La red financiera del chavismo: cómo el narcosocialismo bolivariano irrigó a la izquierda latinoamericana con dinero sucio de PDVSA

En un giro que sacude los cimientos de la política regional, Hugo “El Pollo” Carvajal, exjefe de inteligencia militar del régimen chavista, ha revelado ante la justicia estadounidense una trama internacional de financiamiento ilícito que vincula directamente a la dictadura venezolana con líderes y movimientos de izquierda en América Latina y Europa.
Extraditado desde España en 2023, Carvajal se declaró culpable de narcotráfico y narcoterrorismo, y hoy coopera con la DEA y el Departamento de Justicia de Estados Unidos a cambio de una posible reducción de condena, que podría pasar de cadena perpetua a unos 20 años.
Sus declaraciones, recogidas en documentos confidenciales citados por medios como The Objective e Infobae, revelan el uso sistemático de PDVSA como “caja negra” del chavismo, desviando millones de dólares del petróleo —mezclados con fondos del narcotráfico— para financiar campañas políticas y consolidar una red ideológica transnacional.
La maquinaria del narcosocialismo
Carvajal no habla como un “arrepentido” cualquiera. Fue una figura central del aparato militar de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y describe con precisión un sistema de transferencias de dinero en efectivo mediante valijas diplomáticas, muchas de ellas aprobadas directamente por Maduro cuando era canciller.
“El gobierno venezolano ha financiado ilegalmente movimientos políticos de izquierda en el mundo durante al menos 15 años”, declaró ante la Audiencia Nacional de España en 2021.
Entre los beneficiarios mencionados aparecen nombres clave de la “marea rosa”: Néstor Kirchner en Argentina, Lula da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Gustavo Petro en Colombia, Fernando Lugo en Paraguay, Ollanta Humala en Perú, Manuel Zelaya en Honduras, además del Movimiento Cinco Estrellas en Italia y el partido Podemos en España.
Los montos son multimillonarios. Solo en 2007, el chavismo habría enviado 21 millones de dólares a la campaña de Cristina Fernández de Kirchner mediante 21 vuelos secretos entre Caracas y Buenos Aires. Parte de ese esquema salió a la luz con el célebre caso de la “valija de Antonini Wilson” en 2008, aunque, según Carvajal, fue apenas la punta del iceberg.
Del petróleo a la cocaína: el Estado como cartel
Para comprender la magnitud del fenómeno, hay que entender el concepto de “narcosocialismo bolivariano”. Bajo Chávez, Venezuela se transformó en un narcoestado donde el Cártel de los Soles —red de militares y altos funcionarios chavistas— fusionó el control de PDVSA con el tráfico internacional de cocaína.
Lo que alguna vez fue símbolo de soberanía energética se convirtió en una fuente de financiación ilícita, usada tanto para mantener a la élite chavista en el poder como para exportar su ideología populista.
Carvajal sostiene que los fondos provenían de operaciones conjuntas con las FARC y envíos de cocaína a Estados Unidos, configurando una alianza entre crimen organizado y política revolucionaria. El resultado: un país devastado por la hiperinflación, el hambre y un éxodo histórico, mientras sus aliados políticos en la región se beneficiaban del dinero manchado de sangre y petróleo.
La complicidad de la izquierda regional
Muchos líderes de la izquierda latinoamericana —que se presentan como defensores de la justicia social y la soberanía— fueron cómplices o beneficiarios de este sistema corrupto.
Lula da Silva, que volvió al poder en 2023 tras su paso por prisión en el caso Lava Jato, recibió respaldo financiero del chavismo durante sus años de influencia continental. Gustavo Petro, exguerrillero hoy convertido en presidente de Colombia, mantiene un discurso progresista con afinidades ideológicas al Foro de São Paulo, el mismo espacio donde el chavismo sembró su narrativa.
En Bolivia, Evo Morales utilizó los fondos venezolanos para eternizarse en el poder, manipulando elecciones y debilitando instituciones hasta su caída en 2019. En todos los casos, el patrón se repite: autoritarismo, control estatal y enriquecimiento de las élites “revolucionarias”.
Argentina: de las valijas al retorno kirchnerista
El caso argentino representa uno de los eslabones más visibles de esta red. Bajo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, los fondos chavistas alimentaron la maquinaria política del peronismo, financiando campañas, subsidios clientelares y operaciones de propaganda.
Hoy, con Javier Milei intentando desmontar esa herencia, las revelaciones de Carvajal reviven fantasmas del pasado justo en plena campaña legislativa.
El ex canciller Jorge Taiana, actual candidato de Fuerza Patria —coalición kirchnerista que busca 35 bancas en Buenos Aires—, figura como uno de los articuladores de los acuerdos energéticos con Chávez durante su gestión (2008-2010). Dichos acuerdos facilitaron el flujo de fondos de PDVSA a Argentina, en un contexto de alineamiento ciego con el eje bolivariano.
A los 75 años, Taiana encabeza una lista que incluye a Juan Grabois, Vanesa Siley y Sergio Palazzo, prometiendo “defender a los trabajadores”, mientras evita responder por su rol en esa etapa de vínculos turbios con Caracas.
Con el apoyo de Axel Kicillof y el aparato peronista bonaerense, Fuerza Patria busca recuperar terreno perdido, pero las revelaciones de Carvajal podrían alterar el panorama: para muchos votantes, apoyar a Taiana equivale a respaldar el retorno del kirchnerismo financiado por el narcosocialismo chavista.
Las consecuencias de este caso podrían ser profundas. Washington podría congelar activos y procesar a cómplices regionales, afectando a políticos aún en funciones. Pero más allá del impacto judicial, el golpe es moral: ¿cuánto del llamado “progreso social” de la izquierda fue sostenido con dinero del narcotráfico?
El chavismo no exportó revolución, sino ruina. Transformó el petróleo en cocaína, la cooperación en corrupción y la justicia social en privilegio para unos pocos.
El 26 de octubre, los bonaerenses tendrán una oportunidad histórica: rechazar en las urnas al modelo que hundió a Venezuela y contaminó la política regional. Porque votar por quienes se beneficiaron de esa red no es elegir justicia social, sino perpetuar el fraude ideológico del narcosocialismo.