Entrevista al compositor cubano Luis Alberto Mariño, un viaje musical entre la nostalgia y la resistencia
Luis Alberto Mariño Fernández es un violinista y compositor cubano-argentino que lleva consigo un profundo testimonio sobre la vida bajo el régimen comunista en Cuba y su impacto en generaciones enteras. Criado en la ciudad de Cienfuegos, en el seno de una familia que alguna vez creyó fervientemente en las promesas de la Revolución, Luis recuerda cómo sus padres sacrificaron su juventud y sus vidas pensando en un futuro mejor. Un futuro que, con el tiempo, se convertiría en un espejismo.
«Mis padres trabajaron toda su vida, sacrificaron su vida, su juventud pensando que estaban construyendo un mejor futuro para mí, para sus nietos, para sus prójimos, sus compatriotas», relata Mariño a Mundo Libre Diario, con una mezcla de melancolía y gratitud.
La crisis de los años 90 marcó un punto de inflexión no solo en la vida de su familia, sino en la de muchos cubanos. «En los 90, cuando empezó la crisis fuerte, cuando todo el paraíso artificial que estaba sostenido por Moscú empezó a caer… los propios cubanos se fueron desencantando lentamente hasta que hoy en día piensan igual que yo: que fueron completamente engañados».
El violín, que comenzó como un pasatiempo en su niñez, se convirtió en su tabla de salvación en medio del desencanto generalizado. Pero su talento no fue suficiente para evitar la represión ideológica que definía cada aspecto de la vida en Cuba. La presión para pensar de manera uniforme y rendir culto a la figura de Fidel Castro se reflejaba en todas las esferas de la sociedad, desde las aulas hasta los conservatorios. «Había mucha presión para pensar unívocamente, para alabar al dictador como el padre de todos los cubanos, como el gran creador, casi como un personaje sobrehumano», recuerda Mariño.
La nostalgia por la Cuba que podría haber sido se hace especialmente palpable cuando habla de la arquitectura y el arte. Antes de la llegada del socialismo real, La Habana y otras ciudades cubanas eran referentes de modernidad y creatividad en el Caribe. «En Cuba había un florecer de la arquitectura, de arquitectos cubanos, formados en Cuba y con un criterio estético de aprehensión de lo europeo y lo mejor del mundo, pero cubano, autóctono», dice con cierto pesar. El deterioro de las infraestructuras y la ausencia de renovación artística reflejan el costo cultural del régimen.
Sin embargo, a pesar del dolor y las dificultades, Mariño encuentra consuelo en sus raíces. La relación especial que mantiene con el mar, presente en su memoria desde la infancia, se ha convertido en una metáfora de su vida y su arte. «Uno de los recuerdos que tengo es el no saber desde cuándo miro el mar. La idea de que el mar te acompaña más allá de tu propia memoria», expresa, evocando la serenidad que siente al mirar el horizonte.
Hoy, lejos de su tierra natal, Luis Alberto Mariño ha encontrado en la música un vehículo para mantener viva la memoria de lo que fue y de lo que podría ser. Aunque ya no mira las costas de Cienfuegos, la esencia de su arte sigue impregnada de las olas del Caribe, de la lucha de su familia y de la esperanza de ver alguna vez una Cuba libre.
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