Institutos Confucio: ¿Cultura china o propaganda comunista?

Durante la Revolución Cultural de los años 60, el régimen comunista chino ha destruido casi por completo la cultura tradicional de la antigua China. Sin embargo, dada su necesidad de lograr legitimidad en Occidente para poder penetrar y difundir sus ideales comunistas, durante los últimos años ha invocado a su cultura tradicional para presentar una falsa imagen cargada de valores y sabiduría ancestral, pero detrás de esa máscara se esconde la ambición, corrupción, violencia y sangre que baña al aparato comunista. 

El régimen chino ha desenterrado a Confucio de la misma tumba que escupió y ultrajó durante la Revolución Cultural en los años ’60 y ’70 y estableció los llamados Institutos Confucio en prácticamente todos los países del mundo para difundir “la cultura china”. Pero la verdad de estos institutos es otra.

Según apuntan los críticos, los Institutos Confucio funcionan como un verdadero caballo de Troya a través de los cuales se aplica parte de la política exterior del régimen. Sus programas muestran técnicas de artes marciales, actuaciones, exhibiciones que presentan vestimentas tradicionales y leyendas clásicas, hablan de los “cinco mil años de la cultura china”, citan a Confucio, enseñan el idioma chino simplificado y otorgan becas para aprender todo esto en China.

Sin embargo, los fundamentos esenciales de la cultura china antigua, los cuales transmitió Confucio en sus enseñanzas originales, tales como la tradición espiritual de la disciplina, la veneración hacia lo divino y los valores fundamentales están ausentes, dado que contradicen la doctrina atea, inmoral y revolucionaria del comunismo.

Quién fue Confucio realmente

Confucio, conocido en China como Kong Zi o Kong Fu Zi, fue un filósofo y educador chino que vivió entre los años 551 y 479 antes de Cristo. A raíz de sus enseñanzas se fundó lo que hoy conocemos como el confucianismo y generalmente se lo considera uno de los modelos que forjaron la tradición china.

Confucio nació y vivió bajo el último período de la dinastía Zhou en territorios que hoy son parte de China. En aquel entonces, se desarrolló entre los individuos un fuerte rasgo egoísta que impulsaba la constante satisfacción de los intereses personales. Como resultado, las relaciones entre los estados fueron intensamente competitivas y estallaron muchas guerras.

En aquel complejo contexto, Confucio enseñó que el valor de la benevolencia debe ser la base del comportamiento moral, al tiempo que señaló que el Dao (el camino Divino) es el objetivo final del ser humano, el cual debe estar fundado en la virtud y siempre guiado por la moralidad.

Confucio además impulsó valores asociados a conceptos como misericordia, bondad, amor, humanidad y caridad. Expresa la idea de adoptar una manera noble de comportarse en las relaciones con los demás, buscando a partir de allí mejorar tanto la moral social como desarrollar la espiritualidad individual y llevar al ser humano a su lado divino.

Después de cumplir 30 años, Confucio comenzó a repartir sus enseñanzas a la gente y más tarde se desempeñó en varios cargos públicos menores, donde no dejó de implementar y divulgar sus creencias asociadas a la vida espiritual y moral del hombre.

Desde sus cargos públicos abogó por su principio de benevolencia para el gobierno, pero las autoridades no aceptaron su filosofía política. Confucio no tuvo más remedio que dimitir. Se exilió y viajó de estado en estado por todo el imperio chino para difundir sus enseñanzas y su creencia en aplicar la benevolencia como principio básico.

Luego se dedicó a la educación y se convirtió en el primer maestro en la historia de China en brindar educación privada al público, basada en el concepto de «enseñanza de acuerdo con la aptitud natural». Hasta ese momento la gente común no tenía la oportunidad de obtener educación, ya que era un privilegio reservado para la realeza y la nobleza.

Enseñó las tradiciones clásicas y las llamadas “seis artes”, pero enfatizó la moralidad como el tema más importante. Enseñó que el “verdadero caballero” es una persona de buena educación y carácter moral que valora la superación personal.

