El poder en una encrucijada: ¿Xi Jinping dimitirá antes del cuarto pleno?

Faltan pocos días para la 20ª Cuarta Sesión Plenaria del Partido Comunista Chino (PCCh) y, por primera vez en años, la cuestión de la supervivencia política de Xi Jinping domina la conversación pública.
Una ola de acontecimientos inusuales en Beijing ha alimentado la especulación de que el máximo líder de China podría estar enfrentando un desafío interno sin precedentes.
En las últimas semanas, los principales medios de comunicación del Partido han publicado una serie de artículos interpretados por los analistas como «señales de sucesión», mientras que las tensiones con Washington se han reavivado tras el anuncio de Beijing de una nueva prohibición de las exportaciones de tierras raras.
Los observadores dicen que el próximo pleno puede que ya no sea una reunión política rutinaria, sino más bien un “congreso de vida o muerte” que podría determinar tanto el futuro político de China como el destino personal de Xi.
Señales sutiles en la maquinaria de propaganda del partido
La propaganda estatal, durante mucho tiempo un barómetro del poder en Beijing, de repente ha adquirido un tono ambiguo.
En una sola semana, el Diario del Pueblo y medios afiliados publicaron varios ensayos que muchos comentaristas interpretaron como mensajes codificados a favor de posibles sucesores.
- 13 de octubre: “Capítulo Juvenil” (青春华章) — La semejanza fonética del título con “Hu Chunhua” desató especulaciones de que el artículo era un respaldo indirecto al ex viceprimer ministro reformista, alguna vez visto como una estrella en ascenso en la “facción de la Liga de la Juventud Comunista” del Partido.
- 14 de octubre: “Niu Bole” (El Buen Juez de Talentos). En el léxico político chino, “Bole” se refiere a un mentor que descubre y promueve el talento.
El experiodista de Wen Wei Po, Jiang Weiping, argumentó que el artículo representaba la voz de la facción de ancianos del Partido, lo que indicaba apoyo al posible regreso de Hu Chunhua.
«El uso de ese lenguaje simbólico en los medios centrales nunca es accidental», señaló Jiang.
“Cuando el Diario del Pueblo empieza a insinuar una sucesión, significa que fuerzas internas están usando propaganda para erosionar la legitimidad de Xi”.
Analistas de Hong Kong, Taiwán y Occidente han compilado estos incidentes en un patrón más amplio: evidencia, sostienen, de que facciones rivales se están filtrando a través del sistema de propaganda para dar forma a una “narrativa de sucesión”.
La táctica no es nueva: los miembros del partido han usado desde hace mucho tiempo metáforas y alegorías para señalar un realineamiento político.
Pero un mensaje tan abierto y codificado a través de canales oficiales no se ha visto desde las luchas de liderazgo de los años 1980.
“La propaganda es el espejo del Partido”, dijo un comentarista de China continental. “Cuando empieza a reflejar múltiples caras, significa que la unidad se ha roto”.
¿Quién tiene realmente el poder: los militares o el aparato del partido?
En la política china, las palabras y el simbolismo tienen un alcance limitado.
En última instancia, el poder depende de quién controla la Comisión Militar Central, la maquinaria organizativa del Partido (incluido el Departamento de Organización, la Comisión de Inspección Disciplinaria y el sistema de Propaganda) y, fundamentalmente, el flujo de información.
Incluso si los medios estatales utilizan un lenguaje alegórico para elevar a ciertas figuras, no puede ocurrir ninguna transferencia real de poder hasta que los militares o los departamentos clave del Partido hayan elegido un bando.
Históricamente, los grandes cambios de liderazgo no se han producido a través de debates públicos, sino mediante entendimientos silenciosos —o decisiones repentinas— alcanzados entre generales de alto rango y miembros del Comité Permanente del Politburó.
Los observadores señalan que algunos miembros de la facción de los Ancianos han comenzado a maniobrar dentro de las redes de personal. Sin embargo, la evidencia disponible públicamente sigue siendo profundamente ambigua:
Algunas pistas sugieren que Xi ha sido parcialmente marginado, mientras que otras indican que aún tiene suficiente influencia para resistir.
