Kennedy defiende un cambio profundo en la política de salud: “El pueblo merece la verdad”

El secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., protagonizó ayer una intensa comparecencia en el Senado, donde enfrentó a sus críticos con firmeza y defendió una agenda de reformas orientada a devolver transparencia, seguridad y responsabilidad a las instituciones sanitarias del país.
Desde el inicio, Kennedy fue contundente: anunció el fin de las investigaciones de “ganancia de función”, la prohibición de las mutilaciones a menores, la reducción del testeo animal y la revisión de temas sensibles como el uso de celulares en las escuelas, la atención a la anemia falciforme, la hepatitis C y los efectos del derrame químico en East Palestine. Con estas prioridades, dejó en claro que su gestión busca resolver problemas reales que afectan a millones de ciudadanos.
Uno de los momentos más significativos llegó cuando recordó un dato alarmante: hoy el 76% de los estadounidenses padece una enfermedad crónica, frente al 11% durante la presidencia de su tío John F. Kennedy. “El CDC tenía la tarea de proteger nuestra salud y fracasó. Necesitamos cambiar eso de raíz”, afirmó, justificando la salida de funcionarios que, a su juicio, no cumplieron con su responsabilidad.
Kennedy también enfrentó las críticas de senadores demócratas y republicanos que cuestionaron sus decisiones sobre las vacunas contra el COVID-19. Con serenidad, respondió que no se trata de “quitar vacunas”, sino de garantizar que ningún producto médico se promueva sin datos científicos sólidos que respalden su seguridad y eficacia.
Su postura quedó reforzada cuando expuso la influencia de la industria farmacéutica sobre figuras políticas de ambos partidos, denunciando que ese entramado ha capturado a las agencias de salud y debilitado la confianza pública.
El senador Roger Marshall (Kansas), médico de profesión, respaldó la visión de Kennedy al subrayar el excesivo calendario de vacunación infantil en Estados Unidos, donde un niño puede recibir hasta 76 dosis antes de alcanzar la mayoría de edad. Marshall cuestionó la necesidad de vacunar a recién nacidos contra enfermedades como la hepatitis B, cuando el riesgo real es prácticamente inexistente.
Kennedy complementó este argumento con datos: “Antes de la vacuna, la probabilidad de que un bebé muriera de hepatitis B era de 1 en 7 millones. Hoy se exigen 7 millones de vacunas para prevenir una sola muerte”.
A pesar de los intentos de figuras como Elizabeth Warren o Bernie Sanders por desacreditarlo, Kennedy logró evidenciar los conflictos de interés generados por las millonarias donaciones de la industria farmacéutica. “Los estadounidenses merecen la verdad, y esta es la primera vez que esa agencia se la va a dar”, remarcó.
Lejos de salir debilitado, Kennedy demostró aplomo y claridad en un terreno hostil. Su mensaje de reforma, transparencia y defensa de la salud pública resuena cada vez más entre los ciudadanos que buscan un cambio genuino frente a un sistema capturado por intereses corporativos.