Japón retira materiales críticos para chips de China y la guerra tecnológica se intensifica

Normalmente, las declaraciones políticas de Tokio apenas se registran en el internet chino. Pero cuando los funcionarios japoneses repitieron la frase «una contingencia de Taiwán es una contingencia de Japón» —la ira de Beijing era previsible. La verdadera sorpresa llegó momentos después. Antes de que China pudiera tomar represalias, Japón dio el primer paso, retirando discretamente todas sus operaciones de fotorresistencia del continente.

Lo que siguió no fue un solo anuncio dramático, sino una serie de revelaciones discretas de fuentes del sector, comentarios de expertos y fluctuaciones del mercado. Creció la sensación de que algo fundamental había cambiado. Esto es menos una confrontación geopolítica clara y más un depósito de lenta descarga: cada cubo que se extrae revela cuánto depende aún China de materiales japoneses que simplemente no puede reemplazar.

Durante años, los ingenieros y los responsables políticos chinos conocen las cifras de memoria: Japón controla más del 90 por ciento del mercado mundial de fotorresistencia de alta gama, o el material sensible a la luz esencial para grabar circuitos en chips.

También domina más del 95 % de los materiales de grado EUV necesarios para los chips más avanzados de 7 nm y menores. Específicamente en China, más del 90 % de las fotorresistencias KrF y ArF necesarias provienen de Japón.

Los comentaristas japoneses solían advertir que una eliminación total de la fotorresistencia dejaría a China sin arroz para cocinar. La metáfora funciona porque refleja una simple verdad: sin estos materiales, las plantas de fabricación (Fábricas) más avanzadas del mundo no pueden funcionar. Incluso los fabricantes insignia de China, como SMIC y Hua Hong, tendrían dificultades para mantener sus máquinas en funcionamiento.

El problema no era solo la fotorresistencia. China cuenta con más de 1200 máquinas de litografía EUV, pero aproximadamente el 90 % depende completamente del servicio posventa de Canon y Nikon. En noviembre de 2025, ambas compañías restringieron la disponibilidad de su servicio. Simultáneamente, Japón comenzó a revisar cada exportación de repuestos caso por caso. Expertos del sector en China calcularon rápidamente el impacto: los inventarios actuales podrían durar de tres a seis meses.

Los controles de exportación reducen profundamente el suministro de China

El momento de las medidas de Tokio fue sorprendente. Para octubre de 2025, aranceles punitivos de hasta el 25 % ya afectaban a 19 categorías de materiales semiconductores. Posteriormente, en noviembre, las exportaciones de Shin-Etsu Chemical a China cayeron un 42 % intermensual. Poco después, Canon, Mitsubishi Chemical y otras empresas japonesas retiraron sus equipos de servicio locales y suspendieron todos los trabajos de mantenimiento.

El mensaje tácito fue que Japón tenía la influencia y ahora la voluntad de reforzar el control sobre la parte más vulnerable de la cadena de suministro de semiconductores de China.

Los expertos señalan que la influencia de Japón va más allá de los materiales de vanguardia. También domina la litografía DUV (ultravioleta profundo), la tecnología esencial detrás de los chips de uso diario: chips de 90 nm, 40 nm y 28 nm utilizados en teléfonos inteligentes, automóviles, electrodomésticos y estaciones base. Si la litografía UVE trata de mantener la competitividad en la vanguardia, la DUV trata de mantener la economía moderna en marcha.

Por eso, los analistas advierten que un recorte sostenido en Japón podría repercutir mucho más allá de las líneas de fabricación de alta gama. Controladores básicos para automóviles, electrónica doméstica y chips de gestión de energía —tecnologías consideradas de bajo riesgo político— podrían resentir el impacto.

Miles de millones gastados, pero la brecha persiste

Beijing ha invertido más de 300.000 millones de RMB en sus dos fases del «Gran Fondo». Durante una década, el lema ha sido constante: romper los cuellos de botella extranjeros, construir la independencia nacional. Sin embargo, los indicadores apenas han variado.

