Dentro del golpe silencioso: cómo Xi Jinping perdió el control del Partido Comunista chino

Xi Jinping, considerado en su momento el líder más poderoso de China desde Mao Zedong, se enfrenta ahora a la cruda realidad de un régimen que se ha vuelto en su contra. Tras la pulida fachada de unidad del Partido Comunista, se ha producido un cambio de poder silencioso pero decisivo, que no solo ha transformado la política interna de China, sino que podría alterar el curso de sus relaciones con el mundo.
Las grietas bajo el gobierno de Xi
Durante más de una década, Xi consolidó su poder mediante purgas generalizadas, un férreo control de los medios de comunicación y una política exterior agresiva que acercó a China a Rusia, a la vez que la distanciaba de Occidente. Sin embargo, este gobierno centralizado generó resentimiento, aislamiento y, en última instancia, traición interna.
Según información sorpresiva de fuentes rusas y estadounidenses, la posición de Xi se debilitó drásticamente durante el último año. Una cuenta vinculada a Rusia, conocida como «General SVR», a menudo asociada con el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, publicó el 12 de junio: «Xi Jinping es el eslabón más débil de este tablero geopolítico. Su precaria salud socava el papel de China en esta alianza».
El relato también advirtió sobre un cambio de liderazgo inminente, sugiriendo que “se espera que los nuevos líderes sean mucho más liberales y probablemente cooperen con Occidente, socavando tanto a Rusia como a Irán”.
Un ejército que ya no es suyo
El control de Xi sobre el ejército, antaño piedra angular de su gobierno, también ha disminuido. En un artículo publicado el 9 de junio por The Washington Times, el experto en China Bill Gertz citó un informe de un grupo de expertos de la Fuerza Aérea estadounidense que destacaba cómo el general Zhang Youxia, el oficial militar de mayor rango de China, dudaba de la capacidad del ejército para cumplir la directiva de Xi de prepararse para una invasión de Taiwán.
El informe señaló además que “un liderazgo militar defectuoso, una mala coordinación entre los sectores civil y militar en escenarios de guerra y una clara falta de preparación para la guerra conjunta o de información” habían erosionado la confianza en los planes de Xi.
Zhang, quien fuera el ejecutor de Xi durante las purgas militares, se resistió discretamente a involucrarse más en las arriesgadas maniobras de Xi. A medida que la salud y la influencia de Xi se deterioraban, Zhang resurgió como una fuerza estabilizadora clave, estrechando lazos con líderes reformistas como Hu Jintao y Wen Jiabao.
La purga fallida que salió mal
El declive de Xi no se produjo de la noche a la mañana. Se remonta a un momento crítico en el XX Congreso del Partido en octubre de 2022. Xi había planeado una purga radical de 15 altos funcionarios que consideraba desleales. Pero el complot se filtró, sorprendentemente, desde dentro de su propio círculo de confianza.
El denunciante fue Chen Min’er, otrora leal secretario del Partido en Chongqing. Durante una reunión confidencial, Chen preguntó: «¿Arrestar a quince personas no es ir demasiado lejos?». Esa pregunta desencadenó una serie de acontecimientos que desentrañó el plan de Xi. Chen alertó encubiertamente a los líderes reformistas, incluido Wen Jiabao. Mientras tanto, el general Zhang Youxia se negó a desplegar fuerzas militares para apoyar el plan de Xi.
Consolidando el poder
El mundo presenció el visible colapso del poder de Xi durante el Congreso, cuando el expresidente Hu Jintao fue escoltado bruscamente fuera del escenario tras oponerse a las decisiones de Xi sobre su personal. Este incidente, grabado en directo, se convirtió en un símbolo perdurable de la resistencia interna que Xi enfrentaba.
El golpe de gracia llegó durante el Tercer Pleno del XX Comité Central en julio de 2024. El segundo día de la reunión de alto nivel, Xi sufrió un derrame cerebral. El pleno terminó abruptamente, y los medios estatales intentaron disimular la interrupción, afirmando que la sesión había «concluido con éxito». Pero Xi desapareció de la vista pública durante semanas.
Cuando reapareció el 19 de agosto para reunirse con el líder del Partido Comunista de Vietnam, los observadores más perspicaces notaron una visible cicatriz quirúrgica en la cabeza de Xi, evidencia de una reciente cirugía cerebral. Su fragilidad ya era innegable. Durante su ausencia, los leales a Xi fueron purgados y el general Zhang Youxia retomó discretamente el control del ejército.
Los reformistas recuperan el escenario
La señal más clara del debilitamiento de Xi se produjo durante el banquete del Día Nacional de China de 2024. Quince líderes retirados, entre ellos los íconos reformistas Wen Jiabao y Li Ruihuan, compartieron la mesa principal con Xi, con un aspecto relajado y jovial. El mensaje era inequívoco: los ancianos habían recuperado el poder. Xi, antaño la figura indiscutible del poder chino, estaba rodeado de quienes lo habían recuperado.
La caída de Xi no fue resultado de un solo evento. Reflejó profundas fallas sistémicas. Sus políticas económicas —Prosperidad Común, medidas drásticas para el sector tecnológico y confinamientos para evitar la COVID-19— frenaron el crecimiento y generaron un desempleo récord. Sus purgas militares no lograron asegurar una lealtad genuina, lo que provocó deserciones de la élite. En el ámbito diplomático, su alineamiento con Rusia y su política de confrontación con el «guerrero lobo» distanciaron a antiguos socios y envalentonaron a sus adversarios.
¿Un colapso inminente?
Lo que presenciamos ahora no es un simple cambio de liderazgo, sino un reequilibrio fundamental dentro del Partido Comunista Chino. Los reformistas, con el discreto apoyo del ejército, han superado a Xi en maniobras, no con tanques ni derramamiento de sangre, sino mediante estrategia, paciencia y precisión en el momento oportuno.
Las implicaciones de la caída de Xi se extienden mucho más allá de Pekín. Un nuevo liderazgo más liberal podría cambiar la postura de China sobre Taiwán, su enfoque hacia Occidente y su relación con Rusia. Pero esta transición también revela la fragilidad de los sistemas autocráticos basados en el gobierno personal, en lugar de las instituciones.
La historia de Xi es una de arrogancia, extralimitación y la brutal aritmética de las luchas internas de poder. Su ascenso pudo haber parecido imparable, pero al final, la misma maquinaria que utilizó para aplastar a sus rivales se volvió en su contra.
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