro ambiental es el modelo económico que intenta replicar en América Latina, tal como fue impuesto en los países africanos donde intervino en años anteriores.
China ha iniciado ya desde hace algunos años un lento pero constante proceso de “neocolonización” sin freno en América Latina.
Los tiempos actuales ya no permiten a los países imperialistas avanzar con invasiones militares, o al menos resulta muy costoso para aquellos que se atreven a hacerlo. Es por eso que la voracidad expansionista del régimen comunista chino lleva el sello de la Reserva Federal de los Estados Unidos: sus funcionarios ofrecen dólares, muchos dólares a países por lo general con necesidad de ellos y con altos niveles de corrupción, y a partir de allí construyen su entramado de poder.
La táctica se repite en casi todos los países que le abren la puerta al régimen, préstamos blandos y dinero fresco, pero nada es gratis. A cambio se exigen garantías de acceso a los valiosos recursos naturales del país.
Y así fue como principalmente los gobiernos populistas de América Latina, empapados de ideología comunista y muchos con raíces teóricas en el propio Mao Zedong, permitieron el desembolso de alrededor de casi 200 mil millones de dólares desde 2005 a la actualidad.
La dictadura Chavista en Venezuela, conducida por el actual líder Nicolás Maduro, es el principal deudor de América Latina. De acuerdo con la Base de Datos Financiera de China y América Latina, los créditos que desembarcaron en Caracas en los últimos diez años registrados alcanzaron unos 62 mil millones de dólares.
Más de un tercio de esa suma aún debe pagarse, y Venezuela no está ni cerca de estar en condiciones para afrontar la deuda. Pero Beijing no parece preocuparse, porque sabe que el goteo de barriles de petróleo y de áreas de explotación minera y de crudo se le asignarán a cambio de no ser un acreedor hostil.
En conclusión, el régimen comunista chino no logró penetrar en latinoamérica a través de políticas combativas, pero sí logró una influencia inédita en los últimos 20 años a través de su creciente poder económico, volviéndose un socio comercial y financiero clave en la región.
Logró desplazar a las antiguas potencias coloniales y militares que durante siglos tomaron decisiones en el continente y de este modo el PCCh obtuvo un posicionamiento geopolítico fundamental con acceso y dominio sobre valiosos recursos.
Por Andrés Vacca