El desfile del Día de la Victoria de China exhibe poderío militar y genera críticas

El presidente chino, Xi Jinping, organizó un gran desfile militar en la Plaza de Tiananmén de Beijing el miércoles 3 de septiembre para conmemorar el 80.º aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. El evento atrajo la atención mundial cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, acompañaron a Xi en el estrado, en su primera aparición pública juntos.
Muchos observadores, especialmente en Taiwán, han criticado al Partido Comunista Chino (PCCh) por su trato hipócrita a las luchas de China durante la guerra. Si bien el país perdió millones de soldados y civiles luchando contra el Japón imperial, el movimiento comunista chino era en aquel entonces una fuerza rebelde que trabajaba principalmente para socavar al gobierno de la República de China (ROC) y tuvo poca participación en la lucha contra el ejército japonés.
Después de preservar y fortalecer sus fuerzas durante la guerra, el PCCh derrocó al muy debilitado gobierno nacionalista chino, que, después de perder la guerra civil ante los comunistas, se retiró a la isla de Taiwán en 1949.
Una demostración de poderío militar
El desfile, meticulosamente coreografiado, contó con miles de soldados a paso de ganso, armamento avanzado —incluyendo misiles hipersónicos, sistemas con capacidad nuclear y drones submarinos— y un vuelo de aviones de combate. Xi, flanqueado por Putin a su derecha y Kim a su izquierda, aprovechó la ocasión para proyectar la fuerza militar y la influencia diplomática de China. A diferencia del desfile del Día de la Victoria de 2015, donde los dignatarios extranjeros se sentaron a la derecha de Xi y los funcionarios chinos a su izquierda, la organización de este año resaltó la prominencia de Rusia y Corea del Norte.
En un breve discurso, Xi enfatizó la disyuntiva global entre «paz o guerra, diálogo o confrontación, resultados beneficiosos para todos o de suma cero», presentando a China como defensora de un orden mundial multipolar. El desfile, al que asistieron líderes de 26 países, entre ellos Myanmar, Pakistán y países de Asia Central, mostró la influencia regional de Beijing, con solo dos líderes occidentales presentes: el serbio Aleksandar Vučić y el eslovaco Robert Fico.

¿Un «eje de agitación»?
En una publicación en Truth Social, el presidente estadounidense Donald Trump expresó con sarcasmo sus más cálidos saludos a Xi, Putin y Kim, quienes conspiran contra Estados Unidos. También instó a Xi a reconocer el enorme apoyo material que Estados Unidos brindó a China en su lucha contra la invasión japonesa, señalando que muchos militares estadounidenses habían dado su vida para defender a China.
El discurso de Xi omitió notablemente la mención de las contribuciones de Estados Unidos al triunfo final de China sobre Japón. En cambio, sus comentarios —y la posición destacada otorgada a sus homólogos extranjeros en el desfile— aludieron a la competencia estratégica con Occidente.
La asistencia del presidente iraní, Masoud Pezeshkian, subrayó aún más lo que algunos analistas occidentales llaman un emergente “eje de agitación” entre naciones alineadas contra el orden internacional liderado por Estados Unidos.
La lista de invitados al desfile, que incluía a líderes de naciones fuertemente sancionadas como Irán y Myanmar, alimentó las especulaciones sobre la formación de un bloque antioccidental.
El investigador taiwanés Shen Ming-shih, quien trabaja para un centro de estudios gubernamental, declaró a The Epoch Times que la presencia de Kim Jong-un junto a otros líderes autoritarios contradice la percepción de aislamiento diplomático de Corea del Norte. El evento marcó la unidad entre los regímenes que se oponen a las normas globales impulsadas por Estados Unidos, lo que acentuó la preocupación en Washington sobre su creciente cooperación.

Yuan Hongbing, un disidente y jurista chino residente en Australia, dijo que China espera utilizar la celebración de la victoria de la Segunda Guerra Mundial para reforzar la relación chino-rusa en un momento en que la administración Trump está intentando abrir una brecha diplomática entre Moscú y Beijing.
Según Yuan, citando a “gente de conciencia” dentro del establishment del Partido Comunista, Xi y Putin han llegado a un acuerdo secreto que acerca a Rusia a China a cambio del apoyo del PCCh a la guerra de Rusia en Ucrania.
Durante la visita de Putin a China, Rusia firmó acuerdos para aumentar las exportaciones de gas a China en un 16 por ciento anual.
Narrativa histórica y ambiciones estratégicas
En el desfile, el discurso de Xi y los medios estatales enfatizaron el papel del Partido Comunista en la derrota de Japón, dejando de lado las contribuciones del gobierno de la República de China, que, entonces bajo el control del Partido Nacionalista Chino o Kuomintang, lideró el esfuerzo bélico de China.
La cobertura mediática del desfile a menudo resalta los agravios históricos y el orgullo nacional de China, pero los críticos argumentan que esto corre el riesgo de legitimar la narrativa histórica manipulada del PCCh.
En las últimas décadas, el PCCh ha intentado presentarse como la principal fuerza que lucha contra Japón y «libera» a China de la influencia extranjera, a pesar de que el comunismo es una ideología occidental. En lugar de logros concretos en tiempos de guerra, gran parte de la narrativa del Partido se ha centrado en el odio hacia Japón por las atrocidades cometidas por sus tropas durante la guerra durante la ocupación de China.
Los funcionarios taiwaneses, incluido Shen Yu-chung del Consejo de Asuntos Continentales, criticaron la historia selectiva de Beijing y señalaron que la República de China, no el Partido Comunista, aceptó la rendición japonesa y participó en las conversaciones de paz aliadas para el orden de la posguerra.
El profesor de la Universidad de Sydney, Feng Chongyi, señaló en declaraciones a The Epoch Times que las prominentes demostraciones de fuerza militar de Beijing podrían ser contraproducentes al generar una mayor cautela ante la postura cada vez más enérgica del PCCh en regiones como el estrecho de Taiwán y el Mar de China Meridional.
Al presentarse como vencedor de la Segunda Guerra Mundial, Beijing busca borrar la legitimidad histórica de la República de China, allanando el camino para su narrativa de que Taiwán, donde aún gobierna la República de China, es una parte legítima de la China comunista.
Los analistas advierten que esta “guerra de la memoria” es una ofensiva psicológica y propagandística destinada a socavar la identidad y la posición internacional de Taiwán.
Reuters señaló que el desfile muestra el intento de China de construir una «alianza de valores» centrada en la soberanía y la estabilidad del régimen, desafiando el marco de derechos humanos del orden mundial liberal. Taiwán y sus vecinos están en la primera línea de esta batalla ideológica.