Confucio destacó en sus enseñanzas la divinidad del Dao y de la bendición de tener la oportunidad de poder escuchar, reconocer y comprender el Dao, tanto que uno podría incluso morir la misma noche sin remordimientos. 

Tal es así que en un capítulo del texto confuciano más conocido, las “Analectas”, Confucio declaró: “Habiendo escuchado el Dao por la mañana, uno puede morir por la noche”.

Los principios rectores de Confucio para las interacciones humanas se convirtieron con el pasar de los años en uno de los legados más preciados de China, influyeron enormemente en el pueblo y la cultura durante 2500 años, hasta la llegada del comunismo al poder que con su retórica anti tradicionalista y atea, destruyó casi por completo un legado de miles de años de historia. Sin embargo, actualmente utiliza el confucionismo para provecho propio imponiendo una interpretación sesgada y cargada de subjetividades.

El PCCh destruyó los valores tradicionales de China

En la cultura milenaria del pueblo chino, lo divino nutrió todos los aspectos de una sociedad sumamente rica en conocimientos científicos, médicos, arquitectónicos y filosóficos. Las tres escuelas religiosas tradicionales de China, el confucianismo, el budismo y el taoísmo, sentaron las bases para una cultura de refinamiento y cultivación de lo moral. La fe tradicional china equilibraba no solo las relaciones entre los hombres, sino también guiaba la interacción entre la humanidad y los dioses.

Pero con la llegada del Partido Comunista Chino (PCCh) durante el siglo XX, este patrimonio cultural y Divino fue atacado implacablemente. 

Desde su fundación hace más de un siglo, el PCCh se ha opuesto a la cosmovisión tradicional china, buscando reemplazar miles de años de cultura tradicional por su propia ideología revolucionaria.

En el corazón de la cultura comunista se encuentran el ateísmo y el materialismo, los cuales son impulsados desde su base teórica, la filosofía de la lucha de clases del marxismo. Estas características básicas implican que el comunismo no puede tolerar la existencia de una cultura o fe tradicional. 

La ideología comunista rechaza activamente la fe en Dios o el cielo describiéndolo como “opio espiritual”. Basa su comprensión de la humanidad y el mundo en el materialismo absoluto. Los comunistas analizan la historia de la humanidad como resultado de expresiones de la lucha de clases regidas por los principios del poder, y no por la verdad moral, contradiciendo justamente los preceptos básicos del confucianismo.

Después de tomar el poder en 1949, el Partido implementó una serie de campañas violentas destinadas directamente a eliminar de raíz los antiguos cimientos culturales de China.

De este modo el PCCh sustituyó las antiguas enseñanzas morales chinas y la veneración de lo divino por un culto secular impulsado por el terror masivo y la lucha política. Menospreciaron la fe en los dioses como “superstición feudal”, y en su reemplazo impusieron la idea del Partido como algo divino, obligando a las masas a adorarlo y obedecerlo como “el salvador del pueblo”. 

En mayo de 1966, el dictador del régimen chino Mao Zedong, lanzó lo que llamó la “Gran Revolución Cultural Proletaria”. Durante 10 años convirtió a todo el territorio chino en un verdadero caos político y social, y a través del terror reafirmó el control del PCCh.

Durante la Revolución Cultural se paralizó la economía, se arruinaron millones de vidas y se empujó a China al mayor derramamiento de sangre, hambre y estancamiento de su historia. Pero el objetivo de romper con su pasado tradicional se cumplió y el PCCh no descansó hasta imponer la idea de que fue algo positivo para la sociedad. Según recuerda The Guardian, así describían el proceso sus autoridades:

“Como el sol rojo que sale por el este, la Gran Revolución Cultural Proletaria sin precedentes está iluminando la tierra con sus brillantes rayos”.

