El absurdo de la moda moderna: por qué es hora de recuperar la verdadera belleza y la tradición
El mundo de la moda siempre ha sido un escenario para explorar ideas y creatividad, pero desde finales de los años 60 parece que el absurdo ha tomado protagonismo. Las pasarelas están llenas de estilos extraños, poco prácticos y absolutamente ridículos que desafían la lógica y la funcionalidad. ¿Qué impulsa esta tendencia? ¿Es innovación o hemos perdido colectivamente nuestro sentido de la belleza y la practicidad? Es hora de analizar más de cerca y, francamente, cuestionar estas ideas supuestamente «de vanguardia».
¿Qué está pasando con la moda?
Hoy en día, las pasarelas están repletas de diseños que parecen más propios de un circo que de un armario. Las prendas imposibles de llevar, poco prácticas de usar y absolutamente carentes de significado se han convertido en la norma. Estos diseños suelen celebrarse como innovadores o artísticos, pero carecen de la esencia de lo que debería ser la moda: un equilibrio entre forma y función que eleve e inspire.
¿Por qué sucede esto?
- El deseo de ser diferente : los diseñadores se esfuerzan constantemente por destacarse, sacrificando a menudo la belleza y la practicidad en el proceso. La búsqueda incesante de la singularidad puede dar lugar a creaciones que parecen más trucos publicitarios que expresiones sinceras de arte.
- La necesidad de lucirse : los desfiles de moda se han convertido en escenarios de espectáculos, donde el impacto suele sustituir a la sustancia. En lugar de crear diseños que resuenen con belleza, algunos diseñadores optan por lo absurdo para captar la atención y ser noticia.
- Confianza ciega en los expertos : existe la suposición errónea de que la experiencia equivale a infalibilidad. Los diseñadores, como todos nosotros, son individuos imperfectos que navegan por procesos creativos. El pensamiento racional siempre debe prevalecer sobre la confianza ciega.
La belleza de la tradición
A diferencia de las tendencias modernas, la vestimenta tradicional de culturas de todo el mundo demuestra principios atemporales de belleza y funcionalidad. Pensemos en la elegancia de un sari tradicional indio, la gracia de la vestimenta de la dinastía china Tang, la robustez práctica de la vestimenta tradicional cosaca o la refinada sofisticación de un traje occidental. Estos diseños reflejan armonía, herencia cultural y una comprensión intrínseca de lo que significa crear algo bello y significativo.
Reglas de diseño y su finalidad
La belleza estética no es tan subjetiva como algunos afirman. Principios como la proporción, la teoría del color, la repetición y la simetría guían nuestra percepción de la belleza. Por ejemplo, a menudo se selecciona a las modelos por su simetría facial, que puede analizarse con un software sofisticado. Del mismo modo, la proporción áurea y la regla de los tercios son herramientas esenciales para lograr el equilibrio y la armonía en el diseño.
¿Es posible modificar o incluso romper estas reglas? Sí, pero el resultado debe justificar la desviación. El diseño debe dejar en el espectador una sensación de positividad e inocencia, similar a la que evoca el rostro de un niño, una flor en flor o un amanecer sereno. Cuando el diseño no logra esto, se vuelve antiestético y retrógrado en lugar de progresista.
La alta costura y su papel en las artes
La alta costura pertenece sin duda a las artes visuales, pero ¿se la puede clasificar estrictamente como arte? No del todo. Si bien ocupa un lugar vital en el mundo estético, es principalmente una artesanía. Ponerle la etiqueta de “arte” a la moda les da a los diseñadores licencia para complacerse en todas y cada una de las nociones, sin importar cuán escandalosas o desconectadas de la realidad sean.
El arte en sí mismo tiene límites. ¿Debe un artista explorar ideas radicales, grotescas o incluso perturbadoras hasta el punto de orinar sobre un lienzo y llamarlo obra maestra? La mayoría estaría en total desacuerdo. El arte del pasado, que seguimos admirando, es atemporal porque sus creadores a menudo buscaron elevar e inspirar. Cuando se lo lleva al extremo, el arte (y por extensión, la moda) puede volverse inquietante en lugar de esclarecedor.
Pensemos en la obra maestra de Miguel Ángel, la estatua del David. Sus proporciones se rigen por la proporción áurea, un principio de belleza atemporal. La obra de Miguel Ángel refleja una búsqueda de lo divino, un esfuerzo por elevar el espíritu humano a través del arte. Esta búsqueda de la belleza —edificante, atemporal y armoniosa— dista mucho de las extrañas creaciones que se exhiben en las pasarelas modernas.
La conexión divina en la artesanía
Históricamente, los artesanos perfeccionaron su oficio no solo para obtener ganancias materiales, sino para conectarse con lo divino. Esta dedicación nos dio arte, diseño y música atemporales que continúan inspirándonos siglos después. Desde la arquitectura de los templos antiguos hasta los intrincados diseños de la vestimenta tradicional, estas obras trascienden el tiempo porque tienen sus raíces en la búsqueda de la belleza, la gracia y la espiritualidad.
En cambio, gran parte de la moda de pasarela moderna parece desconectada de estos ideales. En lugar de esforzarse por elevarlos, a menudo resulta cínica, alienante y carente de significado.
El cambio de tendencia hacia la moda bizarra
Lo que es aún más preocupante es cómo algunas de estas absurdas tendencias de pasarela se están abriendo camino en la moda convencional. El gran escenario que se les da a estas ideas legitima su absurdidad. A medida que estos diseños se infiltran en los guardarropas cotidianos, amenazan con erosionar nuestro sentido colectivo de belleza y practicidad. La moda debería inspirarnos para lucir y sentirnos lo mejor posible, no confundirnos ni alienarnos. Los consumidores deben usar su buen juicio y reclamar el poder a los llamados expertos.
En última instancia, los consumidores deberían cuestionar estas ideas de “vanguardia en cuanto a la moda”. El pensamiento racional debe prevalecer sobre la noción elitista de que los expertos siempre saben más. Las creaciones controvertidas, extrañas y oscuras no son signos de progreso, sino indicadores de regresión.
La verdadera belleza genera conversación de forma natural: es un desafío, pero gratificante. El diseño debe elevar, inspirar y brindar alegría, no alienar ni confundir. Mientras celebramos la belleza atemporal de los diseños tradicionales y el poder inspirador del verdadero arte, rechacemos las tendencias regresivas que se disfrazan de visión de futuro. Es hora de recordarle a la industria de la moda que la belleza (la verdadera belleza) no solo vale la pena luchar por ella, sino que es esencial para nuestra conexión con los demás, nuestra cultura y lo divino.
Por Babak Baniasadi