La expansión de China en el Ártico revela una inquietante «Ruta de la Seda Polar»: 5 cosas que hay que saber
Mientras Beijing busca expandir su influencia en la región estratégica y ambientalmente frágil del Ártico, aumentan las preocupaciones sobre las posibles consecuencias para la gobernanza global, la preservación ecológica y los derechos de las comunidades indígenas.
Aunque la participación de China en los asuntos del Ártico suele presentarse como una “cooperación internacional”, los expertos están encontrando ambiciones estratégicas más profundas detrás de su intervención. Desde intereses económicos hasta juegos de poder geopolíticos, las actividades de Beijing en la región están configurando una nueva frontera de competencia que puede amenazar tanto su economía como su integridad ecológica.
1. Intereses estratégicos encubiertos
La participación formal de la República Popular China en los asuntos del Ártico comenzó en serio cuando fue aceptada como observadora del Consejo Ártico en 2013. Este estatus, aunque sin derecho a voto, permite a Pekín relacionarse con las naciones del Ártico y participar en los debates sobre el futuro de la región. En su primer documento de política gubernamental para el Ártico publicado en 2018, China enfatizó su respeto por la soberanía del Ártico y el marco legal que rige la región.
“La política de Beijing para el Ártico sugiere un fuerte deseo de impulsar la internacionalización del sistema de gobernanza regional del Ártico”, señalan los expertos con respecto a la postura aparentemente cooperativa que enmascara las ambiciones más profundas de la República Popular China.
Sin embargo, Beijing también hizo valer sus derechos, en virtud del derecho internacional, a participar en la gobernanza del Ártico como un Estado no ártico, presionando sutilmente para lograr una mayor participación más allá de lo que se le permitía tradicionalmente. Si bien China no es geográficamente una nación ártica, cada vez se autodenomina más como un “estado cuasi ártico” y un “actor ártico”, en su búsqueda de legitimidad en una región en la que no tiene reclamos territoriales directos.
2. Colaboración chino-rusa
Las aspiraciones de China en el Ártico cobraron mayor impulso gracias a su asociación con Rusia, según un estudio de Bitter Winter (un organismo de vigilancia de los derechos humanos en línea). La declaración conjunta chino-rusa de 2022 marcó el primer reconocimiento formal de la cooperación en el Ártico entre las dos naciones, lo que pone de relieve su interés mutuo en el potencial económico de la región.
Rusia, vulnerada por las sanciones internacionales y su conflicto en curso con Ucrania, depende cada vez más de China y parece más dispuesta a adaptarse a las ambiciones de Beijing. Esta asociación es crucial para la visión china de la “Ruta de la Seda Polar” —una nueva ruta marítima ártica que conecte a China con Europa— con la esperanza de expandir su influencia bajo la apariencia del comercio y el desarrollo.
“Las partes acordaron continuar intensificando de manera consistente la cooperación práctica para el desarrollo sostenible del Ártico”, se lee en la declaración, lo que indica un cambio de la investigación científica a las actividades comerciales. Los expertos también señalan que la nueva ruta comercial probablemente sea una extensión de la vacilante “Iniciativa de la Franja y la Ruta” de China, lo que refleja su estrategia a largo plazo para controlar las rutas y los recursos comerciales globales críticos.
3. Preocupaciones ambientales e indígenas
Si bien la República Popular China presenta sus actividades en el Ártico como “mutuamente beneficiosas”, su historial plantea preocupaciones ambientales y de derechos humanos. Beijing también se ha convertido en un importante contribuyente a la contaminación del Ártico, tanto a través de las emisiones de gases de efecto invernadero como de los impactos ambientales directos de sus inversiones en la extracción de recursos.
A pesar de estas preocupaciones, el Partido Comunista Chino (PCCh) ha mostrado poco compromiso con la mitigación de su huella ecológica en la región. Cabe destacar que Beijing no participa en el Grupo de Trabajo del Consejo Ártico sobre carbono negro y metano, contaminantes que aceleran el derretimiento del hielo del Ártico y contribuyen a la contaminación global.