Durante esa década infame se cerraron escuelas y universidades, se saquearon y destruyeron iglesias, santuarios, bibliotecas, tiendas y casas particulares con el objetivo de eliminar las tradiciones “feudales”.

Y así fue como China en 10 años censuró toda tradición basada en la creencia en Dios y las enseñanzas que promovían la rectitud y los valores morales que caracterizaron su historia de más de 5 mil años, incluyendo las enseñanzas de Confucio.

Institutos Confucio, el caballo de Troya del PCCh

Las contradicciones típicas del comunismo llevaron a que algunas décadas después de la Revolución Cultural, ya comenzado el siglo XXI, retomen y promuevan la imágen de Confucio aunque ahora a través de una interpretación sesgada y atea de sus enseñanzas, y con objetivos cuestionables que justamente se oponen a los principios que él promulgaba.

La iniciativa de los llamados Institutos Confucio comenzó en el año 2004, se trata de asociaciones públicas entre instituciones educativas Chinas y escuelas y universidades del resto del mundo. Los cuestionados institutos son financiados por el régimen comunista chino y según afirman sus críticos funcionan como un brazo de propaganda del PCCh.

Como argumento para su penetración en Occidente utilizan el supuesto interés por difundir el idioma mandarín y la cultura tradicional china, pero según las acusaciones, por detrás buscan imponer un sistema de propaganda de los ideales comunistas, censurando la verdad e imponiendo un relato distorsionado sobre la realidad y los conflictos sociales.

Según reportó un informe del subcomité de investigaciones del comité de Seguridad Nacional del Senado de los Estados Unidos, están financiados y en gran parte administrados por Hanban, una organización sin fines de lucro que dice ser no gubernamental pero que está directamente controlada por el PCCh.

Los institutos y aulas Confucio, comenzaron principalmente en las universidades con un programa global de educación. Con el pasar de los años también se han introducido en las escuelas primarias y secundarias del mundo, lo que potenció la preocupación de determinados sectores de la sociedad, principalmente de los conservadores, quienes particularmente se destacan por preservar las tradiciones y se enfrentan a los colonialismos adoctrinantes y a la imposición de ideas ateas y progresistas. 

El Departamento de Estado estimó recientemente que había alrededor de 500 aulas Confucio operando solo en los Estados Unidos.

Un informe publicado en el año 2019 por el director de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos es contundente: «Los servicios de inteligencia de China explotarán la apertura de la sociedad estadounidense, especialmente la academia y la comunidad científica…», reportó Fox News.  

Penetración de china en occidente

El arco conservador e incluso también algunos sectores progresistas de Occidente, coinciden en que los Institutos Confucio no son los inocentes centros culturales que ofrecen enseñanza del idioma chino que aparentan ser. Más bien son una estratagema clave de la «guerra blanda» de China contra Occidente, principalmente contra Estados Unidos, y están programados para enseñar lecciones políticas que favorecen indiscutiblemente al régimen comunista chino.

De este modo el régimen chino logra una doble entrada en Occidente. Por un lado, de la mano de su “poder duro”, presenta una imagen fuerte y agresiva por su acumulación de armas y tecnología, que trae aparejada la supresión de libertades de expresión en Hong Kong y en China continental, y su colonización del Mar de China Meridional entre otros territorios. Estas políticas dejan una imagen de país poderoso pero también se transforman en fuertes argumentos para críticas y condenas internacionales que entorpecen su acceso en Occidente.

Por este motivo, y en forma paralela, implementan su “poder blando” en iniciativas como la de los Institutos Confucio, a través de los cuales se intenta transmitir al mundo un retrato idílico del régimen comunista deformando los relatos históricos, haciendo creer por ejemplo que Mao Zedong es un héroe revolucionario y la masacre de la Plaza de Tiananmen nunca sucedió. 

Como toda ideología autoritaria, intenta imponerse en los jóvenes y niños a través de un disimulado adoctrinamiento aprovechándose de la inocencia de estos. Y así es como han elegido las universidades y las escuelas para penetrar más fácilmente en la sociedad, apostando a que las próximas generaciones de líderes occidentales posean una visión distorsionada en favor del régimen comunista.