Los analistas dicen que esta vacilación —la creencia de los ancianos de que “proteger al Partido significa proteger a Xi”— ha impedido que tanto las facciones militares como las anti-Xi avancen con decisión.
En medio de esta tensión interna, Beijing ha intensificado abruptamente su confrontación con Washington, anunciando a principios de octubre una nueva prohibición de las exportaciones de tierras raras.
A primera vista, parecía una medida estratégica para tomar represalias contra los aranceles y las restricciones tecnológicas estadounidenses. Pero los analistas políticos vieron un motivo más profundo: el intento de Xi de redirigir la presión interna hacia el exterior provocando una confrontación con Occidente.
El analista «Wall Insider», un comentarista chino que usa este seudónimo, describió la maniobra como una «táctica autodestructiva», argumentando que fracasó estrepitosamente. «En lugar de aglutinar al Partido», dijo, «la escalada de Xi convenció a más miembros de la cúpula de que mantenerlo en el poder solo aislará a China y acelerará el colapso económico».
La dura respuesta de Washington
El secretario del Tesoro estadounidense, Bessent, emitió una advertencia inusualmente contundente tras el anuncio de China. Si Beijing intentaba utilizar las tierras raras como arma, afirmó, se perjudicaría a sí mismo antes de perjudicar a otros. Estados Unidos, añadió, estaba preparado para coordinar una respuesta conjunta con sus aliados para evitar la coerción en la cadena de suministro.
“Esta es una estrategia perdedora para Beijing”, afirmó Bessent. “Cuanto más amenace China a la industria global, más rápido se desvinculará el mundo de ella, y ese es un coste que China no puede permitirse”.
Incluso el presidente Donald Trump, conocido por su enfoque transaccional hacia China, adoptó un tono más duro de lo habitual. Durante una rueda de prensa en la Casa Blanca, declaró que Estados Unidos y China ya estaban enfrascados en una «guerra comercial sustancial», acusando a Beijing de «robo sistemático» y «décadas de ventaja injusta». «Estados Unidos», dijo Trump, «simplemente está restableciendo el equilibrio».
Según el analista Lan Shu, la respuesta estadounidense forma parte de una estrategia de coalición más amplia destinada a construir un frente unido contra las tácticas coercitivas de Beijing. «A medida que la amenaza del PCCh al mundo libre se hace más evidente, las naciones occidentales están despertando», afirmó. «Ya no se trata de comercio, sino de defender el orden global».
El economista político Wu Jialong estuvo de acuerdo y calificó el enfrentamiento como una “nueva Guerra Fría”.
“La competencia ya no se controla”, dijo. “Es una confrontación abierta. La tecnología, las finanzas, las cadenas de suministro… todo se está desvinculando. Taiwán y Japón son ahora las piedras angulares de la estrategia indopacífica de Estados Unidos”.
Wu advirtió que la recesión económica de China se aceleraría, lo que provocaría una creciente inestabilidad interna. «Si Xi se mantiene en el poder, el pueblo chino no verá futuro».
Ondas de choque internas en Beijing
A medida que aumenta la presión externa, la política interna de Beijing se ha vuelto cada vez más volátil.
El comentarista exiliado Cai Shenkun reveló que al ex primer ministro Wen Jiabao se le había otorgado autoridad temporal para aprobar documentos internos del Partido, una medida extraordinaria que sugiere que el poder de toma de decisiones de Xi había sido restringido.
El analista Tang Jingyuan lo interpretó como «una señal de que el mecanismo central de toma de decisiones bajo el liderazgo de Xi se está desmoronando». Añadió: «Significa que las fuerzas contrarias ahora son lo suficientemente fuertes como para superarlo».
Mientras tanto, el primer ministro Li Qiang presidió un foro de política económica el 15 de octubre e invitó a Xu Qiyuan, autor de Facing the US–China Trade Conflict , a dirigir el debate, un desafío directo a las prerrogativas económicas de Xi.