Además, la postura del PCCh respecto de los derechos indígenas en el Ártico es preocupante. Durante años, la República Popular de China ha mantenido una postura inquietante respecto de los pueblos indígenas, al negarse a reconocer a estos grupos dentro de sus propias fronteras y recurrir a políticas brutales de represión étnica, sobre todo con los uigures musulmanes en Xinjiang. Esta perspectiva se extiende al Ártico, donde China ha mostrado poco respeto por los derechos y las tradiciones de las comunidades indígenas.
“Las inversiones chinas relacionadas con el turismo han resultado controvertidas en algunas partes del Ártico”, y la resistencia local suele bloquear proyectos que amenazan el medio ambiente y el patrimonio cultural, según Bitter Winter. Estas acciones revelan un desprecio por el tejido social de la región al priorizar las ganancias económicas sobre el bienestar de los pueblos indígenas.
4. Un sutil juego de poder
Las ambiciones del PCCh en el Ártico también forman parte de una estrategia más amplia para posicionarse como una potencia global capaz de moldear las leyes internacionales. Al integrarse en las estructuras de gobernanza del Ártico, Beijing busca influir en las reglas que rigen los recursos, las rutas comerciales y la protección del medio ambiente de la región.
Este enfoque, a veces denominado tácticas de “rebanar salami”, implica movimientos graduales para afirmar la influencia sin desencadenar una confrontación directa con los estados del Ártico, señala el informe.
Un caso notable fue el intento de China de comprar tierras en el archipiélago de Svalbard en julio, un territorio clave del Ártico gobernado por Noruega bajo un marco legal único. La venta fue bloqueada por el gobierno noruego en medio de preocupaciones de que la propiedad china daría a Beijing una “influencia indebida” en la región.
“Los potenciales compradores chinos habían mostrado un interés real en el Ártico y Svalbard durante mucho tiempo”, dijo Per Kyllingstad, un abogado noruego que representa a los vendedores. Esas adquisiciones de tierras son parte de la estrategia más amplia de China para asegurar posiciones estratégicas en el Ártico, a menudo a través de emprendimientos comerciales que “desdibujan la línea” entre la cooperación económica y las maniobras geopolíticas, agregó Kyllingstad.
5. Desafíos para el Consejo Ártico
El Consejo Ártico, principal foro de gobernanza del Ártico, se enfrenta a desafíos cada vez mayores a la hora de gestionar la creciente influencia de China. Si bien Pekín se presenta como una parte responsable, sus acciones plantean interrogantes sobre las consecuencias a largo plazo para la región. Las inversiones del PCCh en infraestructura, extracción de recursos y turismo podrían desestabilizar aún más el frágil ecosistema del Ártico, señala el Consejo.
“Los responsables de la toma de decisiones en el Consejo Ártico deben, por tanto, aplicar un escrutinio especial en el caso de inversiones que concedan a las empresas chinas influencia sobre la construcción y el uso de infraestructuras críticas como ferrocarriles o aeropuertos”, advierten los expertos. La posibilidad de que el PCCh ejerza control sobre infraestructuras clave en el Ártico también plantea importantes amenazas a la gobernanza y la seguridad de la región.
A medida que el hielo se derrite y se abren nuevas rutas comerciales, el Ártico se está convirtiendo en una nueva frontera para la competencia global. La participación de la República Popular de China, si bien se presenta como una cooperación, es parte de una estrategia más amplia para reformular la gobernanza de la región en su favor, según un estudio del Scandinavian Journal of Military Studies .
Y añade: “La estrategia de China en el Ártico en su conjunto está bajo presión para cambiar y adaptarse, probablemente apoyándose más en la cooperación con Rusia, lo que podría proporcionar a China nuevas oportunidades para promover su expansión en el Ártico”.
Por Alina Wang