El deplorable sistema de funerarias estatales en Cuba
La funeraria del municipio de Luyanó en La Habana, cerró hace dos años y los familiares de los difuntos deben velar al fallecido en áreas céntricas de la Capital, una tarea casi imposible a no ser que se pague en dólares, de hecho, para 15 funerarias en esa ciudad hay solo un carro fúnebre que no cubre las necesidades de esa provincia, por ello, enterrar con dignidad un familiar requiere de una inversión aproximadamente de 300 dólares, dada la alta corrupción en el sistema estatal “gratuito” de funerarias y cementerios.
La mayoría de los cubanos al interior del país usan medios improvisados para trasladar los cadáveres de sus parientes, ya sean en coche con caballos, tractores, e incluso bicicletas, como recientemente sucedió en la provincia de Mayabeque, donde los amigos del difunto lo trasladaron sobre sus piernas en un bicitaxis, por ejemplo, la ciudad de Sancti Spíritus necesita un crematorio, que solo cuesta cinco millones de pesos, pero la inversión no se ha aprobado, por ello la ciudadanía sufre la corrupción, o el pésimo e indigno servicio funerario.
La situación fue de espanto durante la epidemia de coronavirus que azotó con fuerza a la Mayor de las Antillas, dada la apertura al turismo ruso que hizo el Estado para atraer dólares, lo que supuso la muerte de 68 mil ciudadanos según fuentes anónimas, por ejemplo, en agosto del 2021 el cementerio del municipio de Cumanayagua, en la provincia de Cienfuegos, rompió récord de enterramientos, con un total de 200 entierros en ese mes, dada esa cantidad, las autoridades hicieron un llamado para no dejar los cadáveres a la intemperie durante mucho tiempo.
El camposanto atendía como promedio 12 entierros mensuales, para una población de 48 mil habitantes, sin embargo, el coronavirus hizo saltar las alarmas por la cantidad de fallecidos sin sepultura, esperando horas al aire libre para ser enterrados.
El testimonio de Teresa Miranda Céspedes, desde Mayarí, provincia de Holguín, en el oriente del país es elocuente, ella escribió después que murió por cáncer un primo suyo: “Hoy falleció un primo muy querido, luego de largos meses de lucha contra el cáncer, en medio de dificultades y carencias de todo tipo, en momentos en que falta la comida, faltan los productos de aseo, faltan los medicamentos, y esta última carencia del ataúd duele mucho».
“No había en Mayarí cajones para enterrar a mi primo, por lo que uno fue traído desde el municipio Cueto. Dicho féretro era tan ancho, que fue necesario quitar la puerta de la casa para poder sacarlo a la hora de llevarlo para el cementerio», agregó.
«Pero esto no es todo, mientras entraban a la vivienda, iba chorreando aserrín, dicho féretro parecía una hamaca, se movía al tocarlo, por lo que temíamos se desarmara. Los construyen con desechos que conocemos como cotanera y con cartón, a falta de madera. La tapa no embonaba, por lo que tuvimos que tapar las ranuras con papel. La tela de la caja, podrida, rota y descosida, dejaba pasar la sangre», terminó su testimonio de este modo la mujer.
La muerte de un familiar en Cuba constituye tremendo dolor de cabeza dada la precariedad de la infraestructura de funerarias y cementerios, la carencia de insumos, y la falta de carros fúnebres, otro tanto es la corrupción, por lo que un entierro digno puede costar en el mercado negro, 300 dólares.