Un informe de 2025 del Centro de Seguridad y Tecnología Emergente reveló que ASML posee el 79 % del mercado chino de máquinas de litografía. Las empresas japonesas controlan otro 17 %. Los fabricantes nacionales, principalmente Shanghai Micro Electronics Equipment (SMEE), controlan tan solo el 4 %, limitado únicamente a herramientas de gama baja de la línea i.

El informe mostró poco progreso en áreas clave como sistemas de pulido, deposición de películas, grabado y herramientas de limpieza. Datos independientes de TechInsights revelaron que, en 2024, China adquirió equipos de semiconductores por valor de 41 000 millones de dólares, lo que representa el 40 % de las ventas mundiales, mientras que las herramientas nacionales representaron tan solo el 11,3 %.

En China, incluso quienes simpatizan con el gobierno admiten el problema central: la fabricación de chips no se puede construir simplemente copiando. Un sistema de litografía es un ecosistema integrado a escala nanométrica. La ingeniería inversa de una pieza no sirve de nada si el resto de la máquina —cientos de miles de componentes— no puede alcanzar la misma precisión.

Los últimos controles de exportaciones de Japón llegaron en un momento en que las relaciones entre Beijing y Tokio se estaban deteriorando rápidamente.

El ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, acusó a la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, de «cruzar los límites». Beijing emitió una alerta de viaje instando a los ciudadanos a evitar Japón. Las aerolíneas ofrecieron cancelaciones gratuitas. Publicaciones en línea afirmaron que casi 491.000 billetes a Japón habían sido anulados.

Pero mientras los medios estatales chinos amplificaron estas advertencias, los aeropuertos de Japón contaron una historia diferente.

El 15 de noviembre, el periódico Asahi Shimbun informó que los vuelos de Shanghái a Japón seguían congestionados. Los viajeros declararon a la prensa que habían visto la alerta, pero que no tenían intención de cambiar sus planes. Algunos describieron Japón como «especialmente seguro». Otros dijeron que simplemente preferían ignorar la política.

La ironía se agudizó a medida que cambiaban los patrones turísticos. Con menos visitantes chinos, los turistas taiwaneses cobraron mayor visibilidad. La demanda de vuelos a Japón desde Taiwán se disparó, con algunas rutas completamente reservadas durante semanas. Los comercios locales, al notar el cambio, expresaron abiertamente su agradecimiento a los viajeros taiwaneses: «amables», «pacientes», «comprensivos». Los gobiernos regionales intensificaron su presencia en Taiwán, ofreciendo señalización tradicional china y eventos exclusivos para taiwaneses.

En un giro difícil de pasar por alto, el intento de Beijing de aplicar presión había acercado a Tokio y Taipei.

La salida de Japón crea una brecha generacional en las ambiciones de fabricación de chips de China

La historia de los semiconductores no se desvaneció en medio del debate turístico, sino que se agudizó. Lo que Japón eliminó no fue un componente menor del ecosistema chino de fabricación de chips, sino un pilar fundamental que mantenía unido todo el sistema.

Incluso los analistas chinos reconocen la realidad estructural: reemplazar la fotorresistencia no es una tarea de tres o cinco años. Es un desafío generacional que requiere una infraestructura científica básica que China aún no ha desarrollado.

Y esta vez, el revés no vino de Washington, sino de Tokio, un país en cuya cooperación China ha confiado mucho más de lo que admite.

Beijing puede seguir emitiendo advertencias, reavivando la retórica nacionalista o instando a los ciudadanos a quedarse en casa. Pero nada de eso cambia la realidad material que subyace a sus ambiciones en el sector de los semiconductores: un solo cierre en Japón puede paralizar docenas de líneas de fabricación en toda China.

Para un país que invierte cientos de miles de millones para cerrar una brecha tecnológica, el mensaje es aleccionador e inequívoco.

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Redacción Mundo Libre
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