Por qué el Papa Francisco excomulgó al arzobispo conservador Carlo Maria Viganò
La Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano anunció el viernes la excomunión del arzobispo italiano Carlo Maria Viganò, acusándolo de «cisma» debido a sus reiteradas declaraciones en contra del Papa Francisco y su negativa a reconocer su autoridad.
Desde hace años que Viganò ha sido una figura incómoda, no solo para la Iglesia, sino también para el globalismo mundial. El eclesiástico italiano desde la época de la pandemia y antes, ha estado haciendo fuertes declaraciones acerca del Gran Reseteo de la Humanidad impulsado por las grandes élites, que atentan contra la vida tradicional y los valores impartidos por Dios.
Más aún, Viganò ha acusado directamente al sumo pontífice de ser un “celoso cooperador, que abusa de su propia autoridad moral” para apoyar las ideas globalistas teorizadas por Klaus Schwab, ex Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial.
En 2018, acusó a Francisco de estar al tanto de los abusos sexuales del cardenal estadounidense Theodore McCarrick, quien más tarde fue expulsado del sacerdocio.
También ha llamado al papa de «herético», «tirano» y «siervo de Satanás», cuestionando su elección en el cónclave de 2013 y criticándolo tras la publicación del documento ‘Fiducia Supplicans’ que permite la bendición de parejas homosexuales.
Por estos motivos, la Santa Sede ha acusado a Viganò de cisma, señalando que sus «afirmaciones públicas resultan en una negación de los elementos necesarios para mantener la comunión con la Iglesia católica: la negación de la legitimidad del Papa Francisco, la ruptura de la comunión con él y el rechazo del Concilio Vaticano II».
El arzobispo, de 83 años, pertenece al ala más conservadora de la Iglesia católica. Fue nombrado en el cargo en 1992 por Juan Pablo II y sirvió como nuncio apostólico en Nigeria hasta 1998 y en Estados Unidos entre 2011 y 2016. El pasado 28 de junio, fue convocado por la Congregación para la Doctrina de la Fe para responder a la acusación de cisma, pero se negó a presentarse.
Viganò explicó en la red social X que fue notificado de la apertura del juicio canónico en su contra mediante «un simple correo electrónico«. Afirmó que «supongo que la sentencia ya está preparada dado que se trata de un proceso extrajudicial. Considero las acusaciones en mi contra un honor. Creo que el propio tenor de las acusaciones confirma las tesis que vengo defendiendo».
Además, ese mismo día, el arzobispo escribió una extensa declaración a la que titula: “Yo acuso” (J’accuse) acerca de la acusación de cisma en su contra, donde explica claramente su postura y los motivos por los cuales se opone a la actual conducción de la Iglesia Católica.
El cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, líder de la Doctrina de la Fe, presidió una reunión el 4 de julio para deliberar sobre el proceso penal canónico contra Viganò, quien, a pesar de su ausencia, fue declarado culpable de cisma y excomulgado.
De acuerdo a los términos de la última edición del Derecho Canónico, a quien está excomulgado se le prohíbe ofrecer los sacramentos.
Viganò ha calificado el Concilio Vaticano II (1962-1965), que modernizó la Iglesia, como «un cáncer ideológico, teológico, moral y litúrgico» y ha llamado a la «Iglesia Bergogliana» una «metástasis», en referencia al apellido del Papa, Bergoglio.
En un reciente video publicado en su cuenta de X, Viganò sentenció:
«La Cuarta Revolución teorizada por Klaus Schwab y la familia de las finanzas internacionales encuentran en Bergoglio no a un espectador neutral, lo que en sí ya sería algo inaudito, sino en realidad a un celoso cooperador, que abusa de su propia autoridad moral para apoyar ab extra, fuera de la Iglesia.
El proyecto de disolución de la sociedad tradicional, mientras que ab intra -dentro de la Iglesia-, persigue el proyecto de demolición de la Iglesia, para sustituirla por una organización filantrópica de inspiración masónica. Y es escandaloso.
Esto vale para ambos, para el mundo civil y eclesiástico, confirmando la conspiración criminal entre el Estado profundo y la Iglesia profunda.
Me parece que en esta conspiración el papel del jesuita ha sido decisivo. No es casualidad que por primera vez en la historia un religioso de la Compañía de Jesús esté sentado en el trono de Pedro».
Por Cecilia Borrelli