Identidad digital en el Reino Unido: la delgada línea entre modernización y control social

El primer ministro británico, Keir Starmer, anunció este viernes la puesta en marcha de la primera tarjeta de identidad digital en la historia del Reino Unido. El documento será gratuito y obligatorio para acceder a un empleo o alquilar una vivienda.
Según explicó, la medida busca dificultar el trabajo y la permanencia de inmigrantes en situación irregular, al tiempo que promete agilizar el acceso a servicios básicos para ciudadanos británicos y residentes legales, reforzando así la seguridad en las fronteras.
“Queremos una Gran Bretaña más justa, basada en el cambio y no en la división”, afirmó Starmer, quien reconoció ante la ciudadanía la preocupación existente por los elevados niveles de inmigración ilegal en el país.
El anuncio se realizó en la Global Progress Action Summit, donde Starmer compartió escenario con los mandatarios de Canadá, Australia e Islandia. Allí reconoció que los partidos de centroizquierda han sido “tímidos” a la hora de abordar la inmigración, lo que abrió espacio para propuestas “populistas” como la de Reform UK, al que señaló como su principal rival de cara a las elecciones generales de 2029.
“Enfrentamos una propuesta de derecha como nunca antes la habíamos tenido”, declaró Starmer, describiendo la disputa política actual como un choque entre una “renovación nacional patriótica” y una narrativa “divisiva y tóxica promovida por partidos como Reform UK”.
Cómo funcionará la identidad digital
El documento digital se almacenará en los teléfonos móviles y será requisito para ser contratado por un empleador. Más adelante, el plan oficial es extenderlo al acceso a beneficios sociales, cuidado infantil y registros fiscales, con la idea de conformar un sistema integral para la gestión estatal y el control migratorio.
Sin embargo, la propuesta ya genera fuertes críticas. Reform UK calificó la medida como “ingenua e inútil”, advirtiendo que los inmigrantes ilegales que ya trabajan en negro no se verán afectados. También crecieron las preocupaciones por la privacidad de los datos personales. Una encuesta de Ipsos mostró que, si bien el 57% de los británicos apoya una forma de identidad nacional, cerca del 30% teme un mal uso de la información, venta de datos privados o vulneraciones de seguridad.
El Reino Unido tiene un historial complicado con estos sistemas: abolió las tarjetas de identidad tras la Segunda Guerra Mundial y, en los 2000, un intento laborista similar fracasó por las preocupaciones sobre libertades civiles.
La primera ministra Michelle O’Neill tachó la propuesta de “absurda y mal pensada”, recordando que muchos en Irlanda del Norte poseen pasaportes irlandeses y rechazan símbolos de autoridad británica, lo que haría aún más divisiva la medida.
¿Hacia un modelo de control al estilo chino?
El anuncio también reavivó comparaciones con el sistema de crédito social de China, donde tecnologías como el reconocimiento facial y la inteligencia artificial se utilizan para vigilar y castigar a los ciudadanos, incluyendo disidentes y practicantes de creencias perseguidas, como Falun Dafa.
Allí, quienes caen en listas negras pueden perder el derecho a viajar, a acceder a servicios básicos o incluso a conseguir empleo.
Lo inquietante es que Occidente parece avanzar, paso a paso, en la misma dirección. En Canadá, por ejemplo, el programa “Ambición Digital” busca digitalizar todos los servicios gubernamentales con una plataforma en la nube impulsada por IA.
Si estas tendencias se consolidan, los gobiernos podrían conocer —y controlar— cada aspecto de la vida de sus ciudadanos: qué comen, qué compran, a qué juegan, con quién se reúnen y hasta qué religión profesan. En un escenario así, alguien sin acceso a un teléfono móvil podría encontrarse incapaz de comprar siquiera sus propios medicamentos.
La pregunta que queda es clara: ¿estamos ante un paso hacia la modernización y la eficiencia, o frente al riesgo de importar al corazón de Occidente un sistema de control social que hasta ahora asociábamos solo con regímenes autoritarios?