El progresismo y su cruzada contra una campaña publicitaria: el caso de Sydney Sweeney y American Eagle

En un nuevo capítulo de la hipervigilancia progresista, la marca de ropa American Eagle se encuentra en el ojo del huracán por su reciente campaña protagonizada por la actriz Sydney Sweeney. Lo que parecía una simple promoción de jeans, con un juego de palabras entre “genes” y “jeans”, ha sido transformado por activistas de izquierda y medios afines en una supuesta apología del supremacismo blanco y la eugenesia.
Este escándalo, alimentado por una retórica exagerada y desconectada de la realidad, pone en evidencia el absurdo al que puede llegar el progresismo en su afán por encontrar ofensas donde no las hay.
La campaña, titulada “Sydney Sweeney Has Great Jeans”, muestra a la actriz de 27 años, conocida por su papel en Euphoria, caminando hacia un cartel publicitario que resalta su imagen con la frase “great genes”. En un guiño creativo, Sweeney tacha la palabra “genes” y la reemplaza por “jeans”, un juego de palabras tan viejo como el marketing mismo.
Sin embargo, medios como The Washington Post, MSNBC, Good Morning America y Salon vieron en esta campaña un “dog whistle” nazi, una celebración de la “blancura” y un ataque indirecto al movimiento de positividad corporal. La elección de Sweeney, una mujer caucásica de cabello rubio y ojos azules, ha sido interpretada como una promoción de la “superioridad genética” y una afrenta a la diversidad.
Hanna Holland, productora de MSNBC, escribió en una columna que la campaña refleja “un cambio cultural desenfrenado hacia la blancura, el conservadurismo y la explotación capitalista”. Good Morning America llegó incluso a compararla con propaganda nazi, citando a la profesora Robin Landa, quien relacionó el anuncio con el movimiento eugenésico estadounidense del siglo XX.
Estas acusaciones no solo son desproporcionadas, sino que rozan lo ridículo. ¿Es realmente creíble que una marca de ropa, en un intento de vender pantalones, haya diseñado una campaña con mensajes subliminales racistas? La respuesta es evidente, pero el progresismo, en su cruzada por imponer su narrativa de victimización permanente, parece incapaz de distinguir entre una estrategia publicitaria y un manifiesto ideológico.
Este episodio ilustra el problema central del progresismo contemporáneo: su obsesión por reinterpretar cualquier elemento de la cultura popular a través del lente de la indignación moral. En lugar de tomar el anuncio como lo que es —una campaña ligera y sin pretensiones—, los críticos han creado una narrativa conspirativa que ve supremacismo blanco hasta en un par de jeans.
Este tipo de interpretación no solo trivializa los problemas reales de racismo, sino que también aleja a la mayoría de las personas, que no ven en esta campaña nada más que una promoción de ropa. Las demandas de boicot a American Eagle y la exigencia de retirar los anuncios ejemplifican la intolerancia de una corriente que busca censurar todo lo que no se ajusta a su estricta visión del mundo.
Además, la elección de Sydney Sweeney como blanco de estas críticas no es casual. Como figura joven, atractiva y exitosa, representa un desafío implícito a los dogmas del progresismo, que en nombre de una supuesta inclusividad termina promoviendo criterios excluyentes. La campaña de American Eagle no excluye a nadie: simplemente utiliza a una actriz popular para promocionar un producto.
Sin embargo, el progresismo, en su cruzada por imponer una “diversidad” obligatoria, parece no tolerar que una mujer blanca y rubia sea el rostro de una marca, como si eso fuera en sí mismo una provocación.
En última instancia, este escándalo es un reflejo de la fragilidad de la cultura «woke» o progresista, que convierte un juego de palabras publicitario en una batalla ideológica. Mientras activistas y medios continúan buscando ofensas imaginarias, el público general, cansado de estas polémicas forzadas, probablemente seguirá comprando jeans sin detenerse a analizar si son o no un símbolo de opresión.
American Eagle, por su parte, haría bien en mantenerse firme ante esta presión absurda y no ceder ante las demandas de una minoría ruidosa que ve fantasmas donde solo hay tela vaquera.