Acorde a lo reportado por la Heritage Foundation, los Institutos Confucio se han convertido rápidamente en un fenómeno global, con un total de más de nueve millones de estudiantes inscritos en 525 institutos de 146 países y regiones. Más de 100 de estos institutos se encuentran en los Estados Unidos, incluso en universidades de prestigio como Columbia y Stanford.

Paralelamente en Estados Unidos están las llamadas aulas Confucio, las cuales participan en aproximadamente 500 escuelas primarias y secundarias del país. 

Denuncias contra los Institutos Confucio

Durante los últimos años varios países, asociaciones y políticos han denunciado el accionar malicioso por parte del régimen chino a través de sus Institutos Confucio y en consecuencia sus gobiernos ordenaron cerrar decenas de estos centros, argumentando que están movilizados por una maquinaria de marketing de la ideología comunista.

Ani News, una agencia de noticias de India, donde los Institutos Confucio han penetrado con mucho éxito, cita un informe del Ministerio de defensa Francés, en el que detalla el “comportamiento vicioso” del PCCh durante los últimos años para expandir su influencia global al infiltrarse en las comunidades china en el extranjero, en los medios de comunicación, en la diplomacia, la economía, la política, los intelectuales y por su puesto en la educación en general.

La Asociación Nacional de Académicos de Estados Unidos (NAS, por sus siglas en inglés), ha manifestado su preocupación en reiteradas ocasiones respecto a la penetración de la ideología comunista en la educación estadounidense.

Según la Asociación, los Institutos Confucio comprometen la libertad académica, desafían las normas occidentales de transparencia y son inapropiados en los campus universitarios. NAS sigue llamando a todas las universidades a cerrar sus Institutos Confucio.

En este mismo sentido, el Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado publicó un informe en el año 2019 de 92 páginas en el que critica a los Institutos Confucio como «parte de una estrategia más amplia y a largo plazo de China» para desarrollar un «poder blando» que «aliente la complacencia» frente a las políticas cada vez más antiliberales y agresivas de China. En su informe citan una completa investigación del NAS en el que denuncian casos particulares de abusos de estos institutos.

Ambos informes presentan evidencia sustancial contra los Institutos Confucio, incluidas la revisión de decenas de miles de páginas de documentos internos, entrevistas con funcionarios universitarios y del propio instituto, también proporcionan análisis de las contribuciones financieras que el gobierno chino otorgó a las universidades estadounidenses en contrapartida de incluir en sus instituciones a los polémicos institutos.

Los Institutos Confucio no respetan la libertad académica 

Según reportan muchas de las denuncias efectuadas, la mayoría de los acuerdos firmados entre las instituciones locales y las universidades chinas, ignoran la libertad académica que rige en la mayoría de los países occidentales.

Tal es el caso de la profesora Sonia Zhao, una ciudadana china exiliada en Canadá, quien  luego de ser perseguida por el PCCh en China por practicar la disciplina milenaria Falun Gong se exilió en Canadá donde pretendía dar clases de chino mandarín, según reportó el medio canadiense National Post.

Sonia Zhao finalmente ingresó a trabajar en un Institutos Confucio administrado por Beijing, luego de firmar un contrato que indicaba que los practicantes de Falun Gong no podían realizar el trabajo. Ella decidió mantener sus creencias en secreto, a la espera de que una vez llegada a Canadá se encuentre con más libertades. 

Lejos de eso, cuando ingresó al instituto dentro de la Universidad McMaster de Ontario, fue entrenada para desviar la atención de los estudiantes cuando toquen temas “tabú” como el de la masacre de Tiananmen, el Tíbet, la libertad de expresión en China y tantos otros.

Luego, personal chino dentro de la prestigiosa universidad canadiense, le dejó en claro que consideraban a Falun Gong como “veneno”. Después de un año, Sonia Zhao renunció y se convirtió, quizás, en la primera denunciante de los Institutos Confucio del mundo.

