La profecía de Thoth: El mundo será salvado por el Creador
En todas las culturas existen profecías según las cuales el mundo será salvado por el Creador. La siguiente es sobre una del antiguo Egipto.
La civilización del antiguo Egipto duró 5.000 años. Según el Timeo de Platón, los sacerdotes egipcios les contaron a los griegos sobre Atlántida y muchas otras historias antiguas.
Una figura importante de la historia egipcia fue Thoth, el dios de la luna, la sabiduría, el conocimiento, los jeroglíficos, la ciencia, la magia, el arte y el juicio. Desde que el antiguo Egipto fue ocupado por los griegos y luego por el Imperio Romano, Thoth pasó a ser conocido como Hermes Trismegistos en griego.
La profecía de Thoth fue documentada en Asclepio: El Discurso Perfecto de Hermes Trismegisto. (Sir Walter Scott también lo desarrolló en 1924 en los cuatro volúmenes de Hermetica). El texto seleccionado a continuación procede de Asclepio. Los «ángeles malignos» podrían ser Satanás en el Antiguo Testamento o el espectro del comunismo que amenaza al mundo actual. Afortunadamente, el mundo será salvado por «el Maestro y Padre, Dios, el primero ante todos, el hacedor de ese dios que primero llegó a ser».
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1) «¿No sabes, Asclepio, que Egipto es una imagen del Cielo, o, para hablar más exactamente, que en Egipto todas las operaciones de los poderes que gobiernan y funcionan en el Cielo han sido transferidas a la Tierra de abajo?
«No, más bien debería decirse que todo el Cosmos habita en esta Tierra nuestra como en su santuario. Y sin embargo, puesto que es conveniente que los sabios tengan conocimiento de todos los acontecimientos antes de que sucedan, no debes ser ignorante de esto: llegará un momento en que se verá que en vano los egipcios honraron a la deidad con sincera piedad y asidua dedicación, y que toda nuestra adoración sagrada será infructuosa e ineficaz. Porque los dioses volverán de la Tierra al Cielo. Egipto será abandonado, y la Tierra que una vez fue el hogar de la religión quedará desolada, privada de la presencia de sus deidades».
2) «Oh Egipto, Egipto, de tu religión no quedará más que un cuento vacío, que tus propios hijos en tiempos venideros no creerán; no quedarán más que palabras esculpidas, y solo las piedras hablarán de tu piedad. Y en ese día los hombres estarán cansados de la vida, y dejarán de pensar que el universo es digno de reverente asombro y de adoración. Y así la religión, la mayor de todas las bendiciones, pues no hay nada, ni lo ha habido, ni lo habrá jamás, que pueda considerarse una bendición mayor, se verá amenazada de destrucción; los hombres la considerarán una carga y llegarán a despreciarla.
«Ya no amarán este mundo que nos rodea, esta incomparable obra de Dios, esta gloriosa estructura que él ha construido, esta suma de bien hecha de cosas de muchas formas diversas, este instrumento por el cual la voluntad de Dios opera en lo que él ha hecho, favoreciendo incondicionalmente el bienestar del hombre, esta combinación y acumulación de todas las cosas múltiples que pueden suscitar la veneración, la alabanza y el amor del que las contempla.
«Las tinieblas serán preferidas a la luz, y la muerte será tenida por más provechosa que la vida; nadie alzará los ojos al Cielo; el piadoso será tenido por loco, y el impío, por sabio; el loco será tenido por valiente, y el impío, por bueno». En cuanto al alma y a la creencia de que es inmortal por naturaleza, o puede esperar alcanzar la inmortalidad, como les he enseñado, de todo esto se burlarán y hasta se persuadirán de que es falso. Ninguna palabra de reverencia o piedad, ninguna expresión digna del Cielo y de los dioses del Cielo será oída o creída.
«Y así los dioses se apartarán de la humanidad, ¡cosa penosa!, y solo quedarán los ángeles malignos, que se mezclarán con los hombres y empujarán a los pobres desgraciados por la fuerza principal a toda clase de crímenes temerarios, a guerras y robos y fraudes y a todas las cosas hostiles a la naturaleza del alma. Entonces la Tierra ya no se mantendrá firme, y el mar no llevará barcos; el Cielo no sostendrá las estrellas en sus órbitas, ni las estrellas seguirán su curso constante en el Cielo; todas las voces de los dioses serán necesariamente silenciadas y mudas; los frutos de la Tierra se pudrirán; el suelo se volverá estéril, y el mismo aire enfermará en un hosco estancamiento. Así llegará la vejez al mundo. La religión ya no existirá; todas las cosas estarán desordenadas y torcidas; todo el bien desaparecerá».
3) «Pero cuando todo esto haya sucedido, Asclepio, entonces el Maestro y Padre, Dios, el primero ante todo, el hacedor de ese dios que primero llegó a existir, mirará lo que ha sucedido y detendrá el desorden mediante la contraobra de su voluntad, que es el bien. Volverá a llamar al buen camino a los que se han extraviado; limpiará el mundo del mal, ahora lavándolo con inundaciones de agua, ahora quemándolo con el fuego más feroz, o de nuevo expulsándolo mediante la guerra y la peste. Y así devolverá a su mundo su antiguo aspecto, de modo que el Cosmos volverá a ser considerado digno de adoración y reverencia maravillada, y Dios, el hacedor y restaurador del poderoso tejido, será adorado por los hombres de aquel día con incesantes himnos de alabanza y bendición.
«Tal es el nuevo nacimiento del Cosmos; es un hacer de nuevo todas las cosas buenas, una restauración santa y asombrosa de toda la naturaleza; y se lleva a cabo en el proceso del tiempo por la voluntad eterna de Dios. Porque la voluntad de Dios no tiene principio; es siempre la misma, y como es ahora, así ha sido siempre, sin principio. Porque es el ser mismo de Dios el proponerse el bien».