Avanza la Agenda 2030: España abrió su primera fábrica de harina de grillo

España dio un paso controvertido hacia los objetivos de la Agenda 2030 con la apertura de su primera fábrica de harina de grillo en Barcelona, gestionada por la empresa catalana Grillco. La planta, inaugurada en abril de 2025, no solo procesa grillos para convertirlos en harina, sino que también cría estos insectos con el objetivo de distribuir productos en supermercados de todo el país.
Esta iniciativa, impulsada tras la autorización de la Comisión Europea en 2023 para el consumo de insectos como el grillo doméstico, el gusano de la harina y la langosta migratoria, ha generado rechazo en diversos sectores que ven en esta práctica una amenaza a las tradiciones alimentarias y la soberanía nacional.
Grillco, fundada por Francesc Picornell y Juliana Villasante, produce harina de grillo a escala industrial, un producto que promocionan como “sustentable” y “rico en proteínas”.
“Criamos los grillos desde su fase inicial, los alimentamos, los dejamos crecer y posteriormente los procesamos para convertirlos en harina utilizable en todo tipo de recetas”, describe Picornell, en declaraciones citadas por La Gaceta de la Iberoesfera.
El proceso incluye deshidratación y triturado hasta obtener un polvo fino que, según Villasante en la misma publicación, “queda listo para su distribución en el mercado” tras el envasado.
La empresa asegura que su modelo garantiza la calidad desde el origen, pero críticos advierten que este tipo de producción podría desplazar alimentos tradicionales.
La fábrica de Grillco se suma a otros proyectos similares en España, como la futura granja de insectos en Salamanca, que se proyecta como la mayor del mundo.
Según un informe de Libre Mercado, esta instalación, operada por la biotecnológica Tebrio, tendrá una capacidad de producción de 100.000 toneladas anuales de derivados del gusano de la harina (tenebrio molitor) para 2025. Estos productos no solo se destinarán a la alimentación humana, sino también a piensos para animales, fertilizantes, cosméticos y textiles.
La Comisión Europea, en una decisión del 5 de febrero de este año, autorizó el uso de polvo de tenebrio molitor tratado con luz ultravioleta en productos como pan, queso y pasta, permitiendo su incorporación hasta en un 4% del contenido.
La promoción de insectos como alimento forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, impulsada por la ONU y adoptada por los 193 Estados miembros en 2015.
Estos objetivos, que incluyen la “seguridad alimentaria” y la “sostenibilidad ambiental”, han sido criticados por figuras como el politólogo Agustín Laje quien, en una entrevista con la periodista argentina Luciana Geuna en noviembre del año pasado, afirmó que “la Agenda 2030 fracasó» y que «sus políticas, como la promoción de dietas basadas en insectos, no resuelven problemas estructurales como la pobreza».
“No necesitamos burócratas internacionales para entender que sacar a la gente de la pobreza es bueno”, apuntó el escritor.
En España, el gobierno socialista de Pedro Sánchez ha abrazado estas políticas sin reservas, a diferencia de países como Italia, donde la primera ministra Giorgia Meloni prohibió el uso de harina de insectos en productos tradicionales como la pizza y el pan en marzo de 2023.
Meloni defendió esta medida como una protección de la “soberanía alimentaria” y la cocina mediterránea, argumentando que la carne sintética y los insectos, subsidiados por la UE, “destruirán la agricultura nacional”.
En contraste, España invierte en proyectos como la granja de Salamanca, financiada parcialmente con fondos europeos alineados con el Pacto Verde de la UE, que busca reducir el uso de fertilizantes químicos y promover alternativas “verdes” como el frass (abono de insectos).
Críticos de la Agenda 2030 advierten que la introducción de insectos en la dieta responde más a una agenda globalista que a necesidades reales.
De acuerdo a una publicación de La Gaceta, la harina de grillo “se puede introducir en cualquier tipo de alimento”, lo que genera preocupación sobre la transparencia en el etiquetado y la aceptación cultural.
En América Latina, países como Argentina han mostrado resistencia a estas políticas. El gobierno de Javier Milei, a través de la canciller Diana Mondino, rechazó el Pacto del Futuro de la ONU (extensión de la Agenda 2030) el 22 de septiembre de 2024, declarando en la Asamblea General: “Queremos tener alas para nuestro crecimiento en libertad”.
La harina de grillo, aunque presentada como una solución a la supuesta escasez de proteínas, enfrenta barreras culturales y económicas.
Según la FAO, en un informe de 2013, unos 2.000 millones de personas consumen insectos en el mundo, principalmente en Asia y África, pero en Occidente la resistencia es notable.
En Argentina, el ingeniero Diego Zabala, líder de la Cámara Argentina de Productores de Insectos (CAPICHA), reconoció en Expoagro 2023 que “la actividad de producción de insectos no está reglamentada” en el país, lo que limita su comercialización. Zabala, en una entrevista, aclaró que la harina de grillo no busca reemplazar la carne, sino complementar dietas, pero admitió que su producción depende de “fondos internacionales” ligados a los ODS.
Los defensores de la harina de insectos argumentan que su producción es menos intensiva en recursos que la ganadería tradicional. Un informe de la ONU de 2023 estima que la cría de insectos emite hasta un 80% menos de gases de efecto invernadero que la producción de carne bovina. Sin embargo, esto no convence a quienes ven en estas iniciativas una imposición de élites globales.