Fe sin fuerza: Por qué la vestimenta religiosa debería seguir siendo una cuestión de elección

El debate sobre los mandatos del hiyab —ya sea burka, chador o pañuelo— necesita un cambio radical. En lugar de centrarnos en los códigos de vestimenta, debemos preguntarnos: ¿Puede la fe tener sentido cuando la impone la ley, o la verdadera espiritualidad requiere libertad de elección? Si bien quienes la apoyan afirman que estos mandatos protegen los valores religiosos, la realidad en países como Irán y Afganistán demuestra lo contrario.
Cuando el Estado impone la vestimenta religiosa, despoja a estos actos de su esencia espiritual y convierte la fe en una herramienta de control político. La auténtica práctica religiosa se basa en la convicción personal, no en la coerción.
Cuando la fe se vuelve fatal
El costo de la vestimenta religiosa impuesta por el Estado se hace trágicamente evidente en Irán. En septiembre de 2022, Mahsa Amini, de 22 años, murió bajo custodia policial tras ser arrestada por presuntas violaciones del hiyab. Una investigación de las Naciones Unidas (ONU) concluyó que murió a causa de la violencia física infligida por las autoridades iraníes. Un año después, Armita Garavand, de 16 años, murió a causa de las lesiones sufridas en otro incidente relacionado con la imposición del hiyab.

Estos no son casos aislados. Son el resultado de un sistema que instrumentaliza los símbolos religiosos. Desde noviembre de 2022, al menos 26 personas han sido condenadas a muerte por cargos relacionados con las protestas por el hiyab, y se han llevado a cabo al menos siete ejecuciones. Cuando mantener una ley religiosa requiere fuerza letal, deja de ser un acto religioso para convertirse en un acto de opresión política.
El control extremo de Afganistán
Los mandatos talibanes muestran cómo la vestimenta religiosa impuesta se expande rápidamente hasta convertirse en un control total. Ahora, las mujeres deben cubrirse el cuerpo entero, preferiblemente burkas, dejando solo los ojos visibles. Pero esto es solo el comienzo: las niñas tienen prohibido el acceso a la escuela secundaria desde marzo de 2022 y a las universidades desde diciembre de 2022, dejando a 1,4 millones de niñas sin acceso a la educación. Las mujeres también tienen prohibido el acceso a parques, trabajos y casi todos los espacios públicos.
Esto revela el verdadero motivo detrás de los mandatos de vestimenta: no se trata de religión, sino de dominación social total. Cuando los gobiernos se atribuyen el poder de imponer la práctica religiosa, inevitablemente afectan todos los aspectos de la vida de las mujeres.
Cuando los mandatos resultan contraproducentes
Las protestas de 2022-2023 en Irán, desencadenadas por la muerte de Mahsa Amini, se convirtieron rápidamente en uno de los desafíos más generalizados al régimen desde la Revolución Islámica de 1979. En todo el país, las mujeres desafiaron al Estado quitándose el pañuelo en público, convirtiendo el hiyab en un símbolo de protesta en lugar de devoción. También desencadenó protestas generalizadas en todo el mundo, desde Europa hasta Asia.

Este desafío masivo demuestra un punto crucial: la práctica religiosa forzada genera ira, no fe. En respuesta, Irán promulgó una nueva Ley de Hiyab y Castidad en noviembre de 2024, que impone penas de prisión, prohibiciones de viaje y multas elevadas. La necesidad del gobierno de aplicar medidas cada vez más drásticas no hace más que subrayar la falsedad de la devoción impuesta.
Algunos defensores de los mandatos del hiyab los comparan con las leyes occidentales contra la desnudez pública. Pero esto es una falsa equivalencia. Las leyes de decencia pública se aplican a todas las personas, independientemente de su religión o género, y establecen normas sociales básicas que dejan un amplio margen para la expresión personal.

En cambio, los mandatos sobre el hiyab se dirigen específicamente a las mujeres, a menudo de una fe específica, e imponen una interpretación limitada de la doctrina religiosa. Los códigos de vestimenta occidentales son laicos, universales y minimalistas; los mandatos religiosos sobre la vestimenta son específicos, teológicos y coercitivos. Uno impone neutralidad; el otro, sumisión.
Restricciones europeas
Las prohibiciones europeas del hiyab y otros símbolos religiosos también suponen un abuso del poder estatal. Los gobiernos que prohíben el velo o las cruces vulneran la libertad de creencia, cometiendo el mismo error que los regímenes que los imponen. La expresión religiosa debe ser protegida, no vigilada.
Aun así, existe una diferencia significativa en alcance y severidad. Los países europeos no encarcelan ni ejecutan a mujeres por su vestimenta. Y se espera que los inmigrantes que deciden mudarse allí se adapten a las normas locales, incluso cuando estas impliquen límites con los que podamos estar en desacuerdo.

Como emigrante a Europa y luego a Estados Unidos, comprendo personalmente esta tensión. El lema «En Roma, haz lo que hacen los romanos» tiene peso. La integración a veces implica concesiones, incluso cuando encontramos defectos en las costumbres locales. Si bien estas restricciones son erróneas en principio, los inmigrantes deben respetar las sociedades a las que se unen, incluso mientras trabajan para mejorarlas.
El poder de la elección personal
El argumento más sólido a favor de la libertad religiosa proviene de las mujeres que eligen voluntariamente usar el hiyab. Para ellas, representa un viaje espiritual profundamente personal, no la sumisión a una autoridad externa. Es significativo precisamente porque es una elección libre.
Cuando las mujeres son dueñas de sus prácticas religiosas, las interpretan según su propia comprensión, etapas de la vida y necesidades espirituales. Esta flexibilidad es esencial para la verdadera fe. Los mandatos gubernamentales anulan esa libertad y despojan al individuo de su relación con lo divino, reemplazándola por la obediencia al Estado.

La verdadera fe requiere libertad
Desde Irán hasta Afganistán y más allá, la lección es clara: la observancia religiosa forzada no es fe, sino control. Cuando la vestimenta se impone por la fuerza, se pierde el significado espiritual. La violencia y la resistencia que provocan estas leyes revelan su incapacidad para inspirar una fe auténtica.
La verdadera fe nace de dentro: del estudio personal, la oración y la convicción. La función del gobierno no es dictar creencias, sino proteger el derecho a creer libremente. Ya sea imponiendo o prohibiendo la vestimenta religiosa, la interferencia del Estado socava lo que hace sagrada la práctica religiosa: la elección.
Solo cuando el hiyab —o cualquier símbolo de fe— se usa libremente puede tener un verdadero significado espiritual. Solo mediante la libertad la fe puede mantenerse verdadera.
Por Babak Baniasadi