Brasil y Perú se entregan a China, Argentina se resiste frente a las presiones de Beijing
Mientras que países latinoamericanos como Brasil y Perú se han rendido a los pies del régimen chino favoreciendo la estrategia económica global de China, Argentina ha logrado perturbar a Beijing. Con el nuevo gobierno de Javier Milei declarado abiertamente como “anticomunista” -contrario al vergonzoso docilismo kirchnerista frente a China-, las relaciones diplomáticas entre ambas naciones se han tensado, en medio de una interdependencia económica que hace difícil predecir cómo se van a desencadenar las cosas de cara al futuro.
En los últimos 20 años, el comercio de bienes entre Latinoamérica y China se multiplicó de forma exponencial. Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) reporta un impresionante salto de 14.000 a 500.000 millones de dólares.
El régimen comunista chino impulsa proyectos de infraestructura con fines comerciales, geopolíticos y militares, mientras promueve productos de mala calidad, empleos mal pagados y violaciones a los derechos humanos.
En ese sentido China, mediante megaproyectos enmarcados en su iniciativa de La Franja y la Ruta, instala bases militares y puertos comerciales en Latinoamérica, financia la construcción de represas, controla las industrias de litio y cobre en América, es el principal proveedor de tecnología de telecomunicaciones, saquea los mares sudamericanos y se ha embarcado en todos sectores relacionados al comercio, defensa y seguridad.
Tal es la entrega hacia el gigante asiático que Perú anunció que convocará al dictador chino Xi Jinping, como invitado de honor en el Foro de Cooperación Económica Asia – Pacífico (APEC) y en la inauguración del puerto Chancay en noviembre de este año.
Brasil por su parte, también ha mantenido una controversial política de acercamiento con China dado el acercamiento ideológico de ambos países. Recientemente el presidente Lula invitó a militares comunistas a participar en el Seminario de Doctrina Militar Terrestre (COTER) y habló de poner fin a la hegemonía del dólar con la necesidad de fortalecer las transacciones comerciales en otras monedas.
El presidente de Argentina, Javier Milei, hasta ahora ha mantenido una actitud a contracorriente, tal como lo anunció durante su campaña a la presidencia, al cancelar la unión al BRICS, rechazar al equipamiento bélico de China, expresar su preferencia por los aviones estadounidenses F-16 y estrechar vínculos con Taiwán.
En este último sentido y sugestivamente, la embajada de China en Argentina compartió un mensaje de la portavoz Mao Ning a principios de enero, donde declaró: «Quiero enfatizar que Taiwán es una parte inalienable del territorio de China, y que la cuestión de Taiwán es completamente un asunto interno de China y no admite ninguna interferencia extranjera«. Y agregó: «La clave para mantener la paz y la estabilidad en el estrecho es defender el principio de una sola China».
Ahora Javier Milei enfrenta la presión del costo político y económico que pueden tener sus decisiones, ya que China es el segundo socio comercial de Argentina, el segundo comprador de soja y el primer importador de insumos al país. Además China es acreedor de una enorme deuda por las importaciones y del salvavidas financiero multimillonario -swap- que Xi Jinping le otorgó a la Argentina durante la gestión de Sergio Massa como ministro de Economía.
Dada la dependencia mutua, ambos países buscan mantener buenas relaciones, habiendo concretado, semanas atrás, un encuentro bilateral entre Cancillería de Argentina y el embajador Wang Wei.
Por: Cecilia Borrelli – Mundo Libre Diario