Finalmente, tras las denuncias la Universidad de McMaster terminó cerrando el instituto Confucio y cortando, al menos públicamente, sus relaciones con el régimen comunsita chino. Paralelamente otras instituciones siguieron los mismos pasos adelantándose a recibir denuncias o sanciones. 

Falun Gong o Falun Dafa es una disciplina milenaria de la escuela Buda, está basada en los preceptos de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. En 1999, el PCCh lanzó una brutal campaña de persecución centrada en los 100 millones de personas que practicaban la disciplina, así como en sus familiares, amigos y conocidos.

Como resultado de la persecución, se desataron en toda China quemas de libros, arrestos, encarcelamientos masivos, torturas, sistemas de reeducación forzosa y un perverso negocio basado en la sustracción ilegal de órganos a personas vivas, principalmente practicantes de Falun Gong, reconocidos por su general buen estado de salud.

EE.UU. ordena a los Institutos Confucio registrarse como “misión extranjera”

En agosto de 2020 el Departamento de Estado de EE.UU., en ese momento liderado por el exsecretario Mike Pompeo, designó a los Institutos Confucio de Estados Unidos (CIUS por sus siglas en inglés) bajo el título de “misión extranjera china”.

A través de un comunicado el secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció: “Durante más de cuatro décadas, Beijing ha disfrutado de un acceso libre y abierto a la sociedad estadounidense, al mismo tiempo que niega ese mismo acceso a los estadounidenses y otros extranjeros en China”.

“Además, la República Popular China se ha aprovechado de la apertura de Estados Unidos para emprender esfuerzos de propaganda a gran escala y bien financiados e influir en operaciones en este país”, agregó el comunicado.

Para acompañar la medida, el expresidente Donald Trump, firmó una propuesta para “establecer el requisito de que las escuelas certificadas por el Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio divulguen los acuerdos con los Institutos y Aulas Confucio”.

Con estas medidas la administración Trump apuntó a monitorear la actividad de las instituciones educativas estadounidenses con los Institutos Confucio, usados por el PCCh para esparcir propaganda.

En su cuenta de Twitter Pompeo publicó en ese entonces:

“Hoy el Departamento de Estado ha designado el centro estadounidense del Instituto Confucio como misión extranjera de la RPC (República Popular China), reconociéndolo como lo que es: una entidad controlada por la RPC que promueve la propaganda global de Beijing y la campaña de influencia maligna en los campus estadounidenses y en las aulas de educación infantil”.

De acuerdo con el Wall Street Journal, con la medida los centros de estudio deben declarar sobre el personal y los términos de los contratos, permitiendo a los funcionarios estadounidenses tener mayor claridad sobre sus operaciones.

El Departamento de Estado argumentó que con la medida se espera presionar a los maestros y autoridades de establecimientos educativos estadounidenses para que analicen seriamente sobre si se debe permitir que los programas continúen o no.

Sin embargo, el 16 de enero de 2021, el entonces recién asumido presidente Joe Biden anuló la iniciativa de su predecesor sin dar explicaciones a la prensa.

La anulación de la propuesta de Trump, permite que el PCCh continúe adoctrinando a los estudiantes estadounidenses y presente una imagen positiva de su régimen, aun cuando a puertas cerradas persigue, tortura y mata a sus propios ciudadanos.

Pero aunque la medida duró poco tiempo, evidentemente ha generado cierto efecto porque continúan aumentando las instituciones educativas que deciden cancelar sus contratos con los Institutos Confucio, argumentando justamente su falta de transparencia.

Además, a partir de las propuestas de la era Trump, muchos políticos y organizaciones tanto de Estados Unidos como de otras partes del mundo, están promoviendo legislaciones del estilo que continúan alertando sobre el intento del régimen comunista chino de penetrar y transformar la cultura occidental en provecho propio.

Por Andrés Vacca

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