La izquierda extiende su poder por América Latina y habla de integración, pero… ¿lo logrará?
Electoralmente hablando, el 2022 fue un año provechoso para la izquierda en América Latina. Asumió Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro se convirtió en el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, y Lula da Silva regresó al poder en Brasil. Pese a los reveses sufridos en Argentina, con una condena a la influyente vicepresidenta y expresidenta Cristina Fernández, y en Perú, con la caída del gobierno de Pedro Castillo luego que éste intentara ejecutar un auto-golpe de Estado, los mandatarios de este bloque se muestran optimistas: se habla de integración y cooperación, aprovechando lo que parece ser un vuelco colectivo de los países hacia este sector.
Sin embargo, el futuro puede no ser tan propicio como parece, y los colores políticos pueden ser engañosos.
“Siempre parece ser que en América Latina la coincidencia ideológica de los gobiernos despierta apetito de integración, pero es un error justamente creer que la integración se genera por afinidades políticas, cuando la verdad debería generarse por intereses conjuntos que deben subsistir y a los gobiernos de turno”, matiza el director ejecutivo de AthenaLab Juan Pablo Toro.
Durante la investidura de Lula da Silva este 1 de enero, destaca el analista, “se vio mucho abrazo, mucho optimismo, mucha esperanza, por la coincidencia que hay de presidentes de programas de distintas izquierdas”, pero recuerda que “en Argentina hay elecciones este año y lo que hemos visto desde el 2018, es que generalmente se da alternancia”.
Es decir, está muy presente la posibilidad de que este año la derecha regrese al poder en el país trasandino, sacando a Fernández del poder, complicando los planes de integración por afinidades políticas.
Y no sólo eso. También las habrá en Paraguay y en Guatemala.
“Tenemos que ver en qué se va a materializar esa aspiración. Hay mucha retórica, hay mucha gente a la que le alegró mucho el triunfo de Lula, así que yo esperaría un poco para ver cosas concretas de integración física”, matiza.
La integración como proyecto con visión de futuro
Por ejemplo, acota Toro, actualmente “se está construyendo un puente entre la frontera de Paraguay con el sur de Brasil, lo que va a repercutir en los corredores Bioceánico, el que entra por el norte de Chile, en Antofagasta -por nuevo ramal, que se suma- y eso que es un proyecto de integración real y que ha subsistido a gobiernos. Y son iniciativas que perviven. Entonces a mí me gustaría ver más iniciativas concretas, con metas, plazos, objetivos, montos asociados y que se cumplan”.
Sin embargo, todos estos planes se pueden ver lastrados por la agenda interna que los mandatarios deberán enfrentar: “Uno no puede hacer una gran política exterior cuando tiene la casa revuelta”.
“En varios países están con mucha recesión y alta polarización, como el mismo Lula, quien asume ahora 20 años después de su primer gobierno, y llega a otro mundo donde China mucho más poderosa, con una guerra en marcha en Europa y acabamos de vivir una pandemia cuyo efecto aún estamos sintiendo”, estima el analista internacional.
Asimismo, está firme en la agenda interna brasileña y mundial la crisis climática, en la cual el gigante sudamericano carga con las políticas que han agravado la deforestación de la Amazonía, con industrias que representaron un apoyo importante para Bolsonaro.
Por otro lado, recalca, colaboraciones en materia de logística también pueden ser prometedoras para la región: “Por ejemplo, la región tiene un déficit de infraestructura y hay intereses conjuntos que pueden ser de interés. Ahí sí podría haber algo concreto y en eso se necesitan avances, más aprovechando que hay mucha convicción, por lo menos en los gobiernos de izquierda, sobre que la obra pública es una forma también de impulsar la economía.
“Además, mientras mejor estructura y logística, más valor le entregas a tu economía“, recuerda Toro.
La migración, preocupación regional
La migración también podría ser un punto de interés común, agrega Toro, debido a las crisis que afectan a varios países de la región. Con intereses como éstos, explica, se debe apuntar a una integración política, de medidas concretas, y “revitalizar antiguos organismos que están básicamente paralizados, como la Unasur que es una creación en que tienen paternidad Chávez y Lula”.
“El presidente Boric ha dicho que es partidario de que se convoque una cumbre regional justamente para abordar el tema de la migración porque, por ejemplo, los migrantes venezolanos que llegan a Chile por tierra, cruzan por Colombia, por Ecuador, por Perú, por Bolivia, por varios países. Entonces, la verdad es que uno o dos países no pueden solucionar u ordenar más bien este tema y se necesita una mirada más conjunta”, añade.
Sin embargo, aunque es un tema transnacional, no anticipa que a Brasil le vaya a interesar mucho: “No creo que sea un interés más allá de la meta humanitaria que tenga”, estima, recordando las relaciones que tiene Lula con el régimen venezolano, considerando que Nicolás Maduro estaba también invitado a la investidura pese a que finalmente no acudió.
“No creo que falte tema donde sería interesante trabajar de manera conjunta, lo que pasa es que hay que ver temas donde se puedan lograr avances realistas y ojalá que sobrevivan a los gobiernos de turno”.
Otro punto a considerar es también el “triángulo del litio” compuesto por Chile, Bolivia y Argentina, todos países con turbulencias políticas internas y con problemas entre sí, como el reciente fallo de la Corte Internacional de Justicia por el Silala.
¿Futuro poco prometedor?
Personalmente, explica Toro, en sus 20 años ha visto pocas iniciativas concretas de integración que hayan funcionado, como la Alianza del Pacífico que “funciona bien justamente porque no hay secretaría general, no hay mucha burocracia y porque se entendió como una plataforma para promover negocios y un bloque de libre comercio”. Sin embargo, esta instancia “también perdió fuelle cuando presidentes con menos interés en el libre comercio y las alianzas”.
“Además, nuestras economías están muy orientadas al Asia Pacífico. China se convirtió en primer socio comercial y en el principal inversionista de países como Brasil, Perú y Chile, mientras que el comercio intrarregional es bajísimo porque tenemos economías que producen más o menos cosas muy parecidas y a veces no hay infraestructura para conectarse”, recalca. “Más que no ser optimista, trato de evaluar en función de lo que he visto a lo largo del tiempo y lo que he visto son muchas promesas de integración y pocos resultados”.
En este sentido, “creo que el mayor ejemplo de esto es ese edificio vacío de la Unasur que costó como 38 millones de dólares de la época, que fue el foro de la integración retórica”.