La administración Trump busca frenar los intensos vínculos de la Universidad de Harvard con China

La Universidad de Harvard está bajo un intenso escrutinio debido a sus extensos vínculos con el Partido Comunista Chino (PCCh), con críticas que señalan que estas conexiones han permitido a Beijing explotar a la institución para sus propios intereses estratégicos.

Las recientes acciones de la administración Trump, incluida una tentativa de revocar la capacidad de Harvard para inscribir estudiantes extranjeros, han puesto en el centro de la controversia las preocupaciones sobre la infiltración del PCCh en la academia estadounidense, particularmente en instituciones de élite como Harvard.

Aunque la universidad defiende sus asociaciones internacionales como esenciales para la libertad académica, la evidencia de vínculos preocupantes con el PCCh plantea serias dudas sobre la transparencia, la seguridad nacional y la integridad de la educación superior en Estados Unidos.

Una larga historia de vínculos con China

Los lazos de Harvard con China no son recientes ni superficiales. La universidad ha fomentado asociaciones de investigación, establecido centros académicos enfocados en China y recibido donaciones significativas de donantes chinos, lo que ha fortalecido su influencia y prestigio global. En 2014, una donación de 350 millones de dólares facilitada por Ronnie Chan, un empresario con base en Hong Kong, llevó a que la Escuela de Salud Pública de Harvard fuera nombrada en honor a su padre, T.H. Chan. Sin embargo, los vínculos de Chan con la Fundación de Intercambio China-Estados Unidos, clasificada como agente extranjero bajo la ley estadounidense, han generado alertas sobre la posibilidad de que Beijing utilice estas donaciones para ganar influencia.

Más preocupante aún es el compromiso de Harvard con el Cuerpo de Producción y Construcción de Xinjiang (XPCC), una organización paramilitar china sancionada por Estados Unidos en 2020 por su rol en presuntos abusos contra los derechos humanos de uigures y otras minorías musulmanas en Xinjiang, abusos que tanto las administraciones Trump como Biden han calificado de genocidio. A pesar de estas sanciones, Harvard continuó proporcionando capacitación en salud pública a funcionarios del XPCC hasta 2024, según el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Esta relación continua evidencia una alarmante falta de supervisión y plantea preguntas sobre si las colaboraciones académicas de Harvard están apoyando, sin intención, las políticas represivas del régimen comunista chino.

La influencia del PCCh en el campus

Las preocupaciones de la administración Trump van más allá de los lazos financieros e institucionales. Informes sobre acoso dirigido por el PCCh en el campus han intensificado el escrutinio. En abril de 2024, un estudiante activista de Harvard fue expulsado físicamente de un evento por un estudiante de intercambio chino —no por personal de la universidad— tras interrumpir un discurso del embajador chino Xie Feng. Estos incidentes sugieren que asociaciones estudiantiles vinculadas a Beijing podrían estar monitoreando y suprimiendo la disidencia política en campus estadounidenses, una táctica coherente con los esfuerzos más amplios del PCCh para silenciar a los críticos en el extranjero.

El caso del exprofesor de Harvard Charles Lieber ilustra aún más los riesgos. Condenado en 2021 por mentir sobre sus vínculos financieros con China en relación con investigaciones financiadas por el gobierno federal, el caso de Lieber formó parte de la Iniciativa China de la administración Trump, lanzada en 2018 para combatir el espionaje chino y el robo de propiedad intelectual. Aunque la iniciativa fue suspendida bajo la administración Biden por acusaciones de perfilamiento racial, el nombramiento posterior de Lieber como profesor de tiempo completo en una universidad china resalta el riesgo de que investigaciones sensibles de Estados Unidos sean cooptadas por Beijing.

La respuesta de la administración Trump

El jueves, la administración Trump intentó revocar la capacidad de Harvard para inscribir estudiantes extranjeros, citando preocupaciones sobre el antisemitismo y la coordinación con el PCCh. Un funcionario de la Casa Blanca declaró a Reuters: “Durante demasiado tiempo, Harvard ha permitido que el Partido Comunista Chino lo explote”, acusando a la universidad de ignorar el acoso dirigido por el PCC en el campus. La decisión, que habría afectado a los ciudadanos chinos que representaron aproximadamente una quinta parte de los estudiantes extranjeros de Harvard en 2024, fue bloqueada temporalmente por un juez estadounidense el viernes tras una demanda de la universidad, que argumentó que la revocación violaba sus derechos de libertad de expresión según la Primera Enmienda.

Las acciones de la administración reflejan preocupaciones más amplias entre los legisladores estadounidenses, particularmente republicanos, que han advertido que el PCCh está manipulando a Harvard para acceder a tecnologías avanzadas de Estados Unidos, eludir leyes de seguridad y reprimir críticas a sus políticas. El Comité Selecto sobre China de la Cámara de Representantes, liderado por republicanos, ha sido claro al señalar las divulgaciones incompletas e inexactas de Harvard sobre su financiamiento extranjero como evidencia de opacidad en sus tratos con China.

Por su parte, Harvard y la embajada china en Washington han defendido los intercambios educativos como mutuamente beneficiosos, argumentando que no deben ser estigmatizados. La universidad insiste en que sus vínculos con China son de naturaleza académica y que atacar a los estudiantes extranjeros infringe la libertad de expresión. Algunos expertos, como la investigadora de derechos humanos Yaqiu Wang, coinciden en que las preocupaciones sobre la represión transnacional y el espionaje del gobierno chino son legítimas, pero advierten que las prohibiciones generales a estudiantes extranjeros son contraproducentes. Wang sostiene que tales medidas arriesgan alienar talento y frenar la colaboración académica sin abordar las causas fundamentales de la influencia de Beijing.

Sin embargo, la complejidad y la falta de transparencia en los vínculos de Harvard con China no pueden ignorarse. Desde la capacitación de funcionarios paramilitares chinos sancionados hasta la organización de eventos donde se silencia la disidencia, las acciones de la universidad sugieren una preocupante disposición a pasar por alto la agenda autoritaria del PCCh en pos de beneficios financieros y académicos. Mientras Estados Unidos enfrenta el desafío de contrarrestar la influencia de Beijing sin socavar la libertad académica, el caso de Harvard sirve como un recordatorio urgente de la necesidad de mayor escrutinio y responsabilidad en las asociaciones internacionales de la educación superior.

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Celeste Caminos
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