El comentarista Jiang Senzhe señaló:
Al discutir abiertamente la estrategia comercial, Li Qiang está recuperando la autoridad que los leales a Xi habían monopolizado. Es una clara señal de que el primer ministro está afirmando su independencia.
Para aumentar el drama, Hu Xijin, el ex editor del Global Times , publicó un ensayo poco común criticando la excesiva censura en línea de China, culpando implícitamente a Xi por crear un clima de miedo.
Los comentarios de Hu contradecían las recientes directivas de la Administración del Ciberespacio del Partido que prohíben el “sentimiento negativo” en las plataformas sociales.
Los analistas creen que Hu no pudo haber actuado solo. «Alguien poderoso lo encubrió», dijo Jiang Senzhe. «Estos actos públicos de desafío —por parte de Li Qiang y de Hu Xijin— son señales coordinadas de resistencia ante el pleno».
Tres escenarios para el Cuarto Pleno
A medida que se acerca el pleno, los observadores políticos están esbozando tres posibles resultados, cada uno con consecuencias de gran alcance:
- Xi es marginado, pero no destituido oficialmente.
Conserva sus títulos ceremoniales, pero el poder real se traslada a una estructura colectiva liderada por los líderes del Partido y el actual primer ministro. Las políticas vuelven al pragmatismo, centrándose en la estabilización económica y una diplomacia cautelosa. - Xi se ve obligado a dimitir.
La «facción de los Ancianos», aprovechando la autoridad del pleno, orquesta una transición formal de liderazgo. Es probable que se produzcan turbulencias a corto plazo, pero la reacción pública será mínima: el tan esperado cambio marcaría el fin del gobierno personal de Xi. - Xi sobrevive al desafío.
Mediante crisis de política exterior o lealtad militar, consolida suficiente apoyo para aplastar a la oposición. Sin embargo, su victoria tendría un precio: un renovado temor interno, un mayor aislamiento y una creciente inestabilidad a largo plazo.
Los analistas describen el Cuarto Pleno como un «punto de convergencia decisivo» para el futuro político de China. A diferencia de las sesiones rutinarias, esta combina la reorganización del liderazgo, la recalibración ideológica y la gestión de la crisis económica. Para Xi, es una prueba existencial: supervivencia o colapso. Para las facciones rivales del Partido, es la última oportunidad realista de actuar. Y para los burócratas y las élites empresariales, es un momento decisivo entre la autopreservación y la lealtad.
“La lucha ya no se libra a puerta cerrada”, declaró un periodista de Hong Kong. “Filtraciones de propaganda, maniobras políticas, incluso conflictos extranjeros: todo esto se convierte ahora en armas de una guerra de poder transparente”.
Una fiesta al límite
Todos los indicadores apuntan a una escalada del conflicto:
- La maquinaria de propaganda del Partido está filtrando señales.
- La política económica está dividida entre manos que compiten entre sí.
- El entorno internacional se está volviendo hostil.
- La lealtad militar y burocrática ya no está garantizada.
Como lo expresó una fuente con sede en Beijing: “El Partido ha llegado al punto en que mantener a Xi significa correr el riesgo de un colapso, pero removerlo podría provocar un colapso más rápido”.
Independientemente de que Xi sea derrocado, limitado o sobreviva, las consecuencias resonarán mucho más allá de las fronteras de China.
Un PCCh debilitado transformará los mercados globales y la geopolítica por igual.
Nota editorial:
Este artículo resume informes, análisis y comentarios disponibles públicamente sobre los acontecimientos internos dentro del Partido Comunista Chino antes de la Cuarta Sesión Plenaria.
Muchas afirmaciones siguen sin verificarse y deben interpretarse como análisis político, no como hechos confirmados.
Se presentan para ilustrar la creciente tensión entre el control del Partido, el faccionalismo de la élite y la presión internacional que configura la crisis actual de China.