Dentro del declive de los medios tradicionales: ideología, influencia y el factor del PCCh

¿Por qué medios de comunicación centenarios como la BBC y The New York Times —alguna vez considerados las fuentes más confiables de la verdad— enfrentan hoy un creciente escepticismo y críticas? ¿Por qué sus informes han pasado de presentar hechos a promover posturas ideológicas?

Existen dos razones fundamentales: la transformación ideológica y la influencia del Partido Comunista Chino (PCCh).

Para entender cómo operan estas fuerzas, conviene comenzar con una reciente controversia mundial centrada en uno de los radiodifusores públicos más conocidos del planeta: la BBC.

De símbolo de objetividad a “actor con sesgo”

Durante décadas, la BBC fue sinónimo de objetividad y equidad. Sin embargo, su imagen se ha visto seriamente dañada en los últimos años, al punto de parecer cada vez más un “jugador con sesgo” que un “árbitro neutral”.

La tormenta desatada por una edición manipulada

Recientemente, la BBC fue duramente criticada por supuestamente haber “editado de forma maliciosa” un fragmento del discurso del presidente estadounidense Donald Trump del 6 de enero, hacia el final de su primer mandato. Según los informes, el medio habría combinado dos segmentos separados —con casi una hora de diferencia— alterando por completo el significado original.

En el discurso original, Trump dijo:

“Vamos a marchar hacia el Capitolio y vamos a alentar a nuestros valientes senadores, congresistas y congresistas.”

Pero la BBC lo editó así:

“Vamos a marchar hacia el Capitolio… y si no luchan como el demonio, no van a tener un país.”

La manipulación convirtió lo que era un llamado inocuo a mostrar apoyo a los legisladores en una aparente incitación violenta contra el Congreso. Peor aún, esa versión editada fue citada por medios de todo el mundo e incluso usada como evidencia en posteriores acusaciones políticas y procesos de impeachment contra Trump.

Este episodio no fue un caso aislado, sino el reflejo del creciente enfoque de la BBC en un periodismo guiado por la ideología, más que por los hechos.

Durante el conflicto entre Israel y Hamás, por ejemplo, la BBC informó falsamente que Israel había bombardeado un hospital en Gaza, aunque luego tuvo que retractarse cuando las pruebas no respaldaron esa versión.

Debilidades estructurales: cómo el PCCh explotó las grietas

Según el activista prodemocracia chino Tang Baiqiao, el modelo operativo de la BBC —poderoso pero débilmente supervisado— ha creado vulnerabilidades que el régimen comunista chino ha sabido aprovechar.

La BBC no es totalmente gubernamental ni completamente privada. Su financiamiento proviene en gran parte del impuesto obligatorio de “licencia televisiva” del Reino Unido, lo que le otorga enormes recursos y un poder casi autónomo. Para preservar la independencia editorial, los medios occidentales suelen mantener un principio de “muralla de fuego” que evita la interferencia del gobierno. Sin embargo, Tang argumenta que esa muralla se ha convertido en una puerta de entrada perfecta para la influencia del PCCh.

La infiltración del Partido opera principalmente a través de dos canales: colocación de personal y patrocinio financiero.

Al centrarse en la formación profesional durante los procesos de contratación, los medios occidentales permiten inadvertidamente el ascenso de individuos competentes pero alineados ideológicamente con el PCCh. Tang cita como ejemplo a Zhang Jing, hijo del corresponsal jefe del People’s Daily en EE. UU., quien llegó a ser director de la división Asia-Pacífico de Voice of America. Una vez dentro, estas figuras pueden ir moldeando gradualmente las narrativas desde instituciones como la BBC, VOA o Deutsche Welle.

Aunque financiada principalmente por licencias, la BBC puede aceptar patrocinadores externos, lo que brinda al PCCh un canal directo de influencia económica.

Cómo el PCCh “domó” a The New York Times

Tang recuerda que cuando fue entrevistado por The New York Times en 1992, periodistas como Nicholas Kristof eran conocidos por su firme disposición a denunciar al régimen comunista chino. Su cobertura de la masacre de Tiananmen de 1989 les valió el Premio Pulitzer, y convirtió al diario en un blanco de la hostilidad de Pekín.

El punto de inflexión, según Tang, llegó en torno a los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, cuando el PCCh lanzó una campaña mundial de influencia mediática destinada a reformar la opinión internacional.

La estrategia fue clara: apuntar primero a los medios más críticos y “domarlos”. Una vez logrado eso, los demás seguirían el ejemplo.

Empresas chinas comenzaron a invertir grandes sumas en publicidad en el Times y otros medios occidentales. En un momento de crisis financiera para la prensa escrita tradicional, ese flujo de dinero creó dependencia económica y compromisos editoriales.

Como expresó un editor del World Journal:

“Sin el dinero de la publicidad china, habríamos desaparecido hace mucho.”

Cuando los anuncios no eran suficientes, Pekín presuntamente utilizó intermediarios o testaferros extranjeros para adquirir grandes participaciones en compañías mediáticas. Una vez convertidos en accionistas importantes, el control editorial venía por añadidura.

Para los corresponsales occidentales que necesitaban informar desde China, el control de visas por parte del PCCh se volvió un poderoso mecanismo de presión. Quienes deseaban conservar su acceso debían suavizar el tono de sus informes.

En los primeros 2000, el Times fue cortejado por el entonces líder comunista Jiang Zemin, quien incluso visitó personalmente la sede del diario en Manhattan.

El propio Kristof llegó más tarde a describir a Xi Jinping como un “reformista”, basándose en el detalle de que su hija, Xi Mingze, había estudiado en Harvard.

Para Tang, eso marcó un cambio ideológico profundo en The New York Times.

La creación de la edición en chino del diario agravó sus preocupaciones: en su opinión, se convirtió en una plataforma de difusión de narrativas del PCCh, con personal vinculado al aparato estatal chino.

La gota que colmó el vaso: una investigación censurada

En 2012, una experimentada periodista del New York Times pasó más de seis meses investigando la riqueza oculta de las élites del PCCh. Acudió a Tang con extensos archivos para verificar complejas estructuras de propiedad. El artículo era descrito como una “bomba nuclear” contra la red de corrupción en Pekín.

Sin embargo, poco antes de su publicación, el texto fue abruptamente cancelado debido a “enormes presiones”. La reportera, devastada, confesó a Tang que sus editores habían suprimido la historia. Lo que pudo ser la cima de su carrera fue enterrado para siempre.

Aunque la BBC y The New York Times difieren en sus estructuras y contextos, sus trayectorias revelan un patrón preocupante: cuando la ideología de izquierda se combina con presiones políticas y financieras externas, incluso las instituciones mediáticas más prestigiosas pueden corromperse.

El declive de los medios centenarios occidentales marca el fin de una era y el comienzo de una peligrosa “era de la posverdad”, en la que el valor de la información depende menos de su veracidad que de su impacto emocional y su alineación ideológica.

¿Cómo pueden los ciudadanos navegar esta niebla?

Las personas deben reconocer que el sesgo ideológico se ha infiltrado en todos los rincones del ecosistema informativo, desde los resultados de búsqueda de Google y las entradas de Wikipedia hasta los datos que alimentan los sistemas modernos de inteligencia artificial.

La propia experiencia de Tang Baiqiao lo ilustra bien: su página en inglés de Wikipedia llegó a describirlo de manera destacada como un “conocido partidario de Trump”, una etiqueta cargada políticamente utilizada como difamación en el clima mediático actual.

Comentario de Huang Qing

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Redacción Mundo Libre
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